Por Begoña Puente, profesora de Recursos Humanos de ESADE
“Necesito comentarte un tema, ¿podemos vernos?”. Esta es una pregunta que a menudo me hacen, tanto en las jornadas de formación como en procesos de coaching directivo. Y ahí es donde comienza todo.
Me cuentan y escucho. Pregunto y me responden. Intento conseguir que la persona, que ejerce la función directiva con la misma carga que su responsabilidad en ella, consiga eliminar o minimizar la dificultad que se le presenta al tomar la decisión más adecuada a la situación que me relata.
En todas las ocasiones observo un patrón común: la dificultad no se refiere tanto al desconocimiento en las alternativas que se plantean sino más bien hace referencia y está relacionado con la complejidad interna y personal para conseguir sentirse realmente acertado en la decisión a tomar y ejecutar. O lo que es lo mismo: ESTAR PLENAMENTE SEGURO. Porque no debemos olvidar que el ser humano tiende a la seguridad. Esta es la esencia intangible de la función directiva: la dicotomía entre conseguir seguridad mientras se avanza en la incertidumbre de dirigir.
“Necesito comentarte un tema, ¿podemos vernos?”. Nos vemos. Me cuentan. Empezamos por el asunto esencial de la preocupación del otro. Porque siempre empezamos de esta forma. Cada vez que deseamos consultar y compartir una preocupación con alguien vamos directos a la preocupación, sin darnos cuenta que el que nos escucha necesita poner orden y conocimiento en esa ignorancia de la situación. Y entonces nos vamos al principio.
Personalidad directiva
Otro tipo de dificultades son las que tienen su origen en la persona. Hay personas cuyo estilo de dirigir tiende a ser consultivo o democrático, es decir, comentarlo todo o casi todo y decidir con su equipo de personas más cercano. Sin embargo no siempre, tal vez en ocasiones contadas estas formas de decidir son adecuadas. Porque una cosa es clara; más tarde o más temprano el dirigente sabe que debe “ausentarse a su aposento” para pensar y decidir de forma unilateral y personal. Podemos incorporar además en esta categoría la manera en la que las personas nos relacionamos con las situaciones. Algunos muestran una tendencia a abrir opciones, a ser creativos, a incrementar el número de alternativas ante una situación, que no significa que esté ni bien ni mal, sino que simplemente significa que tal vez no sea el momento más adecuado para ello porque implica todo lo contrario. Es decir cerrar, elegir, decidir. Y le podemos añadir además la dosis referida al tipo de personalidad de cada uno y, entonces, con todos estos elementos entremezclados podemos entender la dificultad de decidir.
Es en este tipo de argumentaciones cuando siempre alguien me pregunta: “Entonces, si hay personas que presentan una mayor dificultad que otras para tomar decisiones, ¿por qué son directivos?”. Buena pregunta. Objeto de otro artículo.
Otra categoría de dificultad que detecto es la que presenta la complejidad de armonizar la dimensión racional con la dimensión emocional. La dicotomía de siempre. “Tengo claro que lo que debo hacer es… sin embargo no me siento bien pensándolo así”. Otra frase que se repite en los encuentros. Este caso es un clásico estudiado e investigado desde muchas perspectivas: las decisiones racionales o emocionales. En ocasiones actúan de forma separada, y en pocos casos de forma unitaria. No olvidemos que nos encontramos en el ámbito profesional y es en este en el que la razón cobra su mayor protagonismo. No me interpreten mal, pero no he leído nunca ninguna cláusula de contrato o requisito de puesto de trabajo que diga algo así como: “Se requiere directivo con elevado grado de emoción para la toma de decisiones de su función” ni tampoco le leído “el sueldo será de x fijo más x variable en función del grado de emoción empleado en las decisiones de su puesto de trabajo”. Sin embargo el ser humano necesita sentirse bien consigo mismo.
Y una última categoría que detecto en las dificultades de la toma de decisiones hace referencia a la no alineación entre los valores individuales y los valores organizativos. Lo que se conoce como conflicto de
valores. Ésta constituye una gran dificultad. Realmente resulta compleja y requiere de especial trato. Podría incluirse en la clasificación referida a la persona, que lo es. Cuando aparece esta dificultad comienza todo un proceso profundo de análisis y reflexión ante la inicial pregunta de consulta. Estos momentos son realmente delicados, porque enfrentan a la persona con su dimensión profesional.
Existen situaciones que nos obligan a discernir entre lo adecuado y lo correcto. Y hay organizaciones que plantean la disyuntiva entre la persona y su función. El análisis de la misma conlleva un alcance más amplio que la propia decisión concreta y suele suceder que aparecen cuestiones más relevantes como puede ser incluso el planteamiento de la continuidad de la función directiva en esa organización.
