Seguirá siendo la Albania que, como decíamos en la anterior entrada de este blog, había decretado constitucionalmente la inexistencia de Dios, un Estado constitucional y constitucionalmente ateo hasta la caída del régimen comunista en 1991, si bien tras la muerte de Enver Hoxha su sucesor Ramiz Alia adoptará una actitud tolerante respecto a la religión, a la que se referirá como un asunto personal y familiar. Así, desde 1988 se permitió a los religiosos emigrados retornar al país, y oficiar servicios religiosos; y en 1989 Tirana recibirá a la Madre Teresa de Calcuta, albanesa de origen –
nacida en Skopje de familia kosovar, y criada en Shkodra -, única albanesa en haber recibido el Premio Nobel en 1979, considerada hoy por los albaneses junto a Skanderbeg como la mayor gloria de su Historia nacional, quien fue recibida por el Ministro de Asuntos Exteriores y por la viuda de Enver Hoxha. Y en Diciembre de 1990 se levantó oficialmente la prohibición de la práctica religiosa, a tiempo para que miles de cristianos pudieran celebrar la Navidad por primera vez después de tantos años.
No es de extrañar que tras la caída del comunismo, cuando Albania dejó de ser una prisión y sus fronteras de estar cerradas, junto a la gran huida o evasión de buena parte de su población más allá de sus fronteras – en barcos abarrotados hacia Italia, o a través de las montañas hacia Grecia – hubiera hacia ella una pequeña invasión de miles de misioneros de todas las confesiones – sobre todo religiosos ortodoxos y católicos o clérigos musulmanes, mas también de cualquier otra confesión atraída por el reto de la conversión de los ateos – y organizaciones religiosas ávidas de evangelizar o coranizar o recuperar a la fe a la población del único Estado que hasta entonces había sido constitucional y confesionalmente ateo. Había que recuperar o volver a crear desde cero las iglesias y órdenes e instituciones religiosas, y sobre todo conquistar o reconquistar las almas: difícilmente puede encontrarse ante mayor reto el misionero de Dios, difícilmente mejor o más atractiva tierra de predicación que la Albania de entonces.
Y sin embargo, no se produjo, no se ha producido en este ámbito – como es el caso en otros de la transición albanesa, como el de la instauración radical del libre mercado – la aplicación de la ley del péndulo, la invasión de la vida pública por la existencia de Dios como antes lo había estado por su inexistencia. Se ha recuperado la práctica de la religión, desde luego, y suenan las voces de los muecines en los minaretes o las campanas de las iglesias llamando a la oración por las calles de Albania, y contempla su calendario de festivos la celebración de fiestas religiosas cristianas y musulmanas, desde la Navidad o la Pascua, ortodoxa y católica, al Eid El Fitr Sacrificio o el Nevruz, sin olvidar el Día de la Madre Teresa. Forman parte los jefes de las comunidades musulmana, bektashí, ortodoxa y católica de la vida pública de Albania, y se caracterizan por el diálogo entre ellos y su llamada al diálogo. Conviven los albaneses con la religión, y conviven las religiones entre ellas. Pertenece la práctica de la religión a la esfera de lo privado, y es en muchos casos la adscripción a una confesión fundamentalmente nominal. Resulta familiar la convivencia interreligiosa en el sentido más estrictamente familiar, pues resulta común la familia en que, por ejemplo, el padre sea de tradición musulmana y la madre católica, y entre los abuelos haya un bektashí y una ortodoxa, y de los hermanos uno haya optado por ser musulmán y otro católico, o incluso entre todos ellos haya uno convencidamente ateo… El conflicto religioso sería un conflicto intrarreligioso en una sociedad fundamentalmente familiar y clánica, y por ello imposible.
No ha ido al otro extremo el péndulo: convivencia, tolerancia y secularidad caracterizan la relación entre religión y política y entre religión y sociedad en Albania. Y constituye ésta, quizá como ningún otro país, muestra de la posibilidad de la compatibilidad entre democracia y religión y de la convivencia interreligiosa. Albania encarna la convivencia y alianza de civilizaciones, o su espíritu o idea, en la medida en que las religiones sean consideradas expresión de éstas. De la compatibilidad entre Islam y democracia y Estado de Derecho y de la posibilidad de coexistencia y cooperación entre cristianismo e Islam. Encarna, de alguna manera, allá a donde quisiera ir, a donde quisiéramos que fuera, la convivencia humana, la civilización.
