Se venden mechones de Wellington

Por: | 13 de junio de 2013

 

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Arthur Wellesley, pintado por Goya en 1812.


Hundir el honor francés fue el sueño de todo patriota inglés durante años. Y el que rozó el cielo en la tierra por ello fue un irlandés (anglo-irlandés, escriben los ingleses) llamado Arthur Wellesley, que trituró el del francés bajito con el orgullo más grande. Ganarle a Napoleón le convirtió en semidiós. Para los ingleses hay dos con derecho a dormir en el panteón de la catedral de St. Paul: el duque que se cargó a los franceses y el lord que machacó a los españoles. Waterloo y Trafalgar. Wellington y Nelson.

Ignoramos cómo se desarrolló el funeral de estado de lord Nelson (1758-1805), pero la ceremonia oficial que despidió al primer duque de Wellington (1769-1852) desató episodios de astucia, histeria, codicia e hilaridad, que retrató como nadie el mejor cronista del mundo victoriano: Charles Dickens (1812-1870). El escritor tenía apenas dos años cuando Arthur Wellesley regresó a casa convertido en un héroe tras haber dirigido a los ejércitos aliados enfrentados a Napoleón por la ocupación de España. Tras semejante campaña, recibió el título de duque de Wellington. 

Con el tiempo sería embajador en Francia y dos veces primer ministro británico. Antes que Margaret Thatcher, él fue conocido como el Duque de Hierro por su fe en el autoritarismo, gozase o no de apoyo político. Probablemente estaba en su esencia. Muchos británicos se regocijan aún hoy con la respuesta que dio al intento de chantaje de Harriette Wilson, una de sus múltiples amantes. En una primorosa carta, Wilson le pedía dinero a cambio de no publicar las cartas de amor del duque. Su respuesta fue hierro puro: "Publish and be damned" ("Publica y vete al infierno"). Pero sin duda lo más esencial para la gloria británica fue lo que ocurrió en junio de 1815, cuando Wellington venció en Waterloo a Bonaparte.

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La batalla de Waterloo, de R. Reeve.

El duque murió el 14 de septiembre de 1852. Dickens asistió con irritación a los fastos fúnebres por sus excesos. En Comerciando con la muerte, el escritor critica que la ceremonia elegida: "Es una cosa sin espontaneidad, trasnochada; un truco teatral montado a ojos vistas; que ahuyenta la temerosa solemnidad de la muerte y que anima a estos desvergonzados comerciantes a realizar sus tratos sobre la tapa misma del féretro de la grandeza ida". El artículo se incluye entre los textos escritos por el novelista a partir de las caminatas por Londres con las que trataba de combatir su insomnio y que figuran en el libro Paseos nocturnos.

La oferta mercantil fue similar a la de las bodas reales. Había bizcochos de limón a un chelín para calmar el duelo nacional, vino y pasteles para el funeral y una vasta oferta inmobiliaria para asistir en primera línea al paso del grandioso cortejo. "El funeral del duque. Vistas de primera clase para 15 personas, y también camas limpias y un cuarto de estar, a precios razonables", se anuncia un propietario en The Times.

Se publicaron decenas de textos similares. Dickens reproduce algunos "en los que se entremezclan las descripciones de vistas que todavía no existen con invitaciones a algunos caballeros simpáticos, que se necesitan para completar una reunión de almas afines, que tienen preparados en abundancia 'refrigerios, vinos, licores, provisiones, frutas, servicio de mesa, cristalería y porcelanas".

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Charles Dickens.

El deceso avivó también el tráfico de autógrafos de Wellington. En especial el íntimo, terreno muy cultivado en vida por el difunto. "Carta autógrafa a una dama, con el sello y el sobre. Del estilo más característico de duque. Se vende al que mayor precio ofrezca". De la fiebre del oro no se libraron ni los profesionales del espíritu: "Un sacerdote tiene en su poder dos cartas, con sus sobres, que le dirigió el difunto duque, las que constituyen un testimonio del alcance de la caridad privada de su excelencia. Las vendería, juntas o separadas, al precio más alto que le sea ofrecido".

Por último, añade Dickens, "llegan las reliquias, los recuerdos preciosos que se llevaron junto al afligido corazón y que los anunciantes no se dejarán arrebatar jamás, a menos que haya de por medio dinero contante". Un viuda ofrece un mechón "cortado en la mañana en que fue coronada la reina". El hijo del peluquero del duque pone a la venta todo el cabello que su padre cortó durante su relación profesional al héroe de la patria. Alguien más vende un chaleco, pero el artículo que el autor de Grandes esperanzas destaca es el anuncio de una oda de Alessandro Manzoni a la muerte de Napoleón: "Se trata de un libro que fue rasgado y tirado por el duque desde el coche en que cruzaba por Kent. Los trozos del libro fueron recogidos por una persona que vio cómo el duque rasgaba el libro y lo tiraba".

 Paseos nocturnos, de Charles Dickens, pertenece a la colección Great Ideas publicada por Taurus.

Hay 11 Comentarios

Sobre los comentarios de Rosa Mayo me sorprende su falta de perspectiva histórica al comparar a Colón con Juana Azurduy, dos grandes personajes sin paralelismo y separados por siglos de historia. Incluso menciona que es racista si te gusta Colón, aunque no tiene pies ni cabeza pues Azurduy era, según creo, de la alta clase social criolla, rica y educada finamente.

