Isabel Oyarzabal
Recuerdo, en el último curso de Instituto, cómo el profesor de Literatura se refería a Emilia Pardo Bazán. La Pardo, la Pardo Bazán. Me molestaba lo que se me antojaba ver como desprecio a la escritora, por ser mujer y cómo no, por la patada al diccionario de alguien que debiera dar ejemplo. Junto con lo mal que me sonaba ese la, recuerdo que jamás escuché el Azorín ni el Pérez Galdós, tampoco el Unamuno o el Cervantes y eso también me molestaba sobremanera.
También recuerdo que la cultura, la política, la economía, la Historia, en definitiva todo lo que acontecía en el mundo y en teoría explicaría quiénes somos, figuraba en los libros de texto como obra realizada en exclusiva por los hombres, me refiero a los hombres en masculino claro. Solo aprendí años más tarde, leyendo directamente en las fuentes de archivo y de biblioteca, que eso no era así, que se nos había ocultado el pensamiento y la obra de cientos de mujeres, invisibles, totalmente invisibles para el mundo y para las nuevas generaciones. Mujeres que lucharon por los derechos de la mujer, como el derecho al voto. Mujeres que crearon empresas pioneras en la asistencia social. Mujeres que reivindicaron la paz como proyecto de futuro, que crearon directrices innovadoras en el sistema penitenciario español y también mujeres que se desgarraron en el exilio, que acompañaron a los niños evacuados por la Guerra Civil a las frías tierras rusas o que dejaron lo mejor de sí en las tierras mexicanas y en muchos otros países.
Matilde Eiroa San Francisco, historiadora y profesora de la Universidad Carlos III de Madrid, es autora del libro Isabel de Palencia. Diplomacia, periodismo y militancia al servicio de la República (2014). La autora viene a poner otro grano de arena en un nuevo escenario que se viene tramando en España desde la transición a la democracia, el de dar visibilidad a todas estas mujeres que lucharon por la igualdad y por los derechos de los más desfavorecidos y que junto a los hombres de su época, y en ocasiones en su contra, lucharon y creyeron en un mundo más justo, con una mayor libertad y democracia.Una monografía que viene a sumar en los trabajos que sobre Oyarzabal vienen trabajando otros autores como Antonina Rodrigo, Olga Paz, Josebe Martínez o más recientemente también Isabel Lizarraga.
En el libro de Eiroa, galardonado con el Premio Internacional de Investigación Victoria Kent de la Universidad de Málaga en su XXIII edición y prologado por la catedrática de Historia Contemporánea Josefina Cuesta, se realiza un exhaustivo estudio de la presencia de Isabel Oyarzabal en la prensa, y en las diferentes instituciones públicas de las que formó parte hasta que parte al exilio, analizando las aportaciones que realiza a la sociedad española y descubriéndonos una mujer polifacética, arriesgada y valiente. Actriz, escritora, republicana, periodista, política, folklorista, diplomática y como muchas de su generación autodidacta, que ocupó cargos públicos fundamentalmente a partir de 1931, y participó activamente en el movimiento feminista e intelectual de la época y en el de las modernas de Madrid y que, cómo no, acabaría sus días en el exilio junto a esa pléyade de grandes mujeres que perdimos y que poco a poco y cada vez más vamos recuperando desde los escenarios científicos de la Universidad y también desde la política, los movimientos sociales y a través de diferentes instituciones públicas y privadas.
Isabel Oyarzabal (Málaga, 1878-México, 1974) era hija de una familia acomodada, su padre Juan Oyarzabal un próspero comerciante andaluz con raíces vascas, estaba casado con Ana Smith, una escocesa protestante veinte años más joven que su marido y educada en un ambiente liberal que será de trascendental importancia no solo en la educación de Isabel, sino también como firme apoyo cuando esta decida tomar rumbos poco usuales en una sociedad regida por una dosis alta de analfabetismo e intransigencia religiosa y en la que ella no se encontraba todo lo cómada que quisiera. No podemos olvidar que su padre le tenía prohibido leer de la biblioteca familiar autores como Benito Pérez Galdós, Alejandro Dumas u Honoré de Balzac, por considerar su influencia perniciosa para la educación de una joven católica. No es de extrañar pues, que Isabel paladeara sus veranos en el extranjero, en la casa familiar materna de Inglaterra, donde todo se le hacía atractivo. De aquellos veranos guarda el recuerdo de conocer a importantes sufragistas como Eunice Murriá; actores como Henry Irving o a la bailarina rusa Anna Pavlova. Un mundo a todas luces diferente al que vivía durante todo el año en España y que quedará prendido en su memoria para siempre.