Comprender cómo y por qué ha llegado ahí, por qué se ha parado el péndulo en un armónico centro requiere no solo contemplar el durante y el después de esa Albania que decretó constitucionalmente la inexistencia de Dios; sino también el antes, en cierto modo el siempre. Intentar aprehender, en definitiva, la relación entre identidad colectiva, religión y política en Albania en su proceso de conformación histórica.
Hubo religión antes de la religión, antes de la presencia entre los albaneses de las confesiones religiosas que han profesado durante los últimos siglos, el Islam en su modalidad suní o bektashí y el cristianismo ortodoxo o católico, sin olvidar a la comunidad judía, de origen sefardí. Hubo religión
antes de la religión: se dio entre los originales pobladores ilirios el culto al Sol y el culto a la serpiente, cuyas huellas podemos percibir en los símbolos presentes en los trajes tradicionales y en los cuentos o leyendas tradicionales albanesas, algunos de ellos disponibles en español para el lector interesado en El agradecimiento del muerto. Cuentos populares albaneses, antología y traducción de Ramón Sánchez Lizarralde.
Y aunque no se refiera estrictamente a las creencias o mitos religiosos, sostiene en su ensayo Esquilo. El gran perdedor Ismail Kadaré que es precisamente en las montañas del Norte de Albania – donde luego se conservará el catolicismo, o la vigencia autoaplicada de la Ley del Kanún, a través de los siglos del Imperio Otomano – donde se conservan todavía hoy los ritos y los mitos de la Grecia clásica, comunes la
península balcánica – o la tradición de los bardos narradores de epopeyas como Homero, que nos relata en El expediente H -, precisamente gracias a ese aislamiento que ha hecho posible su supervivencia a través de los siglos.
Plenamente integrada la antigua Iliria en el Imperio Romano, en el eje que comunica Roma con Constantinopla a través de la Via Ignatia, que del puerto de Dürres (entonces Dhyarricum o Epidamus) a Constantinopla, ya San Pablo estuvo, según cuenta en su Carta a los Romanos, en Iliria para predicar la nueva fe; y el cristianismo se expandió por todo el territorio desde la primera comunidad establecida en Durres, y desde luego fue desde el Edicto de Milán por Constantino – nacido, de hecho, en Berat – el cristianismo la religión compartida con el resto del Imperio.
Mas será la línea de Teodosio la que, a juicio de Aurel Plasari – como sostiene en su libro titulado, precisamente, La línea de Teodosio. En los orígenes de la cuestión albanesa – constituirá la semilla de la futura diversidad religiosa de los albaneses, determinando consiguientemente el reto de articular en torno a otros elementos la construcción de su identidad colectiva; al dividir el Imperio Romano de Oriente y Occidente siguiendo el trazado de la Via Ignatia, de modo que los albaneses/ilirios quedaron divididitos entre Oriente y Occidente. Si bien posteriormente lo que hoy es Albania permaneció en el Imperio Bizantino – y, a diferencia de otros territorios más al Norte, no sufrió invasiones eslavas, conservando su originaria población y lengua ilirias – y fueron pasando sus episcopados de la dependencia de Roma a la de Constantinopla, lo cierto es que tras la definitiva separación de la Iglesia ortodoxa de Oriente en 1054 el Norte permaneció en la Iglesia católica y el Sur en la ortodoxa, y esa división – unos siguiendo utilizando el latín y su alfabeto, otros el griego – ha permanecido desde entonces entre los albaneses.
Como hemos tenido ocasión de exponer en la entrada de este blog Skanderbeg: el héroe, el mito, fueron entre todos los pueblos de los Balcanes los albaneses los que, décadas después de la invasión otomana tras la batalla del Campo de los Mirlos en 1389, bajo el liderazgo de Gjerj Kastriot Skenderbeg se levantaron contra el Imperio Otomano y, con la alianza estratégica de Alfonso el Magnánimo, integraron reintegrarse en el Occidente cristiano: su lucha y su resistencia se convertirá después y hoy en mito y símbolo de identidad y construcción nacional.
