Manuel Montobbio

Partidos políticos, crisis de representación y consolidación democrática en América Latina

Por: | 15 de mayo de 2013

    Nos hemos preguntado en el itinerario analítico sobre el estado y perspectivas de la democracia en América Latina y los rasgos y razones del desencanto sobre ella que iniciamos en la anterior entrada de este blog Del desencanto de la democracia en América Latina con la consideración del carácter electoral de la democracia instaurada como fruto de los procesos de transición democrática que ha vivido la región en su Historia reciente, a partir de la cual avanzar en la construcción de la democracia ciudadana y la económica y social; y continuamos en De violencia y legalidades truncas en América Latina con la consideración de que la democratización del Estado presupone al Estado mismo, su monopolio del uso organizado de la violencia al servicio de la implementación de la ley y su capacidad de implementarla como única norma que regula obligatoriamente las relaciones y las acciones de los ciudadanos, así como el sometimiento de su propia actuación a la ley, y analizábamos el cómo y por qué de las legalidades truncas y el recurso a la violencia.

    La consolidación del régimen político no implica necesariamente la del sistema político; y así como en América Latina los regímenes políticos instaurados pueden considerarse consolidados, los sistemas políticos se encuentran en buena medida en consolidación.

    Pues si el régimen político comprende a los poderes e instituciones del Estado y las reglas del juego político, incluyendo el acceso al poder político por la vía electoral, el sistema político abarca también a la comunidad política, las estructuras de intermediación – sean de carácter y vocación de representación del conjunto de la sociedad para la globalidad de la agenda; bien sean de carácter sectorial en la representación de determinados colectivos o temas, como las asociaciones empresariales y los sindicatos, o las organizaciones ecologistas o de derechos humanos – que canalizan las demandas de la comunidad política hacia el régimen y lo relacionan con él, y la cultura política y la opinión pública a través de la que se expresa.

    Bien puede decirse que en América Latina los regímenes democráticos instaurados están consolidados, si seguimos el criterio de Linz de que ello acontece cuando la democracia es “el único casino de la ciudad”, pues ningún sector de la sociedad o actor político relevante cuestiona sus instituciones ni las reglas del juego político o promueve alternativas al régimen. Y sin embargo, las estructuras de intermediación y los partidos políticos, al igual que la cultura política, pueden considerarse todavía en transformación, y el sentido y conformación de ésta determinará el sistema político que se acabe consolidando.


Democracia-real

    Particular atención merecen, entre las estructuras de intermediación, los partidos políticos. Su función principal es la de catalizar las demandas de los ciudadanos hacia el régimen político y transformarlas en políticas públicas destinadas a satisfacerlas, articular una visión sobre los problemas de la sociedad, los temas de la agenda política y propuestas para su solución, que llevarán a cabo si obtienen la confianza de los ciudadanos para la dirección del Estado. Y también la de producir el liderazgo político, emanado de entre sus cuadros o con el apoyo de sus estructuras de elección y decisión.

    Resulta fundamental en este sentido la estabilidad de los partidos, su persistencia en el tiempo, pues ello facilita su accountability y responsabilidad, la motivación de utilizar la confianza obtenida en las urnas de modo que los ciudadanos valoren la gestión realizada para volver a otorgarla, y en el caso de que les envíen a la oposición, la motivación de promover el buen funcionamiento de un sistema que se aspira a volver a dirigir, y en el que se mantienen cuotas de participación y representación institucional a nivel legislativo o municipal. Facilita ésta también el conocimiento mutuo entre electores y partidos, la articulación de una visión y un discurso identificable, la acumulación de experiencia al servicio de la gestión de los asuntos públicos, y el desarrollo de carreras políticas.

    E igualmente fundamental resulta el sistema que los partidos conformen en su conjunto, determinante para la consolidación del sistema político y su gobernanza. Pues si una democracia se caracteriza por la posibilidad efectiva de participación y oposición, requiere que entre sus partidos se dé al menos más de una alternativa de Gobierno: señala Morlino que un sistema democrático se consolida cuando tras su instauración se produce al menos una sustitución del partido en el Gobierno por la vía electoral y conforme a las reglas del sistema, cuando los partidos tienen la experiencia de que la confianza de los ciudadanos no puede darse por supuesta, y depende de su actuación y resultados al frente del Gobierno; y los ciudadanos la de que el sistema continua con independencia del partido que gobierne. El número y el grado de representación relativa de los partidos determina no sólo esa alternativa de gobierno necesaria, sino también la gobernanza del sistema, pues si bien ésta necesita que en su conjunto la ciudadanía y todos los sectores y actores relevantes de la sociedad se sientan efectiva y adecuadamente representados en el sistema político, por otro lado una excesiva atomización de los partidos y un excesivo número de ellos puede dificultar la articulación de las mayorías que el sistema necesita para su funcionamiento.

    Viene sucediendo en América Latina, sobre todo en situaciones de desencanto, a menudo lo contrario: los partidos no producen a los líderes, sino los líderes a los partidos. Líderes ajenos a las élites políticas tradicionales, con un perfil público adquirido a veces en otros ámbitos, que emergen en la arena política proclamando su identificación con el pueblo y la representación de sus intereses, que crean un partido o plataforma electoral en la que se apoyan para concurrir a las urnas. Lo que comporta, en regímenes presidencialistas en que rige el principio de no reelección – tras uno o en algunos casos dos mandatos -, un doble riesgo.

