¿Qué máquina pretende hacer funcionar el cilindro, qué sistema político intenta mover?. Desde luego el del Estado en que la ciudadanía se organiza; mas, ¿qué pasa más allá o más arriba, en el sistema político que constituye la Unión Europea; o en el sistema internacional?. Bien pudiera decirse que más allá o más arriba del Estado son los estados las estructuras de intermediación entre la ciudadanía y el poder supraestatal; pero también preguntarse si no constituirá una de las debilidades de la construcción europea la ausencia de cilindros de Trotsky – de partidos políticos u otras formas de organización colectiva – que capten y transmitan directamente las demandas de los ciudadanos y ciudadanas europeos al poder europeo. Si no es éste el poder que podría ser del todo precisamente por ser una máquina de vapor sin cilindros.
Se condensa a veces el vapor de las demandas populares en el rechazo a la situación presente, o en una demanda, una idea cuya realización en la Historia requiere al poder. ¿Qué pasa si no capta el vapor el cilindro?. ¿O si no lo utilizan para hacer funcionar la máquina, o lo que ésta produce o el camino por el que avanza no satisface las demandas, y entre tanto aumenta la densidad del vapor en la olla social, va alcanzando el agua su punto de ebullición?. ¿Busca el vapor al cilindro, el cilindro al vapor?.
Cuando la sociedad ebulle y el o los cilindros no saben o pueden captar su vapor, no da salida a éste el cilindro o la máquina que mueve, ni apaga o modera el fuego que lo origina, de manera que mantenga la caldera la temperatura, el corazón el bombear de la sangre, de manera que no estalle la caldera, ¿cómo ser cilindro y no olla a presión?
¿Y si el cilindro no mueve la máquina, sino la cambia, la transforma, hace la revolución como pretendía Trotsky?. Nos plantea esta pregunta, en primer lugar, que para afrontar el descontento popular, para canalizar el vapor a veces la cuestión no es solo la respuesta del sistema, sus políticas públicas, sino el sistema mismo: el vapor no se dirige a lo que hace, sino a lo que es. Pregunta no solo qué cilindro; sino qué sistema, qué tren y qué destino. No solo moverse, sino hacia dónde y quiénes vamos en él.
Nos recuerda, por otro lado, que cada era vive en sus paradigmas conceptuales, sus supuestos implícitos. Vive la nuestra en el paradigma sistémico y su transformación y la canalización del cambio político por las vías por él ofrecidas; mas no siempre ha sido éste el paradigma de referencia. Basta volver la vista a tiempos no lejanos para contemplar la revolución, o la fundación del sistema a través de la suscripción del contrato social, como paradigmas de referencia para la realización del cambio político.
Pareciera como si fueran el sistémico y el de la revolución/fundación paradigmas dicotómicos, como si una incompatibilidad maniquea entre uno y otro se diera. Y bien pudiera ser, sin embargo, que existan entre ellos vasos comunicantes; que rija en relación a ellos y el funcionamiento de los cilindros de Trotsky un implícito principio de Arquímedes marcado por el punto de ebullición. Si los cilindros - los partidos políticos u otras estructuras de intermediación entre la ciudadanía y el régimen político – captan adecuada o suficientemente el vapor y las necesidades y demandas que los ciudadanía expresa la poder o las ideas que formula en las plazas y las calles, en las urnas y por las diferentes vías y canales por los que se expresa la opinión pública, y las canalizan hacia el régimen y el poder político, promoviendo que éste desarrolle políticas públicas que satisfagan esas necesidades y demandas y realice progresivamente esas ideas en la Historia; mantendrá su viabilidad el sistema político y seguirá el nosotros de una sociedad navegando en su barco a través de la Historia. Si no consiguen captarlo suficiente o adecuadamente o mover en el sentido apuntado la maquinaria del poder, seguirá aumentando el vapor y su densidad en la olla social, y entrando cada vez más agua en ebullición, hasta que estalle la máquina e incluso tal vez la olla o el barco. Y sea la revolución – que algunos de sus teóricos explican recurriendo, además de a la metáfora del cilindro de Trotsky, a la de la erupción volcánica – la vía y el paradigma para el cambio político y la realización de las ideas en la Historia. De modo que después de destruida la máquina y tal vez la olla, el barco o el tren, suscriban los ciudadanos otro contrato social, construyan otra máquina y otros cilindros captadores y transformadores de vapor. Otra máquina que pueda producir esas políticas públicas o realizar esas ideas, que mantenga el vapor entre la densidad suficiente para moverla y la necesaria para que no estalle. Otra máquina, u otro barco u otros barcos en los que pueda o puedan el nosotros o los nosotros navegar en la Historia. Pues no han sido pocas en ésta las veces que cuando ha estallado la olla que contenía una sociedad o naufragado el barco en que viajaba un nosotros, se ha disgregado éste, y ha afectado el nuevo contrato social no solo al qué, sino al quiénes; y quienes antes viajaron en el mismo barco se han echado de nuevo a la mar en barcos distintos.
