Miren a este hombre. Seguramente no lo reconocerán pero una vez al año es el protagonista, durante un par de minutos, de un esperadísimo anuncio en todo el mundo. Se llama Peter Englund, es un historiador y escritor sueco nacido en 1957 cerca del círculo polar ártico. Englund pertenece desde 2002 a la Academia de su país, de la que fue nombrado secretario permanente en 2009. Eso quiere decir que es el encargado de leer, con el habitual mensaje breve y rimbombante, el nombre del autor que recibe el mayor reconocimiento en la tierra: el Nobel de Literatura. En 1985, Englund, entonces un recién licenciado en Historia, escribió, "en unas cuantas semanas de aquel caluroso verano", su primer libro: La batalla que conmocionó Europa. Poltava y el nacimiento del Imperio ruso, 450 páginas que narran "el mayor desastre militar en la larga historia de Suecia".
Aquel "desastre" empezó en las últimas horas del 27 de junio de 1709. Con la oscuridad comenzaron los movimientos de aproximación de las tropas suecas al enemigo ruso, que esperaba parapetado en varios reductos y una fortificación. En la madrugada y primeras luces del día 28 se consumó una carnicería en la estepa de lo que hoy es Ucrania que acabó con la vida de más de 9.000 soldados (unos 6.900 suecos). Una victoria aplastante del zar Pedro I el Grande que precipitó la dramática huida de aquel lugar del rey sueco Carlos XII. Uno de los que acompañó al monarca en la retirada fue el oboísta Johann Jacob Bach, hermano mayor de un entonces prometedor organista, Johann Sebastian Bach, que con motivo de la marcha de Jacob le había dedicado el melancólico Capricho para la partida de un hermano querido. Una de las muchas anécdotas que recoge Englund.
Cuando sus compañeros de carrera leyeron este libro, a Englund no le llovieron elogios. Tuvo que ser su novia la que le diera ánimos. Por fin en 1988 se publicó en Suecia y se convirtió -para sorpresa del autor- en un éxito que después pasó a otros países -se ha traducido a 11 idiomas- y Englund decidió tomar la senda de la escritura. Autor de ensayos y de obras sobre la historia de su país, reportero en la extinta Yugoslavia, Irak y Afganistán, Englund confiesa que su trabajo en la Academia (y probablemente sus cuatro hijos) le dejan poco tiempo para escribir y que no sabe cuando podrá lanzar un nuevo texto.
La versión en castellano de Poltava la publicó Roca Editorial en septiembre de 2012 y es una muy buena recomendación de lectura veraniega. Por ponerle un pero, se echa en falta mejor calidad y mayor tamaño de los mapas. Estemos en la playa o en el pueblo, Englund consigue trasladarnos al calvario que sufrieron sus compatriotas en la ardiente estepa ucraniana. Uno se ve cabalgando, casi rodilla con rodilla, como mandan los cánones, entre la caballería sueca, aunque esta no estuviera en Poltava a la altura de lo que se esperaba, de una eficacia que tantas victorias había dado en años anteriores.
La obra de Englund explica por qué las huestes suecas con su rey a la cabeza estaban a principios del siglo XVIII a miles de kilómetros de Estocolmo. La luterana Suecia había forjado un imperio desde mediados del XVI, cuando gracias a la debilidad política de sus vecinos arrebató territorios a Dinamarca, Polonia, Sajonia... y Rusia. Hartos de derrotas, los enemigos de Carlos XII firmaron a comienzos del XVIII una alianza antisueca. Así comenzó en 1700 la Gran Guerra del Norte. Precisamente en el otro extremo del tablero europeo comenzaba ese año otro conflicto, el de la Sucesión por la corona española. Así que el Viejo Continente luchaba por dilucidar cuales iban a ser las nuevas potencias.
Así pintó el francés Caravaque, artista de la corte de Pedro I el Grande, la batalla de Poltava. A la derecha, con la espada en mano, el zar ruso. La foto de Englund (arriba) es de Getty.
Ante las repetidas hostilidades de la coalición enemiga, los suecos respondieron con avances y victorias. Daneses, polacos y sajones cayeron ante la Gran Suecia, la que aspiraba a dominar todo el mar Báltico. Cuando le llegó el turno al zar Pedro, este retrocedió. Los rusos practicaron la política de tierra quemada en su retirada, reagruparon tropas y hostigaron con escaramuzas al Ejército de Carlos XII. ¿Les suena esta estrategia? Napoleón Bonaparte y Adolf Hitler la sufrirían después. Las tropas suecas estaban cansadas, deseosas de acabar una guerra de nueve años, con pocos alimentos y un goteo constante de bajas. Se vieron obligadas a desviarse al sur, donde sitiaron la pequeña población de Poltava, y entonces la plana mayor sueca decidió esperar la llegada de los rusos, que prácticamente les doblaban en número y estaban mejor preparados. Tras miles de kilómetros de campaña, había llegado la hora de la gran batalla.
Englund es un buen ejemplo de cómo contar al detalle -hasta la última bala disparada por las piezas de menor calibre de la artillería- el desarrollo de un enfrentamiento; sin eludir aspectos como los tipos de heridas que producían las distintas armas; los horrores del combate, para lo que se apoya en los testimonios que dejaron por escrito los supervivientes; pinceladas sobre la personalidad de los actores principales y tensión narrativa. La batalla que conmocionó Europa es la historia de una masacre, de cómo la desorganización sueca desde los primeros movimientos en la oscuridad ("¡Que avance la caballería, por Jesucristo!") y la confusión de órdenes (Englund llega a compararlo con el juego del teléfono estropeado) les condujo al matadero. Sobrecoge pensar cómo tuvo que ser el fuego del centenar de piezas de artillería rusa machacando el avance de los suecos, que caían "como la hierba que siega la hoz".