Y sin embargo, serán los albaneses, una vez asentado definitivamente el dominio otomano tras el fallecimiento de Skanderbeg, también los que entre los pueblos balcánicos alcanzarán mayor preeminencia – a través de algunos de sus individuos – en las estructuras políticas y administrativas del Imperio Otomano, nutridas éstas en buena medida de jóvenes cristianos, a través de la norma que establecía que las familias cristianas de los pueblos balcánicos tenían que ceder a un hijo varón en su adolescencia para se educara en la corte del Sultán y se dedicara a su servicio, bien militar en los jenízaros, bien en la Administración. Quien haya leído Un puente sobre el Drina, del Premio Noel de Literatura Ivo Andric, difícilmente podrá olvidar la escena en que explica cómo la primera imagen del puente cruzó por la imaginación de un muchazo de Sokolovice, población cercana a Visegrado, entonces al otro lado del río Drina, en cuya orilla al cruzarlo en la barcaza los muchachos reclutados por el Sultán eran retenidas la madres que habían estado siguiendo, desesperadas, la comitiva que se llevaba a Estambul a los hijos que les habían arrancado y que no verían ya nunca más allá de esa orilla. Tal vez para superar esa separación, para cicatrizar esa herida, el Gran Visir Mehmed Pachá que después sería aquel muchacho ordenó construir el puente de piedra sobre el Drina, cuya vida hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial constituye el hilo argumental de la novela.
Entre los muchachos albaneses que fueron arrancados a sus madres y cruzaron ríos y montañas llegó a haber grandes visires, gobernadores, generales y embajadores, de modo que tras los turcos fueron los albaneses el pueblo más presente en las estructuras del Imperio. Y en el siglo XVIII hubo, por ejemplo, más grandes visires albaneses que turcos. Algunas de estas familias de origen albanés se asentaron en la Corte y alcanzaron gran prominencia en ella, como los Qiprilli, en los que Ismail Kadaré se inspira en su novela El Palacio de los Sueños. Por poner un ejemplo, quien proclamara hace algo más de cien años
la independencia de Albania, el bey Ismail Qemali, había sido antes – como puede verse en los documentos expuestos en el Museo de la Independencia en Vlora – Gobernador otomano de Palestina y Secretario General del Ministerio de Asuntos Exteriores del Imperio Otomano. O el fundador de la dinastía real egipcia, Muhamed Ali, fue un general albanés del Imperio Otomano que acompañó a napoleón a la conquista de Egipto, y, a la retirada de éste, se hizo con el poder y forzó al Sultán otomano a reconocerlo como Wali.
Esos muchachos, una vez integrados al servicio del Sultán, se convirtieron al Islam, mas lo hicieron mayoritariamente al bektashismo, una secta o cofradía sufí, fundada por el místico persa Haci Bektash Veli (1209-1271), que era dominante entre los jenízaros, y que por su flexibilidad y tolerancia facilitaba su adopción como nueva fe. Al finalizar su servicio al Sultán, éste fue reconocido en muchos casos con el título de bey y la concesión de tierras en su Albania de origen. Y así, con esos muchachos cristianos retornados a Albania como grandes señores terratenientes otomanos, con estos particulares indianos inició el Islam su presencia entre los albaneses.
Presencia sin embargo minoritaria en el caso de los bektashíes, pues el grueso de la conversión de los albaneses no tiene lugar sino hasta el siglo XVII, cuando amplios sectores de la población, sobre todo en las ciudades, optan por ésta en la versión suní, dominante en el Imperio, fundamentalmente atraídos por la evitación de los impuestos destinados a los cristianos y el derecho a portas armas que se concedía a los musulmanes, especialmente caro a los albaneses. Conversión fundamentalmente pragmática – que de hecho en muchas familias se da solo en los varones, manteniendo durante generaciones las mujeres la fe católica u ortodoxa – a partir de la cual, a pesar de la importante presencia católica en el Norte y ortodoxa en el Sur, la población albanesa será mayoritariamente musulmana.
