Iniciaba este blog de Ideas subyacentes su entrada primera recordando que María Zambrano nos decía que el hombre es el único ser que no sólo padece la Historia, sino también la hace; que define tal vez su esencia su pasión por hacerla, su sentido sacrificial por transformar en realidad su relato, sus mitos, sus ideas, su imaginado pasado. Hacer, crear, no sólo la Historia, sino también sus sujetos y escenarios, sus fronteras. Crear, en definitiva, aquellas zonas o áreas geográficas en que se considera que transcurre la Historia, cierta Historia.
Tal es el caso de los Balcanes. Pues no necesariamente constituyen éstos una unidad política y geográfica diferenciada, sino que, utilizando una circunstancia orográfica para su diferenciación, son producto de una creación histórica desde fuera, de una denominación, en términos históricos relativamente reciente, por las potencias que en los congresos diplomáticos del siglo XIX trazaban mapas que después intentaban convertir en realidad, en buena medida sobre lo que hasta entonces habían sido territorios del Imperio Otomano, y por los historiadores y académicos que escribían la Historia. Como nos señala Mark Mazower en The Balkans. From the End of Byzantium to the Present Day (London, Orion Books, 2000), durante el siglo XVIII y la mayor parte del XIX “Turquía en Europa” era la manera más habitual de referirse a los territorios que después serán conocidos como los Balcanes, y no es frecuente encontrar antes de 1888 – año del Congreso de Berlín – textos con referencias a los pueblos balcánicos (antes bien, durante mucho tiempo fueron conocidos en el seno del Imperio Otomano como Rumelia o rums (romanos) por provenir de los pueblos del antiguo Bizancio); y sin embargo al inicio de la Primera Guerra Mundial era ya la manera habitual de referirse desde fuera a la región. Y si bien utiliza un referente geográfico, sostiene Mazower que desde el inicio los Balcanes son más que un concepto geográfico:
From the very start the Balkans was more than a geographical concept. The term, unlike its predecessors, was loaded with negative connotations – of violence, savagery, primitivism – to an extent to which is hard to find parallel… Europe quickly came to associate the region with violence and bloodshed. (Desde el principio los Balcanes fueron más que un concepto geográfico. El término, a diferencia de sus predecesores, estaba cargado de connotaciones negativas – de violencia, salvajismo, primitivismo – hasta un extremo para el que es difícil encontrar otro semejante… Europa llegó rápidamente a asociar la región con violencia y derramamiento de sangre).
Hasta el punto que la balcanización y los Balcanes se hayan convertido en referentes habituales para describir la situación de otras zonas geográficas u otros procesos históricos, vocablos del lenguaje corriente, paradigmas con los que conceptualizar dicha situación o proceso, sinónimo de disgregación territorial y recurso a la violencia como vía de acción colectiva, peligro o evolución negativa que pudiera cernirse sobre un área geográfica proceso histórico. Y de alguna manera con ello pueden estar no solo donde están, sino también en cualquier otro lugar cuya situación o perspectivas pudiera asociarse a las que despierta el vocablo.
Aunque hay hechos recientes que pueden llevar a tal identificación, difícilmente puede ésta explicarse de no constituir históricamente el lugar donde se han trazado las líneas que han dividido los nosotros de los otros: entre catolicismo y ortodoxia, entre cristiandad e Islam. Lo que lleva a diferenciar una zona que geográficamente es Europa en el seno o del resto de ella, a la emergencia de los Balcanes como sujeto y objeto de la Historia.
Emergencia que parte de la consideración, por un lado, de que los Balcanes no se construyen a sí mismos, sino que son construidos desde fuera, en un proceso de singularización y diferenciación de lo que antes había sido común. Común, primero, con el resto del Imperio Romano; después con el resto de Europa; y finalmente con el del Imperio Otomano. Singularización, precisamente, para diferenciarlo del resto del Imperio Otomano.
De la consideración, por otro, de los Balcanes como punto de encuentro entre culturas, civilizaciones, mundos. Por lo que su articulación política se ve condicionada por líneas de tensión que los dividen y estructuran; y por factores y actores respecto a los que la organización en estados constituye un fenómeno histórico reciente y muchas veces trascendido por ellos, jirones de la Historia que siguen vivos a través de ella, más allá de la vida y de la muerte del mundo que los alumbró.
Jirones, oleadas o flujos de la Historia, pasado presente de la romanización que sin embargo encontró la resistencia lingüística del griego y el ilirio (de modo que el griego y el albanés constituyen junto al vasco las únicas lenguas vivas anteriores al latín); de la línea de Teodosio que en el año 395 dividió el Imperio Romano de Oriente y el de Occidente, que posteriormente se reflejaría en la de los mundos católico y ortodoxo, de las invasiones eslavas a partir de las cuales dichos pueblos conviven en la región con albaneses y griegos; de la invasión otomana y las dinámicas de integración y resistencia que genera, así como la islamización de parte de la población. Resistencia histórica o mantenimiento identitario que junto a las corrientes nacionalistas y el debilitamiento del Imperio abre, a partir de la griega, el proceso hacia las independencias de los pueblos de la región y su organización política como estados. Un proceso, por cierto, que nace como un acto de solidaridad ortodoxa a través del apoyo de Catalina la Grande a los independentistas griegos; y que conlleva como factor geoestratégico el acceso de los poderes centrales eslavos al Mediterráneo. De la presencia, en el Mare Nostrum, de potencias centrales como los imperios ruso o austro-húngaro, de los mundos germánico y eslavo.
