Geográficas, pues esta emergencia y presencia tiene una dimensión e impacto diferente en América del Sur y en la Cuenca del Caribe. En América del Sur, pues en ella se concentra el grueso de las importaciones chinas de materias primas – sean minerales, combustibles o productos agrícolas -, de modo que es en esos países donde China está pasando a ser el primer o segundo destino de sus exportaciones; mientras México, Centroamérica y los Estados del Caribe tienen su comercio fundamentalmente dirigido hacia Estados Unidos, y la irrupción china supone un aumento de la competencia para sus exportaciones a dicho mercado y hacia América Latina, afectando a la viabilidad de las maquilas que se habían desarrollado al amparo del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
De desarrollo y transformación de la estructura económica, en primer lugar, al promover por el flujo de las exportaciones un tirón hacia la primarización – o reprimarización – de la estructura económica. Uno de los lastres y efectos del modelo de inserción internacional de América Latina desde los tiempos de la Corona española, acentuado tras las independencias, ha sido lo que ha venido a denominarse el modelo agroexportador, la concentración de la Economía en el monocultivo mineral o agrícola – sea el añil, el azúcar, el algodón o el banano – que las políticas de industrialización y sustitución de importaciones de la segunda mitad del siglo XX intentaron superar desarrollando la industria, y más recientemente con el libre comercio las maquilas. La concentración de la demanda en el sector primario lleva al aumento de la producción en éste – en algunos casos, como los combustibles y minerales, de explotación limitada en el tiempo –, con el coste de oportunidad que supone para el desarrollo de otros sectores de mayor valor añadido y la diversificación de la estructura económica. Y al mismo tiempo las exportaciones chinas afectan a la viabilidad de las industrias nacionales y su competitividad.
Y, en segundo lugar, por las oportunidades y retos que plantea, junto a los de comercio, a los flujos de inversión. Pues este boom de los precios mundiales de las materias primas, del valor de las exportaciones latinoamericanas, da lugar a una acumulación de capital cuya utilización puede resultar decisiva para dar un salto hacia el desarrollo, según se dedique al consumo – o a los beneficios privados de las élites – o a la inversión pública en infraestructuras y sectores que permitan la superación de los cuellos de botella para el desarrollo y a la inversión privada en sectores de mayor valor añadido y componente tecnológico, decisivos para la inserción internacional en la sociedad de la información. No es lo mismo tampoco que la inversión china se concentre en la extracción de materias primas y la producción agrícola o la construcción de infraestructuras para su comercialización; que que lo haga también en manufacturas e industrias con alto componente tecnológico, y en infraestructuras importantes para el desarrollo y la integración regional más allá de su utilidad para facilitar las exportaciones. Ni que se transfiera tecnología en las inversiones asiáticas realizadas. Sin olvidar la necesaria pregunta, de especial relevancia en el caso de España, sobre sus efectos en los sectores de actividad en que están presentes otras empresas internacionales, las oportunidades y competencia que para ellas conlleva. No es lo mismo para el desarrollo y la transformación de la estructura económica; ni lo es para la de la estructura social, para el desarrollo de las clases medias, que resulta fundamental para la superación de la desigualdad que lastra la viabilidad política y socioeconómica latinoamericana y para la consolidación de la democracia. Pues mientras la actividad económica en el sector primario incrementa el empleo, pero se basa fundamentalmente en mano de obra poco cualificada que compite vía salarios (cuando no con la propia mano de obra china trasladada sobre el terreno), otros sectores requieren de mayor cualificación y tiran del ascenso hacia la clase media a partir del recurso a la educación como ascensor social.
Consideraciones cualitativas del qué que nos llevan a la importancia del cómo. Cómo se negocie – que se negocie – esa irrupción de Asia/China, qué contrapartidas, qué juegos de suma positiva, qué interés mutuo. Negociar, en cada caso, bilateralmente; pero también conjuntamente, mutilateralmente: de ahí la importancia de la construcción de la integración regional hacia dentro y de foros y organizaciones internacionales, mecanismos y arquitectura diplomática hacia fuera. Integración hacia dentro, para ofrecer hacia fuera un mercado con masa crítica para situarnos en una posición negociadora equilibrada y economías de escala a los actores económicos que queramos atraer; además, ante todo, del desarrollo de los propios hacia dimensiones competitivas en el mercado global. Y hacia fuera desarrollo de foros y organizaciones internacionales, o participación en las existentes: tal es el sentido último y dimensión estratégica de la creación de la Alianza del Pacífico, del Foro de cooperación América Latina Asia del Este (FOCALAE), de la participación de economías latinoamericanas en APEC, o de la celebración de la Cumbre China-América Latina. Y sin embargo, si observamos el estado de los procesos de integración a uno y otro lado del Pacífico, no podemos dejar de resaltar que mientras a través de ASEAN las economías del Sudeste asiático han construido un bloque con el que plantear de tú a tú sus relaciones con China, Japón, Corea y otras economías; los procesos y foros de integración en América Latina distan de haber alcanzado el grado de integración e interlocución exterior de ASEAN.