Mas si la presencia bektashí es minoritaria cuantitativamente, no lo es cualitativamente: difícilmente sin ella podría explicarse la Rilindja o renacimiento, el movimiento cultural que dio lugar la toma de conciencia nacional que culminará en la independencia, ni sin su presencia sería la misma la identidad colectiva de los albaneses. No en vano, al ser suprimidas por Ataturk las confesiones sufíes en Turquía en 1925, la sede central del bektashismo se trasladó a Tirana, donde
desde entonces permanece su “Vaticano” y reside el Gran Babab. Basada en la creencia en la unidad del ser, se caracteriza por su misticismo y su panteísmo, a partir de una interpretación interior del Corán. Resulta significativo que las tekes o templos bektashíes carezcan de minarete, y no llamen desde ellas los muecines la oración, y sean en ellas bienvenida cualquier persona sean cuales sean sus creencias. Sigue el creyente bektashí un camino iniciático, en el que va pasando por diferentes estados de conocimiento hasta llegar a ser dervish o babab. Fundamentalmente presente en Albania y los países de población albanesa como Kosovo y la Antigua República Yugoslava de Macedonia, cuenta con fieles en todo el mundo, especialmente en zonas de emigración albanesa, como Detroit.
Bektashíes fueron, por ejemplo, los hermanos Frasheri, a quienes se debe la creación de la Liga de
Prinzen – primera expresión política de la identidad colectiva albanesa en el seno del Imperio Otomano -, el primer periódico publicado en albanés o el inicio de la creación literaria contemporánea en lengua albanesa. Bektashíes muchos de ellos residentes en Istambul o Bucarest (donde se publicó el primer periódico en albanés), a menudo como altos funcionarios del Imperio, donde adquirieron conciencia, en la era de los nacionalismos y despertares nacionales, de la necesidad de promover la identidad nacional, la educación el albanés en las escuelas, y se dedicaron a ello dentro y fuera de Albania.
Si bien hoy fundamentalmente presente en su memoria histórica, al haber emigrado la mayoría de sus miembros a Israel tras la caída del comunismo, Albania ha contado con una significativa comunidad judía de origen sefardí, especialmente en ciudades como Berat, Vlora o Durres. Se da la coincidencia - que ya señalábamos en la entrada de este blog Skanderberg: el héroe, el mito - de que, tras la derrota definitiva de los albaneses tras la muerte de éste en 1479, el mismo Fernando el Católico que en 1492 expulsó a los sefardíes – parte de ellos a su vez establecidos en Albania - acogió como Rey de Sicilia a los que hoy se conocen como arberesh. Se da también la circunstancia única de que Albania es el único país de Europa en que el número de judías era mayor al finalizar la Segunda Guerra Mundial que al principio, a pesar de los esfuerzos del invasor alemán. Y ello fue posible fundamentalmente gracias a la convivencia y tolerancia interreligiosa que caracteriza la sociedad albanesa, y la tradición de la besa – de la hospitalidad que exige incluso dar la vida por el amigo, por el acogido en casa – en honor de la cual hubo albaneses que murieron o arriesgaron la vida por salvar la de los judíos que había acogido o escondido. Tolerancia y convivencia interreligiosa, por la cual en Albania no había en las poblaciones guetos o barrios judíos, ni de fieles de ninguna otra confesión religiosa. Besa en virtud de la cual, ya desde antes del estallido de la guerra, judíos centroeuropeos encontraron acogida en Albania. Determinación individual de quienes los acogieron, mas también colectiva, política. Pues constituyó condición impuesta al ocupante alemán por quienes se hicieron cargo del Gobierno albanés bajo la ocupación que no facilitarían las listas de la población judía y que asumirían su protección mientras estuvieran a cargo del Gobierno, y no cedió ninguno de sus miembros o funcionarios a la presión del ocupante, que ante el silencio colectivo y la ausencia de guetos o localizaciones conocidas no sabía dónde buscar. Con justicia han sido proclamados por Israel quienes los acogieron justos entre las naciones. Con justicia merece ser conocida esta excepción albanesa al holocausto y exterminio judío.
No es de extrañar que, cuando con el Romanticismo llegó a Europa la hora de los nacionalismos, de la búsqueda del Volkgeist, del espíritu, el sentimiento, el corazón, las creencias colectivas y los mitos y narrativas cosmogónicas y fundacionales frente al razón y el contrato social como elemento aglutinador de la identidad colectiva, conformador del nosotros frente a los otros, o diferenciador y separados de nuestro esencial nosotros de aquel del que hasta entonces, de fuerza o de grado, habíamos sido parte, buscaran los pueblos de los Balcanes elementos diferenciadores, aglutinadores en que basar la afirmación de un nosotros nacional frente al del Imperio Otomano del que formaban parte, y reclamar el apoyo internacional a la lucha fundacional de su proclamada nación como Estado. No es de extrañar que ese factor aglutinante fuera el religioso para aquellos pueblos de la península que habían hecho de su permanencia en la fe ortodoxa o católica – como los griegos, los serbios o los croatas -, signo de afirmación identitaria y motivo del interés protector de potencias centrales como Rusia o el imperio Austro-Húngaro. Forma parte del imaginario romántico por excelencia la escena de Lord Byron luchando y muriendo por la independencia de Grecia, que – apoyada en su inicio por Catalina la Grande a través de los griegos de Odesa y alcanzada en 1830 – inaugurará y se convertirá en referente de las que frente al Imperio Otomano seguirán después.
