Manuel Montobbio

Sobre el autor

Manuel Montobbio, diplomático y doctor en Ciencias Políticas con formación pluridisciplinar, ha desempeñado diferentes responsabilidades en el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación y ha estado destinado en San Salvador, Yakarta, México, Guatemala y Tirana. Paralelamente, ha desarrollado una trayectoria académica y literaria, que le ha llevado a publicar diversos libros, ensayos y obras de pensamiento y creación como Salir del Callejón del Gato. La deconstrucción de Oriente y Occidente y la gobernanza global, Guía poética de Albania y Tiempo diplomático. Acaba de publicar Mundo. Una geografía poética.

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Mis libros

MUNDO Una geografía poética

MUNDO

Una geografía poética

Toda poesía reunida refleja un mundo, como el recogido en esta geografía poética que, siguiendo la figura del héroe que lo sostiene, ofrece al lector un viaje por éste en cuyas estaciones o etapas encuentra los poemarios y poemas que lo habitan, sean éstos los que sostienen el mundo o los que relatan sus lugares perdidos, soñados o encontrados, sus fronteras, viajes o lugares-siempre.

Tiempo diplomático

Tiempo diplomático

Una invitación a vivir un destino diplomático en sus diferentes etapas y una aproximación a las funciones del diplomático que, entre el ensayo y el relato, intenta responder a las preguntas de qué es la diplomacia, qué es y qué hace un diplomático y su sentido, y al tiempo va más allá.

Guía poética de Albania

Guía poética de Albania

Una aproximación a la esencia y el alma de Albania, su drama, sus mitos y su universo simbólico en un viaje sinfonía en cinco movimientos —Guía de Albania, Tirana, Búnkeres, Mujeres-hombre y Cielos de Albania—, en que nos adentramos en su realidad y referentes colectivos y en las grandes cuestiones y anhelos que afrontamos en nuestro navegar con la vida en el mundo.

Salir del Callejón del Gato

Salir del Callejón del Gato

La deconstrucción de Oriente y Occidente y la gobernanza global

Un viaje por los espejos que condicionan nuestra visión de la realidad y del mundo y de búsqueda de nuevos paradigmas sobre la democracia, el desarrollo, la paz, la diversidad cultural y otros elementos para la construcción de la gobernanza global.

La metamorfosis del Pulgarcito

La metamorfosis del Pulgarcito

Transición política y proceso de paz en El Salvador

Un análisis del proceso salvadoreño y la problemática de la construcción de la paz y la democracia en El Salvador desde la doble perspectiva de la Sociedad Internacional y la sociedad nacional, como proceso de paz y a la luz de las teorías de la transición democrática, la revolución y el contrato social, y sus lecciones para otros procesos.

De la sustancia e implicaciones de los “valores asiáticos”

Por: | 24 de febrero de 2013

    Nos preguntábamos en la anterior entrada de este blog, De la proclamación de los “valores asiáticos”, cuál es, más allá del discurso, la sustancia, el contenido, la esencia de éstos; cuáles sus implicaciones y consecuencias.

    Preguntas cuya respuesta debe plantearse a partir del contexto en que su proclamación tiene lugar. Un contexto, una época que tuve ocasión de vivir en la región, como diplomático destinado en Yakarta y acreditado en Indonesia y en Singapur en la primera mitad de los noventa. De la que recuerdo, junto a ese desencuadre cotidiano de contemplar en el periódico el mapamundi con el Pacífico – y no el Atlántico – en el centro – España y Europa en el extremo, a veces sin caber -, esa efervescencia palpable en el día a día de la región en la época en que se proclamaron los valores asiáticos; ese crecimiento que se palpaba no sólo en las tasas de crecimiento de casi dos dígitos en las estadísticas, sino también físicamente, en ese rascacielos nuevo, que no estaba en esa avenida cuando pasamos hace quince días. Efervescencia en una coyuntura histórica en que, en el deshielo de la Guerra Fría, se plantea, a partir de la de Río de Janeiro sobre desarrollo sostenible en 1992, la celebración de sucesivas cumbres mundiales de Naciones Unidas - desarrollo sostenible (Río, 1992), derechos humanos (Viena, 1993), población (Cairo, 1994), mujer (Beijing, 1995), desarrollo económico y social (Copenhague, 1996) - que pretenden, hasta su culminación en la Cumbre del Milenio, construir los grandes consensos globales sobre las cuestiones que afectan a la viabilidad global del planeta. Perspectiva en la que la proclamación de dichos valores adquirirá particular relevancia política – al proclamar los valores asiáticos los de la sociedad sobre los del individuo –, como pudo comprobarse en los debates previos y en las negociaciones de la Cumbre Mundial de Derechos Humanos celebrada en Viena en 1993, su declaración prueba sin embargo de la posibilidad de consenso sobre éstos desde visiones distintas.

