Por Eugenio M. Recio,
profesor honorario de ESADE
Si nos fijamos únicamente en los resultados inmediatos, el balance económico del 2012 es muy negativo por la elevada tasa de la caída del PIB, el aumento del paro, la inflación y el déficit del Presupuesto. Pero esto sería un planteamiento mal enfocado porque no tendría en cuenta la grave y compleja situación con que se inició el año y las limitaciones que supone para la política económica pertenecer a una unión monetaria.
Con una visión más realista hay que reconocer que se han tomado las medidas adecuadas para los cambios estructurales que necesita nuestra economía para recuperar un crecimiento y creación de empleo sostenibles a medio y largo plazo ¡Pobres de nosotros si se aplicaran las alternativas que proponen los partidos de la oposición! Lo malo es que por tratarse de reformas estructurales los resultados no se pueden conseguir de inmediato. Y si hay que reducir las dimensiones de entidades financieras y de la administración en sus diversos niveles, a nadie debería sorprender que lamentablemente aumente el paro.
Es verdad, sin embargo, que la reforma del sistema financiero ha sido muy lenta y su normalización es lo que ha de permitir que aumente el consumo y la inversión y, por tanto, que se creen nuevas oportunidades de trabajo, pero en esta reforma tienen que intervenir también los organismos comunitarios, que no se caracterizan precisamente por la celeridad en tomar decisiones.
Lo que sí que se podría haber conseguido a corto plazo, y no ha sido así, es recobrar esa confianza de los agentes económicos de nuestro país y del exterior, que es tan vital para que funcione una economía. Hay que reconocer, pues, que ha faltado un liderazgo eficaz para conseguir la colaboración de los partidos políticos, asociaciones profesionales, sindicatos y ciudadanía en general. Pero tampoco se ha encontrado la profesionalidad deseable en esos diversos sectores de servicios públicos que han encontrado en las huelgas la manera de responder al desafío del bien común que tiene nuestro país. El resultado de las carencias de gobernantes y gobernados es ese generalizado malestar social, cuya expresión es lo más negativo del balance económico del 2012.