Excavación de un abrigo republicano en la Ciudad Universitaria, Madrid. / UCM
Los efectos de la sexta contraofensiva franquista sobre las posiciones republicanas en la orilla derecha del Ebro fueron decisivos. El joven y capaz coronel Manuel Tagüeña, al mando de los 18.000 soldados del XV Cuerpo de Ejército, dirigía las operaciones de retirada republicana en esos días de noviembre de 1938 y, tras la caída de La Fatarella, centra el esfuerzo defensivo en la estratégica línea de Raïmats. Allí se ubica la Cota 562, y en una de sus trincheras, junto con sus compañeros de la 15ª Brigada, Charlie se preparó para el inminente combate, consciente de que el futuro de los que cruzaban el río dependía de su sacrificio. Era más alto de lo habitual y también un poco viejo a sus cuarenta y tantos años entre esos jóvenes de la Quinta del Biberón. Se cercioró de que llevaba su zurrón bien provisto: las granadas polacas y munición para su fusil Mosin Nagant, y se quedó con unos pocos objetos personales: la escudilla para comer, una navaja, el cepillo de dientes y su tubo de pasta, una carta doblada cuidadosamente... En la mañana de ese 15 de noviembre, la 82 División de Franco, después de tres días de bombardeo aéreo sobre la zona, se lanzó rápida contra la Cota 562. Charlie y sus compañeros comenzaron a disparar, respondieron con sus bombas de mano. A su lado cayó una granada del enemigo y trató de devolvérsela pero no hubo tiempo. Le estalló en la mano de manera fatal. Allí mismo quedó sepultado por los soldados de la 82 que tomaron la cota. Gracias a la entrega de hombres como Charlie, el coronel Tagüeña pudo afirmar en sus necesarias memorias Testimonio de dos guerras (Planeta) que en el paso del Ebro, los franquistas no capturaron prisioneros ni material.