Un proceso que culmina con la organización política de los pueblos y territorios balcánicos en estados, en el que se pueden distinguir dos fases, la de su independencia del Imperio Otomano – y del austrohúngaro – que culmina tras la Primera Guerra Mundial con la creación del Reino que después de transformará en la República Federal de Yugoslavia y la del Estado albanés; y la de la desintegración de la antigua Yugoslavia en los años noventa del siglo pasado. Un proceso que, con el referente de la independencia griega, se acelera en torno al Congreso de Berlín espoleado por los nacionalismos y la solidaridad católica (Imperio Austrohúngaro) y ortodoxa hacia los pueblos de dichas religiones, contexto en el que el caso albanés se configura como excepción.
Explicábamos ya en el anterior entrada de este blog, Del centenario de la proclamación de la independencia de Albania, las circunstancias y factores que llevaron a ésta y a la lucha por el territorio en la Primera Guerra Balcánica, que se saldará con el nacimiento de una Albania como Estado independiente que abarca poco más de la mitad del territorio y la población de los vilayets o provincias otomanas en las que habitaban los albaneses. Población albanesa fuera de Albania, en Kosovo, en Macedonia, en Montenegro, en el Valle de Presevo, en el Norte de Grecia, que, como señalábamos, configura la denominada “cuestión albanesa” y el factor albanés en la temática y dinámica de la agenda y la acción colectiva de la región.
Por otro lado, la construcción de un Estado compartido entre los demás pueblos de la región tiene la potencialidad de la canalización de las tensiones entre ellos en un proyecto federal común, y el riesgo de que la potencialidad equilibradora de éste se vea anulada por las ambiciones de construcción nacional expansiva de sus pueblos constituyentes, y en particular la de hegemonía serbia. Desaparecida la figura de Tito y el socialismo como factor y discurso cohesionador, la narrativa y los protagonistas vuelven a pasiones nacionalistas que llevan las relaciones entre los pueblos de la antigua Yugoslavia de la cooperación de suma positiva sobre lo común a la confrontación de suma cero sobre la exaltación de lo diferente. Lo que nos lleva a la emergencia de nuevos estados en un paisaje en que éstos conviven con otros factores como actores. Estados fundamentalmente homogéneos desde una perspectiva étnica, religiosa e identitaria; y estados plurales como Bosnia y Herzegovina o la República ex Yugoslava de Macedonia. Un paisaje en que el “factor serbio” y el “factor albanés” aparecen con frecuencia en los discursos explicativos de las dinámicas regionales.
Unos Balcanes que, superada la fase del conflicto armado a través de su solución negociada y la creación de nuevos estados y recibida la perspectiva de integración europea desde el Consejo Europeo de Tesalónica, contemplan la realización de ésta a través del proceso de estabilización y asociación con la UE, primero, y de integración en ella, después. Se configura así la UE – como en su día en buena medida el Imperio Otomano – en nuevo cohesionador exterior, y la integración europea en fórmula superadora de las cuestiones y tensiones nacionales e identitarias. Y es así la transición a la democracia y al Estado de Derecho al tiempo hacia y para ser un Estado miembro de la Unión Europea.
Hay 3 Comentarios
La situación no permite mas demora. Hay que actuar de inmediato o no tendremos ninguna salida. Existe solución, pero esta pasa por plantear adecuadamente el problema. Entra en el blog e informate. Si estas de acuerdo con lo expuesto, divulga el mismo. No podemos seguir esperando que poderes económicos muy poderosos sigan manejando a su antojo. O nos movemos o seremos enterrados vivos. ENTRA Y SORPRENDETE EN: http://fraesma.blogspot.com
Publicado por: FRAESMA | 15/12/2012 0:40:56
La historia de los Balcanes, tal como la conocemos, se remonta al período de expansión del Imperio Otomano hacia oeste. La parte crucial se inicia con la caída de Bizancio, (la antigua Constantinopla), que era la capital del Imperio Romano de Oriente.El problema de fondo tuvo su origen en el enfrentamiento ideológico-religioso entre la Iglesia Católica de Roma y la Iglesia Ortodoxa de Bizancio. El Vaticano no apoyó a los bizantinos contra los turcos, y es mas, facilitó el saqueo de Constantinopla llevado a cabo por fuerzas cristianas. No querían un rival cristiano en el este de Europa. Este tipo de lucha es similar a la que hay entre suni y chiitas en el Islamismo. ¡todos posan de inspiración divina¡.
Publicado por: RAMÓN | 09/12/2012 12:59:21
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Publicado por: ★★BLOG LAS MEJORES FORMAS DE ADELGAZAR★★ | 07/12/2012 17:28:35