Que envidiosos estos ingleses jajaja

Gracias por tu respuesta, Tereixa.
Pero creo que los pueblos son el motor de la historia.
Los "personajes" se ponen al frente debido a que ellos mismos le han enseñado al pueblo a subordinarse y subvalorarse.
Como siempre, "la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia, la verdadera historia, quien quiera oír que oiga" (es de una canción popular de la rosarina Silvina Garré). Me gusta. Porque nuestra historia oficial fue siempre deficitaria, fue la de Mitre, Roca and. compañia. Ahora se está reivindicando algo lo que se estima más verdadero. Sin embargo, querida, vtro. diario apoya a personillas que prefieren a Colón y su estatua, en lugar de la de Juana A zurduy. El racismo??Existe, sé que no en ti. Gracias. Rosita desde el hemisferio sur.

Tereixa, ante todo mis disculpas por mi tono de antes, un punto amargo. El asunto de la nacionalidad de Wellington de siempre ha sido debatido, de modo que conviene situarse en la realidad de Irlanda hace dos siglos; era entonces una parte de la corona británica, tan parte como Escocia o Gales. El nacer en Dublín no significaba nacer en otro país ni en otra cultura global. Se era 'british' y punto; el ser 'inglés' era otro asunto. Ser inglés era un asunto enteramente de cultura doméstica, y Wellington lo era al 110%, si tal cosa fuera posible, pese a haber pasado la mayor parte de su vida (hasta que cumplió 50) en Irlanda, en Valonia (varios años en Bruselas), en Francia (escuela de caballería de Angers), en India, en Portugal, en España y en Francia de 1815 a 1819. Incluso contando con todo eso, Lord Wellington era el arquetipo de 'lo inglés'; a eso se debía que se cabreara no poco si alguien como Bonaparte le acusaba de 'irlandés'. Bromeando un poquito se podría decir que los ingleses son como los de Bilbao, que nacen donde les da la gana.

Un saludo y enhorabuena por el blog. Es agradable ver que en los grandes periódicos aún queda un rinconcito para la Historia.

Le agradezco al señor Ibeheme sus precisiones. Sobre la procedencia: Wellington se consideraba inglés pero nació en Dublín, los británicos a veces lo califican de anglo-irlandés. Efectivamente el sobrenombre de Iron Duke surgió a raíz de la colocación de rejas en su casa... para evitar problemas con londinenses enfurecidos por sus decisiones políticas. Algún británico afirma que tal vez fue el militar más brillante y el político más pésimo de su historia. Por supuesto, hay más ilustres en St. Paul: mi frase es desafortunada porque da a entender que solo están Nelson y Wellington. Claro que Nelson y Wellington utilizarían otras palabras para referirse a sí mismos. Sospecho que muchos personajes se rebelarían contra sus biógrafos. Pero ellos no cuentan la historia. Gracias de nuevo por su interesante comentario.

He visto el daguerrotipo. Un hallazgo. Gracias.

La historia, Rosa, la han construido los relatos de grandes personajes durante siglos. Afortunadamente las vidas anónimas y cotidianas, "el pueblo olvidado", como dices, despiertan cada vez más el interés de los historiadores.

Escribir de oídas es arriesgado. En la cripta de St Paul hay más 'semidioses'. Uno de ellos es Sir Cuthbert Collingwood (hay unos cuantos más), el verdadero vencedor de Trafalgar, y ni él ni Nelson habrían dicho nunca que machacaron a los españoles, porque la presencia de éstos en Trafalgar fue peor que minoritaria; para la historia británica fue una victoria decisiva sobre la Royale, la marina militar francesa, y sus aliados de por entonces, nada más. En cuanto a la nacionalidad de Sir Arthur, él siempre se definió como inglés hijo de ingleses; el haber nacido en Irlanda fue un simple accidente residencial, motivado por el coyuntural destino administrativo de su padre -un alto funcionario de la corona- y por si alguien lo puso alguna vez en duda lo dejó zanjado con una frase tremenda: 'no se es un caballo por haber nacido en un establo'. Por último, si hacia el final de su vida le apodaron 'Iron Duke' fue por haber instalado sólidas rejas de hierro en las ventanas de Apsley House, su casa del Hyde Park Corner, no por ser más o menos autoritario que sus iguales de la época.

Yo creía que publicar en periódicos de gran prestigio requería documentarse con seriedad. Ya veo que va a ser que no.

Wellington, el genio que derrotó a Napoleón. Como curiosidad, comentar que es de las personas mas antigüas de las que se conserva una fotografía, buscadlo por google. Es un Daguerrotipo bastante antiguo, de cuando Wellington era ya muy mayor.

Charles Dickens es un genio! (muy buen articulo, no tiene desperdicios)

No me resulta una figura grata el Duque de Wellington. Quizá porque Napoleón Bonaparte sí me gusta.
Artículo excelente, Tereixa, especialmente por las muy buenas referencias a Charles Dickens.
Pero no dejo de preguntarme por qué los europeos aùn continúan pendientes de los títulos nobiliarios y los personajes destacados.
La historia, ¿la hacen esos personajes o las va forzando, en su andar incansable, el pueblo olvidado?

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Dado que el presente se levanta sobre lo que ya pasó, no es mala idea echar un vistazo atrás para entender lo que está pasando. Cicerón lo dijo antes y mejor: “No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser eternamente niños”.

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Tereixa ConstenlaCoordinadora: Tereixa Constenla. Periodista de EL PAÍS. Descubrió la Historia en 2008, cuando aterrizó en la sección de Cultura, y comprobó que el pasado era un filón para el presente.

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