En Auschwitz quedó la maleta de Klara Goldstein

Por: | 27 de enero de 2015

ImageMaletas de víctimas de Auschwitz. / T. C.

Klara Goldstein dejó su maleta en Auschwitz. Allí sigue, una más entre miles de maletas de cuero, cartón y piel que se apelotonan entre sí, arrebujadas como para sacudirse el frío. Más de setenta años lleva la maleta aguardando el reencuentro con una propietaria que nunca regresará, con una señas que no surtieron efecto (Rote Kreuz: Cruz Roja). Klara bajó de un vagón en mitad de la intemperie polaca, donde el Tercer Reich montó su más perfeccionada industria del exterminio, y ascendió al cielo convertida en humo. ¿Cuándo se dio cuenta Klara de su viaje a ninguna parte? ¿Cuándo reparó en que su maleta era un maquiavélico atrezo? 

En Auschwitz alguien podría pasar toda la jornada leyendo uno a uno los nombres de los dueños de maletas abandonadas por las víctimas. Ocupan una habitación, protegidas tras un cristal. En cada maleta iba lo imprescindible, probablemente aquello que cada uno salvaría si se fuese a una isla desierta, el mínimo común existencial, lo más querido o lo más necesitado, lo que definía a cada uno como uno mismo: los zapatos de fiesta, la blusa de seda, las zapatillas de ballet, el libro de oraciones, la partitura, el espejo de mano, el broche de la madre, la novela de Thomas Mann... ¿Qué podía llevar cada judío en su ignorado camino hacia la cámara de gas?

Hace 70 años los soviéticos liberaron Auschwitz, un complejo formado por tres campos de concentración habilitados junto a la ciudad polaca de Oswiecim, a unos 70 kilómetros de la bella Cracovia. Allí murieron 1,1 millones de personas, la gran mayoría judíos, pero también otras minorías étnicas (gitanos) y enemigos políticos del nazismo. Cuando abandonaron el lugar, los alemanes volaron algunas evidencias de sus crímenes como la cámara de gas y el horno de Auschwitz II-Birkenau, su principal máquina de matar. Ahora puede verse acordonado por razones de seguridad, pero basta con visitar su predecesor, la cámara de Auschwitz I, para empaparse de oscuridad. 

A pocos metros del primer edificio donde se experimentó con Zyklón B se levanta la casa donde residía el kommandant del campo, Rudolf Höss, con su familia: Hedwig, su esposa, y sus cinco hijos. Un lugar de risas y correrías. Desde la segunda planta podía verse la chimenea del horno crematorio, tan cerca y al mismo tiempo en otra galaxia. Höss asistía a los actos de exterminio para mostrar su fortaleza ante sus subordinados. Varios años después, en 1947, regresaría al lugar para morir. Un tribunal polaco le condenó a la horca. Fue ejecutado en Auschwitz, a medio camino entre el chalé por donde correteaban sus hijos en el pasado y la cámara de gas. Uno de sus nietos visitó el campo hace poco. "Este es el único lugar decente que hay aquí", dijo junto a la horca. 

En los registros de Auschwitz hay constancia del paso de dos mujeres que compartieron el nombre de Klara Goldstein. Una nació el 20 de mayo de 1900 en la ciudad húngara de Nyiracsad y murió el 14 de septiembre de 1942 en el campo. La segunda nació el 29 de agosto de 1921 en lugar desconocido. Figura en la lista de presos transferidos desde Birkenau a otros campos. Ignoramos a qué se dedicaban, si les gustaba el cine o la música, si tenían hijos, maridos o hermanas, si creían o no en algún dios, si habían fantaseado con envejecer en el mismo lugar donde habían nacido... La magnitud de la masacre fue tal que parece inevitable el anonimato masivo. Pero ello es un último atropello a la memoria de las víctimas. Cada objeto que les materializa les salva del olvido, aunque se trate de gafas redondas repetidas hasta el infinito, prótesis ortopédicas de discapacitados o zapatos ajados...

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Hay 11 Comentarios

Cuando visité Berlin y su barrio judío me impresionó enormemente ver las placas de laton fijadas a la entrada de las casas donde vivian las personas deportadas por los nazis, nombres y apellidos, fechas de nacimiento de cada uno y fecha de su deportacion, campo de exterminio y de su muerte. Impresionante ver los nombres de familias enteras, padre, mujer, y varios hijos, muchos con pocos años de existencia. Impresionante imaginar el momento en que esas personas salieron por esas puertas, conducidos por los sicarios nazis, rumbo a su muerte. Sentí un escalofrio al imaginar, aunque fuera en una milesima parte, la sensacion de miedo, horror, incertidumbre, verguenza, soledad... de esas familias destinadas al matadero.

Y para no olvidarlo tendremos que recordar estas historias toda la vida. Es necesario.

Los nazis nacieron podridos... en vez de ideas cagaban mierdas... ya que los sesos los tenían ubicados en sus respectivos culos.

No, no sobran los comentarios por miles de años que pasen y todos los recordatorios con los que nos bombardeen. Esto sucedió en Europa hace no tanto. Una sociedad en apariencia normal dio lugar al horror absoluto. Pero por muy documentado que esté el horror nazi, no se aprende de los errores. Si no, mirad la ex Yugoslavia en los 90.

Sólo indicar que respecto a la dirección de la maleta, la misma posiblemente se refiere a la "Rote Kreuz Gasse 5", que está en Mauerbach, Austria. El hecho que poner "sara" junto al nombre creo que indica también el origen alemán, al obligar a añadir "Israel" o "Sara" como segundos nombres a los judíos del Reich, Namensänderungsverordnung de 17 de agosto de 1938

No hay más que comentar contra ésta barbarie del sigo XIX, lamentable todo lo que pasó en ese sitio.

Auschwitz creció mediante el método del ensayo y error, hasta convertirse en la fábrica de muerte nazi más eficiente: 1.100.000 personas fueron asesinadas en el campo. 200.000 eran niños. Aquí van 7 libros esenciales para adentrarse en este horror http://cort.as/ORts Un saludo cordial

Auschwitz creció mediante el método del ensayo y error, hasta convertirse en la fábrica de muerte nazi más eficiente: 1.100.000 personas fueron asesinadas en el campo. 200.000 eran niños. Aquí van 7 libros esenciales para adentrarse en este horror http://cort.as/ORts Un saludo cordial

A estas alturas de "la pelicula" los comentarios me imagino que sobran.

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Dado que el presente se levanta sobre lo que ya pasó, no es mala idea echar un vistazo atrás para entender lo que está pasando. Cicerón lo dijo antes y mejor: “No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser eternamente niños”.

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Isabel Burdiel recibió el Premio Nacional de Historia en 2011 por su biografía sobre Isabel II. Es especialista en liberalismo europeo del siglo XIX y catedrática de la Universidad de Valencia. "Para que sirva para algo, la Historia no tiene que quedarse en el círculo de especialistas", sostiene.

Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza, defiende, como Eric J. Hobsbawm, que los historiadores son "los 'recordadores' profesionales de lo que los ciudadanos desean olvidar". Es autor de una veintena de libros sobre anarquismo, Guerra Civil y siglo XX.

Manuel Morales es periodista de EL PAÍS y profesor de Periodismo Digital en la Escuela de EL PAÍS/UAM. Para liberarse de tanta actualidad busca refugio en historias del pasado, sobre todo las que han dejado huella en la fotografía.

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Javier Herrero es documentalista de EL PAÍS y licenciado en Historia Moderna y Contemporánea. Le interesa indagar en los antecedentes históricos de acontecimientos que saltan a la primera línea informativa.

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