Al atardecer del 28 de junio, "cuando la batalla terminó, comenzó la matanza", dice Englund para referirse a la rapiña y ejecuciones que padecieron los suecos heridos; otros agonizaron durante horas en el campo de batalla y los cadáveres comenzaron a pudrirse. Mientras, en su lujosa tienda, el zar agasajó con una cena de honor a los apresados altos mandos del hasta ese día invencible ejército sueco. Había terminado "una de las batallas más sangrientas de la historia", la que puso fin al Imperio de la Gran Suecia y entregó el testigo al Imperio ruso.
Hay 14 Comentarios
Hay que decir que Napoleón fué un adelantado a su tiempo. Si se hubiese comprendido cabalmente el pensamiento de Napoleón, la UE tendría ahora 200 años. Es decir, hemos perdido no solo dos siglos, sino millones de vidas, y ganado miseria, pestes, dolor, frustraciones, mas guerras, mas divisiones territoriales, solo para favorecer a los de siempre. Admiro profundamente a Suecia, Noruega y Finlandia porque son países donde se puede decir que no existe la corrupción. Son modelos dignos de imitar. Acaso sea reprochable conceder PREMIOS NOBEL de la Paz a individuos que hacen y programan guerras. En fin. De buena intenciones está empedrado el camino del Infierno.
Publicado por: Beatriz Basenji | 27/08/2013 3:09:27
"Los rusos practicaron la política de tierra quemada en su retirada, reagruparon tropas y hostigaron con escaramuzas al Ejército de Carlos XII. ¿Les suena esta estrategia? Napoleón Bonaparte y Adolf Hitler la sufrirían después. '
Cabe preguntarse si esto se dirá de la Guerra Fría, que aparentemente ganó Reagan, no se sabe por cuánto tiempo.
Publicado por: Citizen Cani | 26/08/2013 8:22:24
"Los rusos practicaron la política de tierra quemada en su retirada, reagruparon tropas y hostigaron con escaramuzas al Ejército de Carlos XII. ¿Les suena esta estrategia? Napoleón Bonaparte y Adolf Hitler la sufrirían después. '
Cabe preguntarse si esto se dirá de la Guerra Fría, que aparentemente ganó Reagan, no se sabe por cuánto tiempo.
Publicado por: Citizen Cani | 26/08/2013 8:22:23
Gracias Manuel, muy interesante artículo.
Publicado por: Garciacortes | 24/08/2013 10:03:19
Buena recomendación. Si hablamos de historia no os podeis perder este enlace: http://xurl.es/bedda
Publicado por: Sonia | 22/08/2013 14:50:32
Esa es la historia del animal humano... saqueos, torturas, genocidios, y un etcétera interminable de desvergüenzas sociales y políticas. Todos los imperios son iguales, no hay ni mejor ni peor, todos son hipócritas y farsantes. Eso si, todos los imperios europeos posan de cristianos. Y satanás riendo a carcajadas sin poderse contener.
Publicado por: RAMÓN | 22/08/2013 12:35:23
. . . es la historia de Europa de estos últimos cinco siglos, guerra tras guerra.
Publicado por: Polifemo | 22/08/2013 11:27:07
Increible que no mencioneis del mismo autor "la belleza y el dolor de la batalla", un fantastico fresco de la Gran Guerra glosado aqui por Jacinto Anton.
Publicado por: Fernando prieto | 22/08/2013 11:07:19
No he leido esta novela, pero en "Guerra y Paz" esto esta ya hecho, y muy bien.
Publicado por: AJD | 22/08/2013 10:40:31
Yo soy más de su primo, Robert Englund.
Publicado por: Shine | 22/08/2013 10:25:07
La ultima guerra sueca: contra Napoleón. Si toda Europa hubiera seguido este ejemplo, cuántos millones de muertos, destrucción y dramas se hubieran ahorrado, sobre todo con los dos intentos de suididio que fueron las dos guerras mundiales. Esperemos que ahora se de un giro a la política económica, la anorexia también puede ser mortal.
Publicado por: Miguel | 22/08/2013 8:42:18
A Suecia le ha ido mejor en la paz que en la guerra. Me refiero a su gente.
La prosa de la vida cotidiana de los suecos, exprimidos por un sistema feudal mientras sus reyes y su nobleza se dedicaban a la épica con el fruto del trabajo de sus súbditos, era desoladora. "Dulce bellum inexpertis".
La prosa de la Suecia socialdemócrata, resistiendo a todos los cantos de la épica europea del siglo XX, ha dado a estas gentes muchas décadas de paz, de cultura y de sobria prosperidad. Suecia ya no invade y aún tiene recursos morales para acoger a los que huyen de otras invasiones.
Quienes vivimos aquí una parte de nuestras vidas deseamos que así siga siendo, aunque el mundo en que vivimos haga imposible más que nunca el modelo de un país puro.
Publicado por: Ramón | 22/08/2013 7:53:42
Gracias por la recomendación, me da mucha curiosidad leer el libro. Seguiré de cerca las siguientes publicaciones del blog, se ve muy interesante.
Publicado por: Lucie | 22/08/2013 3:43:02
La sucesión de los aciagos hechos históricos nos entrega al devenir de lo irreparable.
Publicado por: Timoteo Zapata Arango | 22/08/2013 1:34:43