Por Begoña Puente, profesora de Recursos Humanos de ESADE
Un dirigente es la persona que ejercita la función profesional de dirigir, y dirigir es conducir a las personas; los equipos; las tareas y en definitiva la organización, sea global o su entorno más cercano, hacia unas metas definidas.
Se trata por tanto de recorrer un camino en el que más tarde o más temprano aparece la experiencia de lo que unos nombran desamparo y se denomina soledad. Ese momento concreto en el que el dirigente observa como parece borrarse el mundo y se encuentra frente a él; en situaciones de tomar una decisión, aclarar una realidad… En definitiva para avanzar un paso adelante y conducir al resto en ese proyecto. Resulta incómodo, y hasta extraño, para algunos explicar estas experiencias, y es una de las razones por las que en muchas ocasiones los dirigentes acuden a buscar respuestas para conseguir no sentir la soledad. Las respuestas que yo les doy se encaminan hacia una sola: la soledad es tu mejor compañía; es tu brújula, porque te indica que efectivamente estás haciendo lo que se espera que hagas: poner certidumbre en la incertidumbre.