Prueba nuclear francesa efectuada en el atolón de Mururoa en 1971
El mundo avanza que es una barbaridad. Cada día nos sorprenden con un nuevo descubrimiento que nos puede hacer más cómoda la vida diaria y parece increíble lo logrado pero, ¿cuáles han sido los vectores de ese progreso? De hecho, es tan rápido que el título del libro de que trata este artículo, De la honda a los drones. La guerra como motor de la historia (Pasado&Presente), que Juan Carlos Losada publicó el verano anterior, ya se ha quedado algo anticuado. Los drones ya no son el último gran hito de la tecnología militar. El pasado abril, la ONU convocaba un encuentro internacional para tomar una decisión sobre los Sistemas de Armas Autónomos Letales, conocidos como los robots asesinos, máquinas que sustituirían a los soldados de los ejércitos, con capacidad para decidir sobre la vida y la muerte al entrar en el campo de batalla y que carecerían de miedo o ira, pero también de compasión. Con estos datos, los cinéfilos no podrán evitar pensar en Terminator. Los soldados sin alma aún no existen, pero la tecnología para fabricarlos sí. Pensando en el ámbito civil, ¿habría llegado la robótica al prometedor futuro que se le avecina sin la investigación en el campo militar?