Otro momento importante para la vida de Isabel Oyarzabal es el año 1898. Se había perdido la guerra con Cuba, la quiebra de España… sin embargo los que regresaban quebrados eran los soldados que a su llegada al puerto malagueño se encontraban heridos, hambrientos y sin dinero para hacer frente y costear el regreso a sus casas. Isabel entró a formar parte de los grupos de teatro que comenzaron a funcionar con el fin de obtener recursos económicos para hacer frente a las necesidades de estos soldados que se habían convertido en mendigos y deambulaban por la ciudad. Fue su primera toma de contacto con el mundo del Teatro. De esa época según nos cuenta Matilde Eiroa, le viene el gusto y la afición por él, pero también le nace entonces o ella lo descubre, su conciencia solidaria.
Soldados procedentes de Cuba a su regreso a España / Sociedad Ateneo Musical del Puerto
El Teatro le conduce también a participar en la compañía de la familia Palencia-Tubau, donde conocerá a su futuro marido Ceferino Palencia Álvarez-Tubau y a participar en el proyecto El Mirlo Blanco que dirigía el cuñado de Azaña, Cipriano Rivas Cheriff en la casa de Pío Baroja, donde este había instalado un teatro de cámara que se podría llamar de ensayo, al ser representadas obras que no tenían cabida en un gran teatro.
Trabajando como actriz, se traslada a la capital con su madre a principios del siglo XX, y es precisamente el ambiente que vive en Madrid lo que impregna a Isabel de una nueva inquietud. Su casa se había convertido en sede de tertulias a las que asistían importantes personajes del mundo de la poesía, la cultura, el arte y la intelectualidad, un mundo que hace que se desarrolle en ella unos intereses intelectuales que va enfocar hacia el periodismo. Es así como edita y funda La Dama, revista dirigida a las mujeres que según Eiroa, “resultó ser una forma decisiva y consciente de expresión escrita de su pensamiento y ambiciones”.
Sin duda el conocimiento del idioma materno fue la puerta que le abrió el mundo del periodismo fuera de nuestras fronteras, así pasa a formar parte del mundo laboral de la agencia de noticias inglesa Laffan News Bureau, que la nombra corresponsal en Madrid del The Standard. Otras colaboraciones las realiza para la cabecera también inglesa Illustrated London News, o para las españolas Blanco y Negro, El Heraldo, Nuevo Mundo y La Esfera.
Bien escribiendo para estas publicaciones o siendo noticia en ellas, Isabel Oyarzabal (Beatriz Galindo) está presente en la prensa de los primeros cuarenta años del siglo XX.
Su matrimonio en 1909 con el abogado, pintor y diplomático Ceferino Palencia, la sigue acercando al mundo intelectual. Tras el estallido de la I Guerra Mundial comienza una etapa de su vida especialmente activa en torno al feminismo y a las organizaciones de mujeres que pedían la paz, como la muy activa ANME, Asociación Nacional de Mujeres Españolas.
A finales de octubre 1923 junto a una comisión integrada por Julia Peguero y Benita Asas Manterola, miembros destacados también de la ANME, se reúne con Primo de Rivera para entregarle un mensaje de la Asociación Internacional para el Sufragio de la Mujer, en el que se solicitaba el derecho al voto femenino. Primo de Rivera en esa misma reunión contestó que la mujer tendría derecho al voto y ante la pregunta de si este sería universal, contestó que el voto femenino llegaría a España pero restringido.
Participó como delegada en el VII Congreso de la Alianza Internacional para el Sufragio de la Mujer celebrado en Ginebra y presidió la Liga Femenina Española por la Paz y la Libertad en la sección de la mujer y el niño. En esta etapa adquiere una toma de conciencia político-social diferente hacia los desfavorecidos, al pensar que la solución a los problemas no está en la caridad, sino en la resolución de la injusticia laboral y social existente en nuestro país, donde abundaba el bajo salario para los obreros y campesinos, el hambre, la pobreza, la falta de asistencia social y cómo no, las desigualdades existentes entre el hombre y la mujer.
En 1930 fue la única mujer reunida en la Comisión Permanente de la Esclavitud en las Naciones Unidas, allí puso su voz a favor de una igualdad jurídica entre el hombre y la mujer.
Se afilió a la UGT y al PSOE en 1931. Durante la República accede a numerosos cargos públicos y es miembro de varios patronatos. Vocal del Consejo de Patronato del Instituto de Reeducación Profesional; vocal del Patronato del Museo del Traje Regional e Histórico. Vocal del Patronato Central para la Protección de Animales y Plantas. Formó parte de asociaciones y de instituciones relevantes de la época como el Lyceum Club, del que llegó a ser vicepresidenta. También de la Agrupación de Mujeres Antifascistas Españolas junto a su presidenta Dolores Ibarruri y otras políticas destacadas como Victoria Kent, Margarita Nelken o la mujer que llegaría a encargarse durante la guerra de las relaciones con la prensa: Constancia de la Mora. El activismo por la paz y contra el fascismo se desarrolló en estas mujeres ya antes de la sublevación militar que dio comienzo a la Guerra Civil en España.
