Estatua ecuestre de Marco Aurelio en el Campidoglio, Roma / Leemage, Getty
A juicio de sus contemporáneos, Marco Aurelio fue el emperador perfecto, aquel cuyo reinado fue la época más feliz del mundo antiguo, último de la serie de los llamados ‘emperadores buenos’ del siglo II d. C. Las fuentes históricas de aquel tiempo nos han legado la figura de un emperador que siempre obró con rectitud, sabiduría y humanidad, guiado por su pasión por la filosofía estoica. Y si prefiriésemos evocar a nuestro personaje con herramientas actuales, los cinéfilos podrían revisar las memorables interpretaciones que de él hicieron Alec Guiness en La caída del Imperio Romano y Richard Harris en Gladiator, que nos dejaron una positiva y bienintencionada imagen de Marco. Pero si analizamos la documentación de la época, y de Marco Aurelio queda muchísima, con las gafas de la crítica, el resultado puede ser demoledor. Esa es la tarea que se propuso el profesor Augusto Fraschetti, profesor de Historia romana en la Università di Roma La Sapienza y la Universidad de La Sorbona, con Marco Aurelio, la miseria de la filosofía (2007), que ha sido publicado este año en español por Marcial Pons gracias a la traducción de Javier Arce.