    Tuve ocasión una década después de participar como ponente en un curso de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en Barcelona que se planteaba precisamente responder a esas preguntas, y analizar las consecuencias de la afirmación de los “valores asiáticos” en la conformación y funcionamiento del sistema internacional, en Asia y globalmente. Dichas ponencias y aportaciones quedaron recogidas en un libro colectivo editado por Séan Golden y publicado por CIDOB bajo el título Multilateralismo versus unilateralismo en Asia: el peso internacional de los “valores asiáticos” (2004), referente en la bibliografía en español sobre esta temática, de necesaria consideración al intentar responderlas.

    Así, los “valores asiáticos” responderían a una cultura comunitaria basada en el consenso, la seniority, lo indirecto, la supremacía de la comunidad sobre el individuo y las redes de solidaridad como bases sobre las que construir el régimen político y la justicia social. Los define Golden como un conjunto de valores compartidos por diferentes nacionalidades y etnias de Asia oriental; en que la comunidad prevalece sobre el individuo, y el orden y la armonía sobre la libertad particular; y se rechaza la separación de la religión de otros aspectos de la vida. Su vigencia caracterizaría a dichas sociedades por el énfasis especial en el ahorro y la moderación en los gastos, la insistencia en la necesidad de trabajar bien, el respeto hacia el liderazgo político, una relación no adversaria entre el gobierno y el sector empresarial y el énfasis en la lealtad hacia la familia; y daría lugar a la insistencia en interpretar el éxito económico de estos países en relación con estos valores, y no de acuerdo con modelos supuestamente neutrales ni por la adopción de valores occidentales.

    Desde su perspectiva, el desarrollo de sistemas políticos en las sociedades asiáticas debe hacerse de acuerdo con estos valores específicos de las culturas asiáticas, que no son susceptibles a la reforma o a la crítica basada en principios liberal-demócraticos desarrollados en las sociedades occidentales; y se afirma el convencimiento de la existencia de una gran transformación que está en marcha, y que invoca el ascenso de “Oriente” y el ocaso de “Occidente”, así como la inquietud hacia ciertos “valores occidentales”, relacionados con un excesivo énfasis en el individuo a costa de la comunidad, una falta de disciplina social y un exceso de tolerancia en la excentricidad y la anormalidad en el comportamiento social (que implica que “Occidente” podría aprender de los “valores asiáticos”)

    ¿Realidad o discurso?. Bien es cierto, como señala Amartya Sen en Desarrollo y libertad (2000) y en Identity and Violence. The illusion of destiny (2006), que en la tradición asiática podemos encontrar, en ciertas lecturas y autores, tradiciones que justifiquen una versión autoritaria de los “valores asiáticos”, como igualmente podemos encontrar y se han encontrado históricamente bases conceptuales para el autoritarismo en el pensamiento occidental; pero también autores y antecedentes defensores de la universalidad los derechos humanos, de la libertad y de la tolerancia. Que si una cierta lectura de Confucio puede presentarse como base de dicha formulación, su obra permite otras lecturas en otros sentidos. Que las culturas asiáticas cuentan con otros pensadores y figuras históricas de honda huella. Que “creer que en la Historia de Asia han predominado los valores autoritarios es no hacer mucha justicia a la rica variedad de ideas que hay en las tradiciones intelectuales asiáticas” (Sen, 2000: 299). Que “da la casualidad de que la idea de que los valores asiáticos son intrínsicamente autoritarios tiende a provenir casi en su totalidad de portavoces de quienes están en el poder” (Sen, 2000: 298). Que el debate en torno a los “valores asiáticos” y los derechos humanos ante la Cumbre Mundial de Derechos Humanos (Viena, 1993) fue ante todo un debate asiático, que contempló una movilización de organizaciones y movimientos de derechos humanos en toda la región reclamando la universalidad y vigencia de los mismos. Que, puestos a cuestionar, hay Asias y Asias: resulta cuestionable que la diversidad de Asia – si bien éstos suelen plantearse respecto a Asia Oriental – sea susceptible de ser reflejada en unos únicos valores compartidos. Que la afirmación de los valores asiáticos

“está claramente influenciada por una manera reactiva de responder a las reivindicaciones occidentales de ser la patria natural de la libertad y los derechos humanos. En lugar de cuestionar tal reivindicación, Lee propone responder a Occidente arguyendo: sí, no hacemos mucho por las ideas occidentales de libertad y derechos humanos, pues tenemos algo mejor. Esta versión de la dialéctica antioccidental está también, en sentido dialéctico, obsesionada con Occidente” (Sen, 2006: 95)