Mas no podía ser tal el caso de Albania: su pluralidad y diversidad religiosa no lo hacía posible, y al contrario presentaba el riesgo de que otros nacionalismos que se afirmaban por la religión extendieran – como de hecho ocurrió – sus ambiciones territoriales y de dominio a las tierras pobladas por los albaneses de su misma religión. No es de extrañar entonces que en el caso albanés esa afirmación colectiva, ese elemento aglutinador no se buscara en torno a la religión, sino a la cultura y la lengua, dando lugar la movimiento conocido como Rilindja o renacimiento cultural albanés, impulsado tanto desde Albania como por las élites albanesas en los centros de poder del Imperio Otomano, caracterizado por la reivindicación de derechos y reconocimiento cultural en una primera fase, antes de promover después la independencia ante el escenario previsible de su desaparición de la escena europea.
En torno a la cultura, y muy especialmente a la lengua, pues constituye el albanés un caso excepcional de supervivencia lingüística. Idioma de origen indoeuropeo proveniente del antiguo ilirio, la lengua albanesa ha sobrevivido y convivido en sus tierras con el griego de sus colonias costeras, el latín o el turco a lo largo de los siglos en que éstas estuvieron englobadas sucesivamente en el imperio romano, bizantino y otomano; y constituye, junto al vasco y al griego, una de las tres lenguas anteriores al latín que continúa viva en los confines del antiguo Imperio Romano. Pervivencia y continuidad, sí, mas amenudo convivencia con la lengua oficial del imperio del que formaban parte, de modo que al inicio de la Rilindja los documentos oficiales y la enseñanza en Albania se daban en turco, lengua oficial del imperio Otomano; y aunque, sobre todo en la vida privada y religiosa, se escribía en lengua albanesa, los católicos lo hacían en el alfabeto latino, los ortodoxos en el griego y los musulmanes en el árabe. Por ello constituirá objetivo de ésta la promoción de la enseñanza en albanés, que se iniciará en Korca en 1875, y la homogeneización gramatical y escritural del idioma, que llevará a que en el Congreso de Monastir, en 1908, se fije la gramática y se adopte el alfabeto latino como común a partir de entonces. Así, el movimiento histórico que, en el contexto de finalización de la presencia otomana en los Balcanes en la segunda guerra balcánica, llevará a la proclamación de la independencia de Albania el 28 de noviembre de 1912, tiene sus orígenes en la afirmación de la lengua y la cultura albanesa, y, de alguna manera, le da a su vez la oportunidad y motivación de desarrollarse plenamente como lengua de
educación, comunicación y creación. Como dijera el poeta de la Rindlija Pashko Vasa, pionero en el uso literario contemporáneo de la lengua albanesa, en un poema de definición nacional que todos los albaneses conocen, la verdadera religión de los albaneses es la albanidad. Y la esencia de la albanidad, el elemento que los aglutina e identifica, es la lengua.
Así como ha habido y hay nacionalismos de esencia religiosa, que hacen de la profesión de determinada fe religiosa seña identitaria y diferencial de la nación, es el albanés esencial y antológicamente laico. Y no podría ser de otra manera. Pues solo en la medida en que lo religioso permanezca en la esfera de lo privado y no pretenda por nadie constituirse en elemento de identidad colectiva; solo en la medida en que la tolerancia mutua y la convivencia interreligiosa, la neutralidad y respeto por parte del Estado a las diversas comunidades y confesiones religiosas sin distinción, su secularidad y laicidad, se constituyan en elementos definidores de ésta podrán ser los albaneses un nosotros unido que unido camina en la Historia, una comunidad política basada en la ciudadanía compartida.