    Por un lado, el de la pérdida de accountability y responsabilidad por la falta de continuidad de los partidos, y con ello de predictabilidad de la acción política. Ejemplo extremo de este caso es el de Guatemala, donde desde la instauración de la democracia ningún partido que haya alcanzado la presidencia ha obtenido un segundo mandato; y los candidatos a ésta a menudo concurren a ella con un partido distinto de una a otra elección; y partidos que la detentaron y llegaron a tener una importante presencia territorial, legislativa y municipal quedan reducidos a una presencia testimonial; y el Presidente dispone de hecho tan sólo de la primera parte de su mandato para promover reformas, pues pasado el ecuador de éste la vida política se centra en las siguientes elecciones; y resulta frecuente que a lo largo de la legislatura los diputados cambien de grupo parlamentario.

    Por otro, el de que, una vez elegido, el líder promueva una evolución populista del régimen que pueda tener una deriva autoritaria, proclamando representar verdaderamente al pueblo frente a los partidos preexistentes y la oligarquía, desarrollando políticas que le otorguen una base de apoyo, negando representatividad a la oposición y promoviendo la neutralización de las organizaciones sociales y políticas que constituyan un obstáculo y su sustitución por otras populares, así como reformas legales que permitan la reelección y afecten a la composición y competencias de las instituciones.

    Junto a esta emergencia de la lógica y dinámica de los liderazgos populares cabe señalar la lógica destituyente, que ha llevado a la destitución de mandatarios electos antes de la finalización de su mandato y sin previa convocatoria electoral, como fruto de una movilización popular en contra.

    Dinámicas de liderazgos populistas y procesos destituyentes sintomáticos de la crisis de representación, en particular de los partidos políticos y estructuras de intermediación, que nos lleva a preguntarnos a su vez por las estructuras sociales, y en particular por las clases medias, su ampliación al calor del desarrollo económico, y la evolución de sus expectativas. Se ha explicado la emergencia de los autoritarismos populistas en América Latina en los setenta por el apoyo que les otorgaron sectores de las clases medias por la pérdida de expectativas que conllevó la crisis económica. Vivimos una época de crecimiento económico y desarrollo en la región, que supone en muchos casos una ampliación de las clases medias y al tiempo una reconfiguración de las mismas, con grupos emergentes por las oportunidades de la globalización y sectores tradicionales amenazados por ésta en sus expectativas. El apoyo de las clases medias, la satisfacción  de sus expectativas por los partidos y líderes políticos existentes, la expectativa de acceso progresivo a la clase media para los sectores populares, se configuran como factores decisivos para la superación de esa crisis y la conformación de un sistema estable de partidos. Del mismo modo que se observa que en las sociedades en que las clases medias están divididas resulta más fácil la emergencia y consolidación de alternativas populistas o modelos políticos alternativos, mientras que el consenso sobre el modelo político y de desarrollo entre las clases medias, y en particular entre las emergentes y las tradicionales, facilita el mantenimiento de los consensos entre la comunidad política y la consolidación del sistema político, y dificulta la de alternativas polarizadoras. Pongamos como ejemplo los casos de Brasil, Venezuela y Bolivia. En Brasil, entre 2004 y 2007, fruto del crecimiento económico y las políticas públicas llevadas a cabo, la clase media pasó del 39,85% al 47,6% de la población, experiencia a partir de la cual se dan unas expectativas de futuro muy positivas, que lleva a las clases medias al apoyo a la democracia y al modelo socioeconómico impulsado. Se da entre ellas un alto apoyo al PT, e incluso aquellos que pueden preferir otras opciones no lo cuestionan. En Venezuela, Chávez ha desarrollado políticas de apoyo a las clases populares, pero bajo su mandato no se han ampliado las clases medias, que se sienten amenazadas, lo que contribuye a la polarización de la vida política. En Bolivia, la emergencia de una clase media indígena se constituye en clave explicativa del ascenso de Evo Morales, ante el que la clase media blanca se siente amenazada, división étnica en el seno de la clase media que se traslada a la polarización de la vida política.

    Es por ello que la consolidación de partidos políticos representativos y estables y de sistemas de partidos que garanticen una alternativa de gobierno y la gobernanza del sistema se configura como escenario deseable y factor determinante de la consolidación de la democracia en América Latina. Igualmente relevante resulta su alineamiento y desarrollo programático. Así como antes de cualquier Consejo Europeo las reuniones de líderes pertenecientes al partido popular y al partido socialista europeo facilitan la articulación de consenso en éste, y la existencia de tales familias políticas el funcionamiento del Parlamento Europeo, no resulta tal el caso de América Latina.

    Pues la democracia representativa depende tanto de la capacidad de elección de los representados como de la capacidad de representación de los representantes.

Democracia

Hay 2 Comentarios

WOMEN AND GAY RIGHTS ARE HUMAN RIGHTS RIGHTS, NOT BORDERLINES>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>

Bien, estos delineamientos se parecen a los que se deseaban para España hace 35 años. Aquí, hoy, estamos en otra cosa. Aquello ya se dio.

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Sobre el autor

Manuel Montobbio, diplomático y doctor en Ciencias Políticas con formación pluridisciplinar, ha desempeñado diferentes responsabilidades en el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación y ha estado destinado en San Salvador, Yakarta, México, Guatemala y Tirana. Paralelamente, ha desarrollado una trayectoria académica y literaria, que le ha llevado a publicar diversos libros, ensayos y obras de pensamiento y creación como Salir del Callejón del Gato. La deconstrucción de Oriente y Occidente y la gobernanza global, Guía poética de Albania y Tiempo diplomático. Acaba de publicar Mundo. Una geografía poética.

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