    Pero no lo es menos que, así como como señala Kam Louie (Golden ed., 2004: 178) “las interpretaciones del confucianismo han cambiado hasta el punto que sería escandaloso afirmar que la esencia es la misma que hace cincuenta años”, asistimos a una internacionalización del mismo, de una voluntad de proyección internacional de éste de la mano de la creciente centralidad de China. Que la cultura de ésta - y en buena medida de Asia -, su planteamiento y su acción está imbuida de ideas fuerza y lógicas diferentes a la occidental, de necesaria consideración al interactuar con ella, como necesariamente acontece en la actual configuración del sistema internacional. Como el enfoque holístico y el razonamiento circular frente al deductivo e inductivo occidental; la simultaneidad del ying y el yang, el blanco y el negro – o la economía socialista de mercado – frente a la lógica binaria del blanco o negro occidental; o la preocupación por el prestigio (salvar la cara), la actuación indirecta, la confianza y la centralidad como claves explicativas del funcionamiento de las relaciones sociales, hacia dentro y hacia fuera. Que si bien, como señala Guy Olivier Faure (Golden ed., 2004), la sociedad china está experimentando profundas transformaciones – caracterizadas por procesos de adquisición de conciencia individual y de secularización, el creciente materialismo en la estela del “hacerse rico es glorioso” proclamado por Deng Xiao Pin, el retorno de antiguas creencias o la transformación del concepto del tiempo – que llevan a una progresiva convergencia con los valores centrales de la civilización occidental, siguen existiendo sin embargo sustanciales diferencias culturales. Que, frente al rechazo de la cultura tradicional como impedimento a la modernización impulsado en su día por Mao, la vía impulsada por Deng apuesta por la utilización e integración de las técnicas occidentales en la cultura china. Que, como señalaba John Gray en Falso amanecer. Los engaños del capitalismo global (2000: 246),

“en las culturas asiáticas, las instituciones de mercado se consideran instrumentalmente, como medios para la creación de riqueza y de cohesión social, no teológicamente fines en sí mismos. Uno de los atractivos que tienen los “valores asiáticos” es que, al adoptar una aproximación a la vida económica totalmente instrumental, evitan las obsesiones occidentales que hacen de la política económica un terreno de conflicto ideológico. La libertad “asiática” con respecto a la teología económica permite que las instituciones de mercado se juzguen y se reformen en referencia a cómo sus actuaciones afectan a los valores y a la estabilidad de la sociedad.”

Lo que le lleva a concluir que

“Hemos entrado en la era del ocaso de Occidente. No es una era en que todos los países asiáticos vayan a prosperar y todos los países occidentales vayan a sufrir un declive. Es un período en que la identificación de “Occidente” con la modernidad está terminando. Puede que la propia idea de “Occidente” se haya vuelto arcaica: las viejas polaridades de “Oriente” y “Occidente” ya no captan la diversidad de culturas y de regímenes del mundo.

Un Asia monolítica es, en buena medida, algo tan quimérico como la “civilización occidental”. El crecimiento inexorable de un mercado mundial no da lugar a una civilización universal, sino que hace de la interpenetración entre culturas una condición global irreversible”

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De la proclamación de los “valores asiáticos”

Por: | 17 de febrero de 2013

    Vivimos en el mundo de los emergentes emergidos, de la emergencia de un sistema multipolar que parece destinado a reemplazar estructuralmente el sistema bipolar de la Guerra Fría tras la ilusión de unipolaridad hegemónica de Estados Unidos tras la caída del muro de Berlín que caracterizó el entresiglos abierto con ella. Una ilusión de la que tal vez como ninguna constituye expresión y símbolo la proclamación del fin de la Historia por Francis Fukuyama. Ilusión de que, desaparecida la tensión Este-Oeste motivada por la confrontación de dos proyectos de organización social igualmente nacidos del sueño de la razón occidental y con similar vocación de universalidad, dicha caída confirmara la imposición definitiva de esa universalidad occidental como universal universal, y con ello la Historia – esa concepción de la Historia como algo que se hace, y se hace por los seres humanos, donde realizar éstos sus ideas, a menudo contemplada cual lienzo en blanco dispuesto a recibir la impronta del filósofo rey que se esconde tras los hacedores de Historia – hubiera llegado a su fin.

    Una época caracterizada por ese fenómeno único en la Historia que supone la emergencia simultánea de China e India – y de Asia y el Pacífico en general – hacia el desarrollo y la centralidad. Único, pues ha contemplado la Historia del auge y declive sucesivo de potencias globales, mas no que ello supusiera al tiempo el acceso de más de la mitad al desarrollo, con su potencialidad transformadora global de ésta. Un sistema internacional cuyo centro de gravedad se desplaza hacia Asia, lo que ha motivado el “Asian pivot” de Estados Unidos, su viraje estratégico hacia Asia.

    Sosteníamos en la anterior entrada de este blog, De las ideas, el poder y la reconfiguración del Sistema Internacional, que los cambios en la estructura y equilibrio de poder de éste ha conllevado el de las ideas en que se basa éste y su funcionamiento; y nos preguntábamos por las consecuencias intelectuales de la emergencia global de Asia – y especialmente de China e India –  y el desplazamiento hacia ella del centro de gravedad del Sistema Internacional, de si conllevará el cuestionamiento de la universalidad de los paradigmas que rigen un orden internacional conformado al calor de la primacía occidental y el equilibrio de poder existente al final de la Segunda Guerra Mundial, que no responde ya a la realidad de hoy.

