Por Jordi Vinaixa, profesor del Departamento de Dirección General y Estrategia de ESADE Business School
La gestión de empresas es una ciencia relativamente reciente, en el año 2012 la prestigiosa revista Harvard Business Review, en su número de noviembre, celebraba los primeros cien años del “management” como disciplina científica con la publicación del artículo, “The Management Century”, en el que se realizaba un recorrido por la evolución de las teorías y conceptos de la disciplina a lo largo de ese periodo.
La gestión empresarial pertenece al ámbito de las ciencias sociales y como tal se fundamenta en la observación, la experimentación y la estadística, con esta última se intenta dar una probabilidad o una más amplia validez a las causas y efectos de los fenómenos observados.
La necesidad de administrar bien aparece cuando debe gestionarse una realidad compleja como es una empresa productiva de tamaño mediano o grande. Durante muchos años, la búsqueda de la eficiencia en empresas y organizaciones ya existentes ha sido el objetivo principal de la gestión empresarial.
A finales del siglo pasado, surge con fuerza la necesidad de abordar no sólo la eficiencia de las empresas existentes sino también la eficacia en la generación (concepción, implementación y crecimiento) de las mismas. En sus inicios, esta búsqueda de la eficacia se aborda con los conceptos y herramientas existentes, lo que implica tratar las empresas de nueva creación como si fueran versiones en pequeño de empresas grandes y consolidadas ya existentes. Esta aproximación, y los resultados que se obtienen, son adecuados cuando los nuevos negocios son fruto de una innovación incremental, operan en entornos razonablemente estables y conocidos y utilizan modelos de negocio conocidos y probados. En el mejor de los casos, y dada la cantidad de competidores existentes, el resultado, será una pyme.
En otros casos, esos conceptos y herramientas ya no son útiles e incluso puede ser desaconsejable utilizarlas. Ésta es la situación cuando la nueva empresa es fruto de una innovación radical o disruptiva, en la que las características del producto o servicio e incluso las del cliente/usuario/consumidor no están aun totalmente definidas y no existe un modelo de negocio probado para hacer viable la oportunidad. A consecuencia de la novedad y la ausencia de competidores, éstas son las oportunidades que pueden dar lugar a negocios de alto potencial de crecimiento.
Para abordar con una mayor garantía de éxito la creación de empresas de este último tipo se han desarrollado nuevos marcos de referencia y nuevas herramientas, las tres más relevantes, tanto por su utilidad como por su nivel de aceptación, son el “Customer Development” de Steven Blank, el “Business Model Canvas” de Alex Osterwalder y el “Lean Startup” de Eric Ries.
En los próximo tres artículos, trataremos, uno por uno, cada uno de estos tres conceptos.
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