Por Jesús Palau, profesor de Control y Dirección Financiera de ESADE
El pasado 11 de enero del presente año el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, lanzó un plan para reactivar la economía japonesa que estaba basado en los cuatro pilares siguientes. Una política monetaria expansiva tendente a llevar la tasa de inflación de Japón hasta el 2%, doblando el balance del Banco Central japonés. Un estímulo fiscal del orden del 2% de su PIB para todo el año 2013 y un plan adicional en torno al 6% del PIB japonés para el conjunto de los dos próximos ejercicios (2014 y 2015). Este plan se financiaría con una importante emisión de deuda pública que haría que esta se elevara en torno al 240% de su PIB en 2015. Como tercer punto una estrategia de crecimiento a medio plazo a través de una mayor desregulación de su mercado laboral y del sector servicios. Y por último un intento de depreciación del yen que facilite el incremento de exportaciones. Todo ello con el objetivo de tratar de acabar con la recesión deflacionaria que arrastra desde hace más de una década como consecuencia de su crisis financiera que tuvo como centro sus mercados inmobiliarios y bursátiles
El resultado de este plan está por ver, si bien ya se ha comprobado que en el primer trimestre el PIB creció un 0,9% (3,7 % en tasa anualizada). Aunque el plan tiene posible sombras en el largo plazo parece evidente que el gobierno japonés da por finiquitada la receta de la austeridad que tanto gusta en Europa.