    Mas antes de las ideas asiáticas emergieron los “valores aisiáticos”. Y antes de responder esa pregunta, de abordar la emergencia de las ideas asiáticas como corolario de la emergencia de Asia, procede abordar la de éstos, proclamados a principios de los noventa, al calor de la emergencia de la creciente e irresistible de la gravedad del Pacífico y con ella, de la conformación real y potencial de un nuevo centro de gravedad del sistema internacional en el Este, por Lee Kwan Yew y otros líderes de la región.

    Si bien la afirmación de Occidente y su universalidad en la que Occidente se ha mirado a sí mismo como ante los espejos cóncavos o convexos había dado lugar a otros espejos, como el orientalismo a través del que Occidente ha contemplado y contempla a Oriente como el otro y, al afirmarlo como tal, de alguna manera lo crea, o el occidentalismo con el que desde Oriente se contempla a Occidente y su misión civilizatoria no como fuente de avance hacia el superior grado de evolución en que nos encontraremos en el fin de la Historia, sino como agente destructor del paraíso perdido y de la degeneración contemporánea frente a la que reaccionar; los “valores asiáticos” constituyen un nuevo espejo en el Callejón del Gato sustancialmente diferente a los anteriores, al plantear desde Oriente por primera vez una universalidad alternativa a la de Occidente. ¿Negación de la universalidad o de la occidentalidad de ésta?.

    Muchas y diversas son las sociedades y zonas geográficas que, pasada la experiencia colonial europea, han reconstruido o construido sus relatos cosmogónicos recuperando la Historia anterior a la presencia europea, frecuentemente presentada como una edad de oro o paraíso perdido destrozado por ésta y afirmada como la verdadera esencia del nosotros y base para la construcción nacional en la independencia; como instrumento para la construcción de un nosotros diferenciado con el que navegar, hacia dentro y hacia fuera, frente al de Occidente y en el nosotros global. Dichos discursos juegan sin duda un papel relevante por su influencia en la acción colectiva, interna e internacional, de esas sociedades y sus estados y poderes y actores relevantes. Sin embargo ninguno de ellos comparable a los “valores asiáticos”.

    Por el qué y por el dónde. Pues la relevancia de la proclamación de los “valores asiáticos” radica no sólo en la negación implícita de la universalidad de los valores occidentales que comporta al afirmar unos valores globales alternativos para Asia Pacífico, sino también en que se realiza cuando  el mundo asiste a esa emergente gravedad del Pacífico con toda su vis atractiva y potencialidad reestructuradora del sistema global. Un centro de gravedad que aglutina a dos tercios de la población del planeta, la mitad del comercio y la cuarta parte de la producción mundial, de momento... Y que, por primera vez desde que Occidente tiene memoria de sí mismo como tal – la excepción japonesa aparte - no está en Occidente. Pero sin embargo accede progresivamente al Norte que en la dialéctica poscolonial lo había sustituido, y que ya no podrá seguir siendo Occidente, al menos de la misma manera. Llega, a pesar de los dados cargados y condiciones históricas más competitivas y difíciles, casi sin que nos hayamos dado cuenta, al ansiado desarrollo y bienestar, inundando de sus productos los mercados y las vidas de los ciudadanos de Occidente, constituyendo una competencia que lleva a la reestructuración y a la desaparición de sectores enteros de las economías occidentales. La globalización tiene rostro asiático y, por primera vez, el rostro de sus ganadores no es necesariamente blanco. La emergente gravedad del Pacífico abre grandes oportunidades, y el posicionamiento en la misma constituye uno de los grandes retos y embates estratégicos de las empresas y actores de Occidente; pero es contemplada desde éste al tiempo como competencia y amenaza, la amenaza del éxito del otro. Que proclama que dicho éxito en la eficiente aplicación de la tecnología y modos de producción de Occidente para alcanzar del desarrollo no se debe a la asunción de sus valores; sino, al contrario, gracias a la utilización de dicha técnica manteniendo la propia cultura, con otros valores, las sociedades asiáticas estarían consiguiendo resultados de su aplicación más eficientes que en Occidente, prisionero de los costes del Estado del bienestar y de un estilo de vida carente de ambición y capacidad de sacrificio por el futuro.

    Gravedad del Pacífico, transformación de la región, centralidad de China, siempre presente en el que siempre se ha considerado el Imperio del Centro; y también en la conciencia colectiva de Occidente, el “cuando China despierte” de Napoleón en su memoria. China, Asia Pacífico ha despertado ya, con plena conciencia y ambición de transformarse a sí misma  y contribuir decisivamente a la definición de un sistema global del que quiere constituir, constituye ya, polo protagónico.

    Constituye a su vez la proclamación de los “valores asiáticos” muestra de esa conciencia, de esa ambición, de esa afirmación cuestionadora. ¿Cuál es sin embargo, más allá del discurso, su sustancia, su contenido, su esencia?. ¿Cuáles sus implicaciones y consecuencias?. Intentaremos en este blog responder a esas preguntas.