Cuando la sociedad ebulle, se manifiesta en las calles, expresa en ellas sus demandas, se convierte en símbolo, lema, referente o movimiento, cristaliza o cataliza en sus consignas un sentir colectivo, un mensaje, una reivindicación de la ciudadanía frente al poder. Y puede convertirse la fecha de esa manifestación, esa efervescencia o expresión de un sentir colectivo, como hemos visto el 15-M en la Puerta del Sol o el 11-S en el Paseo de Gracia, en referencia que marque un parteaguas en la conformación de la agenda política, las demandas o cuestiones que, quiéralo o no éste, deben ser objeto de respuesta, de acción y de política pública desde el poder político; objeto de la atención de la opinión pública y la actualidad informativa.
Puede esa ebullición, ese aumento, esa concentración o efervescencia del vapor constituir una fuente de energía que, captada adecuadamente por los cilindros, se transforme en poder, en movimiento, en políticas públicas, en transformación de la realidad, en realización de ideas en la Historia, en conversión en hechos de las palabras que corean en las calles o en las plazas las multitudes. Puede ese vapor diluirse en el aire, evaporarse o perderse en el recuerdo o el olvido de un pudo ser que no fue, diluirse en la imaginación o el desencanto. Puede aumentar progresivamente, arrolladoramente, descontroladamente - tal vez más allá de la imaginación o intención de quienes comenzaran a hervir el agua -, hasta estallar la olla.
Puede el vapor buscar los cilindros, llenarlos, pedirles que muevan la máquina del poder para realizar sus demandas, introducir éstas en sus programas, en la agenda o el horizonte hacia el que se dirige la máquina del poder. Puede intentar crear un cilindro, en él transformarse, convertir así en estructural a la agenda política una demanda o una idea, una visión, un programa, conseguir con él llevar el vapor a la máquina, transformar la reivindicación en la calle en programa de acción política, input que influye – o determina – en el output del sistema político.
Se plantea así a toda sociedad organizada u organizable en un sistema político no solo la cuestión y reto de la conformación de las instituciones que configuran el régimen político que pueda producir las políticas públicas que atiendan las necesidades y demandas de la ciudadanía, no solo la cuestión de garantizar los derechos fundamentales para cuya realización suscriben los ciudadanos y ciudadanas el contrato social, muy especialmente entre ellos el de participación política; sino también la cuestión y el reto de la conformación de los cilindros de Trotsky que puedan articular adecuadamente la relación y retroalimentación positiva entre la comunidad y el poder político.
Y se plantea al político, a los políticos, el reto de hacer de su partido cilindro de Trotsky que capte el vapor de las demandas y propuestas de la ciudadanía y mueva la maquinaria del poder para satisfacer y realizar en la Historia las ideas y políticas que las encarnan.
Hay 4 Comentarios
¿Y el cilindro pinchado?. El actual sistema de poder ha encontrado la forma de disipar el vapor sin que produzca movimiento alguno.
Mas le echa el vapor (la culpa) a Rajoy, que se lo echa a la doctora merkele y a los mercados. Parece que la función de esta gente es esa y solo esa. ¿Recuerdan a Rajoy diciendo "las reformas me van a costar una huelga". Mientras tanto, mientras nos entretenemos con maniferstaciones cargadas de santa razón, con 15M donde se debate si hay consenso para tomar las decisiones por consenso, la banca se lleva el 94% de las ayudas públicas, los usureros del bundesbank cobran todo con intereses crecientes.
Y estos pondrán la cara de: esto es muy duro, no ves lo que sufro por lo mal que está todo. Seguirán disipando la presión, enfriando el vapor con el desaliento y la tristeza, transfiriendo a los suyos todo lo que puedan. Y cuando digo estos, incluyo al PSOE.
No son el cilindro de mover la historia, son la cámara de descompresión para enfriar el vapor, separar las moléculas, disminuir la energía. Del poder y su gestión se ocupan sus jefes.
Publicado por: frydman | 29/10/2012 12:34:52
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Publicado por: ★★LOS MEJORES VIDEOS DE GATOS LOCOS★★ | 24/10/2012 20:12:12
Este mes justo hay una ópera en el teatro real Boris Godunof, cuyo argumento me ha recordado mucho a este post. Saludos.
Publicado por: pinganillo | 24/10/2012 14:24:36
La metáfora del cilindro y el vapor está bien lograda. El problema es que la condición humana rebasa los límites de esas figuras. Esa condición tiene tres pilares: el sexo, la riqueza y el poder en los que se apoyan las ideas, las emociones y los deseos. ¿Cuál es el camino correcto? La respuesta es sencilla: el equilibrio, el punto medio. Ya lo decía el Budha.... ni la mucha agua de las inundaciones ni tan poca que desertice. Un exceso de poder es pura tiranía, un exceso de riqueza es pura avaricia, y un exceso de sexo es pura lascivia. Sus opuestos conducen a la esclavitud de la mente y del cuerpo.
Publicado por: RAMÓN | 24/10/2012 13:48:21