Lo que no significa que esa pluralidad y diversidad religiosa, esa convivencia interreligiosa, no
se hayan utilizado políticamente al servicio de los objetivos de la nación albanesa, ni que no hayan intervenido históricamente sus religiosos en su vida política y colectiva. Así, a pesar de ser el católico y los que escribían en alfabeto latino el grupo más minoritario, el Congreso de Monastir optó por éste para la lengua albanesa, jugando al efecto un papel decisivo el poeta y moje franciscano Gjerj Fishta. Y fue el Obispo católico Monseñor Bumci quien representó a Albania en las negociaciones que dieron lugar al reconocimiento de su independencia. Y fue el Arzobispo y fundador de la iglesia ortodoxa autocéfala de Albania Fan Noli quien en 1924 lideró como Primer Ministro la breve y única primavera democrática que
había vivido Albania hasta la caída del comunismo. El golpe de Estado que contra
su Gobierno diera Ahmed Zogu, quien después se autoproclamaría como Rey de Albania como Zogu I, terminaría con su carrera política y lo llevaría al exilio desde el Boston donde había llegado para participar en el nacimiento de la Albania independiente, con lo que ésta perderá un gran hombre para su política, mas lo ganará para su cultura. Pues a partir de entonces, además de escribir una de las biografías de Beethoven mundialmente de referencia, dedicará su vida Noli a traducir al albanés las grandes obras de la Literatura universal, entre ellas el Quijote, especialmente popular en Albania y conocido gracias a él por los niños desde la escuela.
Pues la Iglesia ortodoxa autocéfala de Albania tuvo su origen precisamente en Boston – que contaba entonces con una importante inmigración albanesa – en 1906, cuando el párroco ortodoxo griego se negó a oficiar en albanés el funeral de un obrero albanés. Lo que llevó al entonces joven sacerdote a promover la creación, en la estela de otros pueblos ortodoxos de los Balcanes, de una Iglesia autocéfala no dependiente de la de Constantinopla, que acabará siendo reconocida años después. Lo que, junto a la centralidad albanesa del bektashismo, contribuye a que desde las propias comunidades religiosas se profese la afirmación de su albanidad.
Constituye así la decisión de decretar constitucionalmente la inexistencia de Dios y promover proselitista y activamente el ateísmo, una manera extrema, radical de afirmar la albanidad como único y exclusivo aglutinador de la identidad colectiva de los albaneses, de erradicar para siempre cualquier influencia externa al Estado que pudiera conformarla, de dar al nacionalismo la exclusiva identificadora, aglutinadora y movilizadora. Expresión extrema, radical y cualitativamente distinta, mas inscrita en una estela previa, desactivadora de lo religioso como elemento identificador y diferenciador en la vida social y política. Una estela que ya desde le Rey Zog había contemplado la nacionalización de los nombres, la sustitución de los religiosos por otros históricos o nacionales. Que ya desde la llegada de Enver Hoxha al poder había comportado la expulsión de órdenes de obediencia extranjera como los jesuitas o los franciscanos.
No ha ido, como decíamos, al otro lado el péndulo tras la caída del comunismo y con él de la obligación constitucional de creer en la inexistencia de Dios. No ha sido tampoco el mantener esa creencia la opción de la sociedad albanesa en libertad. No, no lo han sido ni la una ni la otra; sino la afirmación de la laicidad y la secularidad del Estado, de la tolerancia y la convivencia interreligiosa, del mantenimiento de lo religioso en la esfera de lo privado y la colaboración y diálogo entre las comunidades religiosas y sus líderes para contribuir conjuntamente al bien común. La posibilidad, también, de poder ser libremente ateo, por convencimiento y convicción personal, y libremente vivir la vida como tal. Y todo ello como medio e instrumento y al tiempo expresión y componente esencial de la libertad. Pues en definitiva de ella se trataba y se trata.
Hay 2 Comentarios
"Antigua Republica Albanesa de Macedonia"??? no sera mas bien yugoslava? :)))))
Efectivamente así es y lo he corregido en el texto. Gracias por el comentario. Manuel Montobbio
Publicado por: Israel | 07/08/2013 12:07:50
Con Skanderbeg se levantaron contra el Imperio Otomano no contra el "Romano", tal como por error, aparece escrito en la parte en la que se menciona la anterior entrada de este blog)
Así es. Gracias por advertir el error, que ha sido corregido. Manuel Montobbio
Publicado por: Israel | 07/08/2013 10:33:26