De la ideas, el poder y la reconfiguración del Sistema Internacional

Por: | 10 de febrero de 2013

    ¿Cuáles son las ideas que mueven el mundo, que constituyen los supuestos implícitos y leit motifs en los que se basa en funcionamiento del Sistema Internacional?. ¿Cómo conforman el poder y son promovidas por éste?.

    Quisiera compartir con los lectores de este blog algunas de las consideraciones que para responder a tales preguntas realizaba en un trabajo publicado en el número de Septiembre-Octubre de Política Exterior bajo el título "Ideas y poder en el sistema internacional", partiendo de la que constituye la realización de las ideas en la realidad y en la Historia objeto y esencia de la política. Pues el Estado, el sistema político y el sistema internacional son, en sí mismos, ideas con mayor o menor perfección hechas realidad, que al tiempo explican y condicionan su funcionamiento.

    Idea es, especialmente, el Sistema Internacional, conceptualización de la Sociedad Internacional y su funcionamiento elaborado por los teóricos  de las relaciones internacionales; y sus elementos – actores, estructura, dinámicas -, sus conceptos reguladores – como el de equilibrio de poder – y sus supuestos implícitos – si vis pacem para bellum – ideas, prismas o paradigmas desde los que se explica su funcionamiento, y a la luz de los cuales se adquiere la condición de actor y se motiva sus estrategias.

    Poder para las ideas e ideas para el poder: mueven éstas el ejercicio del poder en el Sistema Internacional; y tiene por objeto su ejercicio producir las ideas y normas que determinan su funcionamiento.

    Como muestra el hecho de que los cambios en la estructura y equilibrio de poder del sistema ha conllevado el de las ideas en que se basa éste y su funcionamiento; y su influencia en la determinación de la agenda y el debate, especialmente en relación con la gobernanza y los bienes públicos globales.

    Así, por ejemplo, el pensamiento económico que marca el debate y la gobernanza económica global está fundamentalmente determinado por las instituciones financieras internacionales, y éstas a su vez nutridas por economistas mayoritariamente formados en las principales universidades de élite anglosajona. O, por poner el hipotético ejemplo de política fic­ción de que se considerara la colonización de Marte, ¿qué Estado tendría la capacidad de proponer un tratado para ello que los demás conside­raran plausible?. Así mismo, ¿puede imaginarse el presente debate y conformación de la agenda internacional sin conceptos como gobernanza, desarrollo humano, seguridad humana, globalización, eficacia de la ayuda, ajuste estructural o Estados fallidos? ¿O sin el choque de civilizaciones de Huntington, el poder blando de Nye, el Estado posmoderno de Cooper o las nuevas guerras de Mary Kaldor?. Y sin embargo, hace apenas unos cuantos años no estaban ahí: tal vez existieran ya, pero no sabían que se llamaban así.

    Lo que nos plantea la cuestión de las consecuencias intelectuales de la emergencia global de Asia – y especialmente de China e India –  y el desplazamiento hacia ella del centro de gravedad del Sistema Internacional, de si conllevará el cuestionamiento de la universalidad de los paradigmas que rigen un orden internacional conformado al calor de la primacía occidental y el equilibrio de poder existente al final de la Segunda Guerra Mundial, que no responde ya a la realidad de hoy.

    Si en los años noventa asistimos a la proclamación de los “valores asiáticos” por Lee Kwuan Yew, desde finales de la pasada década asistimos a la emergencia de las ideas asiáticas, que en base a la experiencia exitosa de los modelos asiáticos ofrecen soluciones alternativas a las grandes cuestiones globales. Cabe en este sentido considerar la obra de Kishore Mahbubani The New Asian Hemisphere. The irresistible shift of global power to the East (2008) el parteaguas de esa transición de los valores a las ideas asiáticas, la presentación desde Asia de su toma de conciencia sobre el desplazamiento del poder global y sus ideas para la reconfiguración del sistema de gobernanza global. Tal vez no sea casualidad que el año de su publicación fue también el de la de ¿Qué piensa China? de Mark Leonard, que muestra a su vez la transición de la atención a lo que hace China, a lo que piensa, por parte de los creadores de pensamiento occidentales. Pudo haber un día en que se pensara que la adopción en Oriente de las técnicas de producción de Occidente conllevaría la de sus valores e ideas, el desarrollo y la extensión de la economía de mercado en China la transformación de su sistema político hacia el que Fukuyama presentara como encarnación del fin de la Historia. Lejos de ello, el éxito económico de China y su penetración económica en el mundo en desarrollo supone no sólo la emergencia de fuentes económicas alternativas para el mundo en desarrollo, sino también la de un modelo político y una fuente de legitimidad alternativas. Supone también el debate interno de China, en China, sobre su propio modelo, y el interés que para el mundo tiene el seguirlo. Un debate sobre la China 3.0 que inicia su ciclo tras la de Mao y la de Deng que importa al mundo, en el mundo, y especialmente a los europeos. Que nos muestra en su pluralidad y complejidad la obra colectiva China 3.0: what does the new China think and what does it mean for Europe?, que ha publicado recientemente el European Council for Foreign Relations.