Todas las opciones anteriormente descritas y las que no han aparecido en estas palabras limitadas por espacio me llevan a concretar en tres ideas. La primera, inicial aunque se encuentre al final del argumento (siempre hay que ir al principio) es: tomar una decisión es buscar una solución a una situación que resulta problemática y todo lo problemático “per se” siempre tiene solución. Así que la frase que escucho “no encuentro una solución” no es válida por mucho que nos empeñemos en hacerla real.
Decisiones complejas
La segunda idea reside en la dificultad de tomar decisiones directivas porque atienden a situaciones en las que terceros se encuentran implicados, y porque afectan a un presente que condiciona el futuro, lo que implica abrir nuevos escenarios que anulan, tal vez, la planificación realizada en el pasado. Y como necesitamos sentir seguridad, decidir sobre situaciones que conlleven consecuencias no contempladas origina vértigo y descontrol emocional.
Y la última. A veces la dificultad de tomar decisiones directivas no es la de elegir la mejor opción. En ocasiones tal vez la dificultad se centra en saber que existe otra alternativa que consiste en determinar cuándo decidir o incluso no decidir.
Pero una cuestión es clara y cierta: decidir implica responsabilizarse de la elección, de las consecuencias inmediatas y de las que se deriven posteriormente.
“Toda decisión implica una respuesta posterior. Para mi la dificultad consiste en tener el control sobre ésta. Eso sí que es realmente difícil a la hora de elegir. Y sobre todo, la mayor dificultad en mis decisiones está cuando se trata de decidir sobre personas. Todo lo que implique al factor humano me resulta completamente complejo” (Pensamiento de un empresario-directivo en mis recientes conversaciones).
Hay 2 Comentarios
LA TOMA DE DESIOCIONES Es el proceso durante el cual la persona debe escoger entre dos o más alternativas. Todos y cada uno de nosotros pasamos los días y las horas de nuestra vida teniendo que tomar decisiones. Algunas decisiones tienen una importancia relativa en el desarrollo de nuestra vida, mientras otras son gravitantes en ella.
Para los administradores, el proceso de toma de decisión es sin duda una de las mayores responsabilidades.
La toma de decisiones en una organización se circunscribe a una serie de personas que están apoyando el mismo proyecto. Debemos empezar por hacer una selección de decisiones, y esta selección es una de las tareas de gran trascendencia.
Con frecuencia se dice que las decisiones son algo así como el motor de los negocios y en efecto, de la adecuada selección de alternativas depende en gran parte el éxito de cualquier organización.
Publicado por: VERONICA CASTRO OBESO | 06/12/2012 8:02:39
Estimada Begoña, cuando redacto el artículo, estaba haciendo otra cosa ?. Por ejemplo, que piensa de esta redacción:
“…Algunos muestran una tendencia a abrir opciones, a ser creativos, a incrementar el número de alternativas ante una situación, que no significa que esté ni bien ni mal, sino que simplemente significa que tal vez no sea el momento más adecuado para ello porque implica todo lo contrario. Es decir cerrar, elegir, decidir. Y le podemos añadir además la dosis referida al tipo de personalidad de cada uno y, entonces, con todos estos elementos entremezclados podemos entender la dificultad de decidir…”
Lo entiende? Me recordó a Nassin Taleb y capitulo donde habla del ejército de simios que escriben un articulo que tiene sentido, por pura suerte. No obstante, en su caso ni sentido tiene!
Me imagino que la gente del ESADE no lee lo que usted escribe, es una pena por sus alumnos, sobre todo los que pagan por sus MBA.
Le daré algunas directrices claves en materia de decisiones directivas:
1. Este tipo de decisiones son por lo general del tipo holista, por lo que están desprovistas en gran medida del efecto emocional típico del contacto humano. La lejanía del ejecutivo de alto nivel de las personas que serán afectadas por su decisión se asemeja a la situación de un piloto de combate que bombardea una Aldea, quién después de cumplida la misión probablemente dormirá muy tranquilo incluso si sospecha que ha matado a cientos de personas entre niños y mujeres inocentes, el hecho de no ver lo que hizo, y estar en todo momento desconectado de la realidad del terreno, le facilita la tarea de decidir dónde tirar las bombas. El caso del ejecutivo es similar.
2. Las decisiones directivas son irreversibles y no están sujetas a revisión a posteriori. Ningún ejecutivo de alto nivel es responsabilizado personalmente por sus decisiones, esta asimetría entre quien toma decisiones y quien sufre las consecuencias explica en gran parte la crisis por la que su país pasa. Simplemente quienes decidieron políticas económicas y empresariales no sufren las consecuencias de dichas decisiones, ni durante, ni después.
Suerte y inténtelo con un articulo mas serio
Saludos
Publicado por: stefan wallin | 05/09/2012 15:47:16