En el exilio mexicano del que nunca regresaría escribió la novela “En mi hambre mando yo” , en la que cuenta sucesos de la trágica contienda. El título de la obra se inspira en un hecho real que Fernando de los Ríos le cuenta a su hija Laura y aunque el hecho se produce en Las Alpujarras, Isabel lo traslada a un pueblo malagueño. Se trata de la contestación que da un campesino al cacique del pueblo ante la coacción de este para que votase.
Conferenciante de éxito y gran activista femenina, se dedica a trasladar al público y dar a conocer la obra de mujeres como Florence Nightingale, la brillante matemática que sentó las bases de la moderna enfermería y que sería fuente de inspiración para el creador del Comité Internacional de la Cruz Roja, Henry Dunnant.
Florence Nightingale / The Wellcome Foundation
Un activismo que se aprecia también en el sobrenombre que utiliza en ocasiones, cuando no seudónimo, de Beatriz Galindo, alguien por quien sin duda siente gran admiración y respeto, y que la hace viajar junto a su marido a Salamanca para conocer los sitios por donde caminó y estudió esta experta conocedora de lenguas y que la permite a su vez trabar amistad con Miguel de Unamuno.
Durante la Guerra Civil colaboró con el gobierno de la República en el terreno del auxilio a la infancia y a la mujer y también fue nombrada ministra plenipotenciaria en la legación de Estocolmo, convirtiéndose en la primera española en ocupar el cargo de embajadora de la República. Un terreno este, el de la Diplomacia, en el que las mujeres no habían entrado hasta ahora y en el que tuvieron que afrontar grandes retos por los prejuicios existentes, por ello no es de extrañar la estrecha relación de amistad y admiración que mantuvo con Alexandra Kollontay la embajadora soviética y primera mujer diplomática, con la que coincidió en la legación sueca.
Isabel partiría el 1 de abril de 1939 con su marido y sus hijos hacia un exilio del que nunca más regresaría.
El mundo de Isabel Oyarzabal, Isabel de Palencia, Beatriz Galindo, forma parte de la historia silenciada que quedó prendida en un tiempo, junto a otras mujeres valientes cuyo legado vamos lentamente rescatando. Mujeres como María de Maeztu, Carlota O’Neill, Clara Campoamor, Margarita Nelken, María de la O. Lejárraga, Benita Asas Manterola, Carmen de Burgos, Gerda Taro, Julia Peguero, María Teresa León, Ernestina Champourcin, Zenobia Camprubí, María Casares, Concha Méndez, Kati Horna, Victoria Kent, Carmen Conde, Rosa Chacel, Matilde Huici, Trinidad Arroyo, o la eterna, siempre eterna María Zambrano.
A Jean Favier, ex archivero director de los Archivos nacionales franceses. Administrador de archivos y escritor de Historia. IN MEMORIAM
Hay 5 Comentarios
No es que sea ruín, es que habla de lo que le da la gana. La autora del artículo no habla de Emilia Pardo Bazán, sino de una anécdota que ilustra la invisibilidad de las mujeres y menciona una que ella vivió personalmente. Querer ver ahí una defensa de una persona a la que simplemente se cita, que es lo que hace Bernardo, es retorcer las cosas. Igual por ser clasista ahora iba a ser una mala escritora. Pero por lo visto estos foros no están para comentar el artículo sino para hablar de lo que a uno le da la gana, interpretando también lo que a uno le da la gana.
Con estas actitudes el rigor del comentario se pierde por si solo. O quizás lo que se pretende es desviar la atención del fondo del artículo.
Publicado por: Xabier | 29/09/2014 11:31:39
Hay que ser muy ruin para hacer un comentario como el de Bernardo que antecede. Es una pena que artículos excelentes, muy trabajados y novedosos, tengan tan pocos comentarios, aunque es seguro que muchos y muchas lo leen, y pocos o pocas se animan...
Lo leo y lo comparto.
Publicado por: Valentín Carrera | 28/09/2014 15:40:55
Y ya llegó el tonto que se pone a cuestionar aquello de lo que no se hablaba.
Publicado por: Xabier | 22/09/2014 11:31:36
Me parece que la autora se da un tormento excesivo con la Pardo Bazán ("viejo trasto del desván, mala esposa, mala madre, esa es la Pardo Bazán") como si fuese una mujer perfecta, silenciando su clasismo, su carácter pedante y ostentoso, por ejemplo con Rosalía de Castro, ante cuya casa pasaba haciendo sonar las joyas para humillarla y que se notase la diferencia entre una escritora rica y otra pobre. Cuando no quería mojarse los pies para ir al islote en el que tenía un castillo-palacio (Sta. Cruz-Oleiros) es tradición oral que iba pisando las espaldas de los criados que se acostaban sobre la lámina de agua o arena. Lo demás me parece un bucle sentimentaloide de agravio permanente para espectadores de Sálvame y lectores de Belén Esteban aficionados a la política, y como no hay por donde cogerlo, aquí me quedo.
Publicado por: Bernardo | 05/09/2014 1:31:08
Da gusto leerte, hija mía http://goo.gl/XqSwhU
Publicado por: Paco | 04/09/2014 10:43:40