    ¿Qué piensa China sobre el Sistema Internacional?. ¿Qué implicaciones puede conllevar su emergencia – o reemergencia – como potencia global, no solo sobre su funcionamiento y la distribución del poder en él, sino sobre su concepción misma, sobre las ideas, paradigmas y supuestos implícitos que los sustentan y subyacen tras él?.

    La consideración de las ideas y el poder en el Sistema Internacional nos lleva hoy necesariamente a hacernos esas preguntas. Y nos lleva, por otro lado, a considerar que el poder de un actor en el seno del Sistema Internacional sea, también, el de formulación y promoción de ideas como paradigma dominante. Y a preguntarnos por el objeto de la Política Exterior. Si la posición internacional de un Estado es X y al cabo de cierto tiempo es Y, puede ser éste conseguir que Y>X. Para ello juega el juego internacional; pero puede plantearse también jugarlo para cambiar sus reglas, para incidir en su conformación y transformación, en la negociación sobre ellas. No son las mismas las capacidades requeridas para uno y otro juego; y necesitan éstas, especialmente la segunda, de pensamiento. No sólo de la capacidad de decir no a propuestas que consideremos que afectan negativamente a nuestros intereses, sino de formular aquellas a las que los demás digan que sí, que puedan centrar el debate y su resultado. Pensamiento en sí mismo objeto de la acción internacional y pensamiento para la acción, para la optimización de la acción internacional y el ejercicio de la actoría internacional, para la planificación y gestión por objetivos de la Política Exterior.

    Ideas en la Política Exterior y sobre la Política Exterior: de ahí que, en algunos Estados maduros, se formulen “doctrinas” – cuerpo de planteamientos y principios generales rectores y orientadores sobre qué hacer o no hacer y cómo –, a menudo bautizadas con el nombre de su formulador. Así, en Estados Unidos determinados períodos de la Historia reciente de su Política Exterior difícilmente podrían explicarse sin, por ejemplo, la doctrina Kennan o la doctrina Powell.


    ¿Cómo se formulan?. ¿Quiénes y para qué?. ¿Cómo se promueven y dan a conocer a los diseñadores y decisores políticos?. ¿Cómo se transforman en realidad e inciden en ella?. ¿Cómo se configura la geopolítica del pensamiento?. A responder estas preguntas dedicaremos otras entradas de este blog.

    Hemos abordado en las entradas de este blog De la emergencia de China y Asia en América Latina y De las implicaciones y consecuencias de la emergencia de China y Asia en América Latina el análisis de este fenómeno caracterizador de la evolución reciente de América Latina y su inserción internacional y de sus implicaciones y consecuencias en América Latina. Mas no se quedan éstas en ella; sino que van más allá. Como nos muestra, por ejemplo, que éstas hayan estado protagónicamente presentes en el diálogo en la Cumbre entre la Unión Europea y la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe UE-CELAC, celebrada el pasado fin de semana en Santiago de Chile. O el que, en sus declaraciones y acciones, la delegación del Gobierno español en ella presente, encabezada por el Presidente Rajoy, haya enfatizado la importancia que otorga a la Alianza del Pacífico y su relevancia para el futuro de América Latina, en la que España ha obtenido el estatus de observadora. ¿Cuáles son las consecuencias de este fenómeno para los actores extrarregionales, y en particular para la Unión Europea y España?. ¿Cuál la potencialidad de la Alianza del Pacífico?. Sin ánimo exhaustivo y con el propósito de contribuir a la necesaria reflexión que exige la respuesta a tal pregunta, señalemos algunas.

    Consecuencias, ante todo, conceptuales. Pues desde los descubrimientos América Latina ha sido tal vez Extremo Occidente, mas Occidente al fin. Ibérico o anglosajón, su inserción internacional ha estado hasta hoy determinada por su relación con Europa o América del Norte. Y a través de América Latina fuimos a Asia, a nosotros llegaba por el galeón de Manila. A través de América Latina llega Asia también hoy a nosotros. Nuestra política latinoamericana pasa hoy, también, por Asia. Hacerla implica hacerla frente a nuevos actores y nuevos foros. Nuevos actores, los asiáticos que están en América Latina, y especialmente China. A través de la interlocución y la acción. Reto de conocimiento sistemático y lo más completo posible, en primer lugar, de qué piensa y qué hace – qué quiere hacer - Asia/China en América Latina. De análisis de los posibles juegos de suma positiva, qué queremos y qué podemos ofrecer, qué podemos hacer. De interlocución con los latinoamericanos sobre Asia/China, y con Asia/China sobre América Latina, introduciéndolo sistemáticamente en nuestro diálogo y acción, desde el Estado y desde la sociedad. De atracción hacia España del interés de Asia/China hacia América Latina, formación de sus expertos en la región, conformación como puente hacia allí. Nuevos foros, como la Alianza del Pacífico, FOCALAE (Foro de Cooperación América Latina Asia del Este), APEC (Conferencia Económica Asia Pacífico), u otros.

    Consecuencias, también, en la reconfiguración de la arquitectura diplomática de la inserción internacional de América Latina; y la  disminución en ella del peso relativo de las Cumbres Iberoamericanas, más allá de cuál sea su contenido y resultados. Pues cuando se crearon eran las Cumbres: hoy son unas de las Cumbres. Entonces, además de la OEA, eran el único foro en que los líderes latinoamericanos se reunían entre ellos, sin Estados Unidos, y lo hacían además con España y Portugal. Cumbre de las Américas, APEC, Cumbre UE-CELAC, FOCALAE, Alianza del Pacífico; y sobre todo las propias Cumbres latinoamericanas – CELAC, UNASUR y regionales –, en que se produce la concertación fundamental.

    Particular atención merece, en esta reflexión sobre la reconfiguración de la arquitectura diplomática en América Latina y su relación con la emergencia de China/Asia en la región, la creación de la Alianza del Pacífico. Pues si, como su propio nombre de alguna manera indica, esa vocación de proyección al Pacífico, de afrontar el reto y aprovechar la oportunidad que de él viene, es consustancial a su constitución, y en buena medida a ella ésta responde, sus consecuencias pueden sin embargo, de desarrollarse en toda su potencialidad, afectar globalmente a la arquitectura diplomática de la región en su conjunto y a su inserción internacional, a sus equilibrios y dinámicas.

    Promovida a partir de la Declaración de Lima en Abril de 2011 y constituida formalmente en la Cumbre de Presidentes celebrada en el desierto de Atacama en Junio de 2012, conformada por Chile, Colombia, México y Perú, con Panamá y Costa Rica como observadores, con una vocación de integración económica que abarque tanto el libre flujo de mercancías como de personas – como muestra la supresión de visados entre sus miembros -, 207 millones de habitantes, 5.144.603 kilómetros cuadrados, un PIB  de 2.883.241 millones de dólares y una renta per cápita de 13.900, exportaciones por valor 525.200 millones (el 55% de las de América Latina, superando las de Mercosur) e importaciones por valor de 505.880 millones de dólares en 2012, supone en su conjunto el 35% del PIB de América Latina y la novena economía del planeta.

    Afronta sin duda retos para su desarrollo, como la sostenibilidad del inicial impulso político a través de la institucionalización y la dotación de una secretaría o estructura administrativa que le dé continuidad e implementación, aporte soluciones técnicas a la visión y voluntad política, o la dotación de infraestructuras que faciliten la operatividad e integración efectiva de este gran mercado del Pacífico, o la implementación efectiva de la libre circulación de mercancías y personas. Pero tiene activos, y sobre todo potencialidades.

    Activos como su alto grado de apertura e inserción internacional, incluyendo el marco de acuerdos de libre comercio o de relación económica con Estados Unidos, China y la Unión Europea. Así, mientras todos ellos tienen ya suscritos acuerdos de libre comercio con Estados Unidos – en el caso de México, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte con éstos y con Canadá -, todos tienen también suscrito algún tipo de acuerdo con la UE: México y Chile acuerdos de Asociación, Perú y Colombia son parte del Acuerdo Multipartes, y Costa Rica y Panamá del de Asociación UE-Centroamérica. Así mismo, Chile tiene desde 2006 un TLC suscrito con China, Perú desde el 2009 y Costa Rica desde el 2011, constituyendo junto a Brasil Chile y Perú las economías latinoamericanas con mayor relación económica y comercial con China y Asia Pacífico. México y Chile son miembros de la OCDE, y Colombia candidata a serlo. Y Chile, México y Perú miembros de APEC.

    Potencialidad, en primer lugar y sobre todo, de transformar la realidad socioeconómica de quienes la integran y promover su salto cualitativo hacia el desarrollo, dotándoles al tiempo de la masa crítica y las economías de escala para afrontar los retos de la globalización de la sociedad de la información como sujeto y no objeto de la misma, con capacidad de negociación efectiva con los grandes bloques económicos y mercados conformados en ella.

    Mas potencialidad también más allá, hacia América Latina y globalmente, en múltiples direcciones y ámbitos.

    Consecuencias potenciales, en primer lugar, en el debate y el discurso sobre la integración. Pues, si bien éste inicia históricamente en la región con el acento sobre la integración económica, como tantos otros procesos inspirados por el éxito del de la integración europea, se traslada el énfasis en tiempos recientes hacia la concertación política, al tiempo que cada país concluye acuerdos bilaterales para su inserción económica en la globalización, la constitución de la Alianza del Pacífico vuelve a poner el acento sobre la integración económica. Y su implementación tiene la potencialidad de estructurar a América Latina en dos grandes bloques de integración económica, Mercosur y la Alianza del Pacífico, del que son miembros respectivamente  las dos principales economías latinoamericanas, Brasil y México. Y ello en una coyuntura en que, frente a la concentración de México en su problemática interna en tiempos recientes, mientras Brasil emergía y asumía progresivamente como potencia global, y se planteaba en la literatura analítica si ello iba a conllevar a su vez la asunción y el desarrollo del liderazgo regional por su parte; tras la llegada de Enrique Peña Nieto a la presidencia, México se plantea desarrollar una activa política y presencia en América Latina.

    Consecuencias potenciales, también, para la arquitectura diplomática de América Latina y su inserción internacional. La constitución de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe, CELAC, ha conllevado el debate sobre si la integración política de América Latina iba a acabar basculando en torno a ésta o a UNASUR, si la arquitectura diplomática de América Latina iba a acabar contemplando fundamentalmente una América del Sur aglutinada en torno a Unasur, con Brasil en una posición de liderazgo; o América Latina en su conjunto, con México también como motor e impulsor. Como señala Carlos Malamud en “La Alianza del Pacífico: un revulsivo para la integración regional en América Latina” (Análisis del Real Instituto Elcano, 46/2012, 27-6-2012), “la creación de la Alianza trasciende la discusión entre América Latina y América del Sur, ya que la presencia de México en su seno resuelve el dilema por la vía de los hechos”.

    Consecuencias junto a ésta para su inserción internacional, en las tres grandes direcciones que la determinan: hacia Estados Unidos, hacia la Unión Europea y hacia China/Asia y el Pacífico. Y por ello consecuencias y al tiempo reto para cada una de ellas de repensar su relación con América Latina a la luz de la constitución de la Alianza del Pacífico.

    Reto para la UE y para España, pues así como hasta ahora ha contemplado el discurso prospectivo de las relaciones UE-América Latina el Acuerdo de Asociación UE-Mercosur como la gran apuesta estratégica para articular el salto cualitativo en la relación con la región y la articulación de una zona de libre comercio de gran interés global para la UE, y ha constituido una frustración la imposibilidad de alcanzar dicho acuerdo; a partir de ahora, sin dejar de considerar dicho interés estratégico, no puede la UE tampoco dejar de considerar el interés de promover su relación con la Alianza del Pacífico a partir de los acuerdos que ya tiene suscritos con sus miembros, la necesidad e interés de incorporar su creación y potencialidad al diseño de su política y su estrategia hacia América Latina, la oportunidad de actuar por iniciativa y no por reacción a las reacciones que otros actores o bloques tengan frente a ella. Y ello en el marco más amplio de la asunción del reto que supone, para la UE y para España, la emergencia de China y Asia en América Latina.

    Para una España que hace del sistema de las Cumbres Iberoamericanas opción estratégica y signo distintivo de su relación con América Latina y de la arquitectura diplomática de ésta, no puede dejar de resultar significativo que en la reciente Cumbre Iberoamericana de Cádiz, que ha abierto el proceso para el rediseño o reconfiguración del sistema, además de ésta celebraran los jefes de sus estados miembros una Cumbre de la Alianza del Pacífico. Así como el que el que viene del Pacífico constituye uno de los retos y elementos determinantes de la inserción internacional de América Latina, no puede dejar de constituir uno de los grandes retos a tener presentes en ese proceso de reflexión. Reto de plantearse conjuntamente, entre otras cuestiones, la proyección iberoamericana hacia el Pacífico, las posibilidades de acción conjunta al otro lado de éste, empezando por la proyección de lo común, como la lengua y la cultura en español.

    Más allá de lo que puedan plantearse Estados Unidos o China ante la creación de la Alianza y sus potencialidades, procede destacar especialmente lo que ésta puede plantearse y plantear hacia el Pacífico y su arquitectura diplomática. Potencialidad, en primer lugar, de actuación concertada en APEC, dando lugar a un bloque o polo latinoamericano en éste, al igual con lo constituye ASEAN, articulando, en la estructuración de los actores no asiáticos en el orden internacional del Pacífico, un pilar o polo de atracción latinoamericano junto al anglosajón. Potencialidad, especialmente, de fortalecer la capacidad de negociación conjunta sobre la propia presencia de las economías del otro lado del Pacífico en su desarrollo.

    Potencialidad, por último pero no menos importante, simbólica y referencial. De realizar el sueño de Bolívar de integrar a los pueblos de la América hispánica, de ofrecer un modelo – de integración, político y socioeconómico - para ello, una alternativa pacífica frente a la bolivariana.

    Dice un proverbio chino que con un solo paso se inicia un camino de tres mil leguas. No termina aquí el fenómeno del que son objeto estas líneas y las a él dedicadas en anteriores entradas de este blog, sino continúa su curso transformador de la Historia. Ni la reflexión sobre él: para contribuir a ella han sido escritas, y sobre todo a la toma de conciencia de su necesidad. Llaman las palabras a otras palabras, las ideas a otras ideas. De todos depende seguir avanzando. En el camino andamos.

El País

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