Decíamos en la entrada de este blog Decretar constitucionalmente la inexistencia de Dios – en el marco de la serie dedicada en éste a la aproximación a la epopeya y el drama de la siguiendo el hilo conductor del proceso de construcción de los búnkeres reflejado en el poema Búnkeres de mi Guía poética de Albania – que no viene sólo el poder de fuera, sino también de dentro. No sólo de los búnkeres que nos construyen dentro quienes sobre nosotros lo ejercen; sino también de la inspiración, de la razón, de la poesía, de la pasión, el amor, el sentir, el vivir, el corazón, el cerebro, las ideas, las convicciones, los sentimientos que en nosotros se iluminan y generan, las pulsiones de vida que emanan del alma, y siquiera pálidamente la reflejan, nos hacen ser nosotros, estar en nosotros, ser. Decíamos también por ello que no ha de extrañar entonces que no le baste a quien aspira al poder total construir un búnker en el interior de cada individuo; sino que ambicione también que nadie más pueda construir nada allí dentro. Ni desde fuera, ni desde dentro.
Desde fuera, como la inspiración o la fe religiosa que mueve, orienta o guía los anhelos de las mujeres y los hombres, y puede acaso construir dentro de ellos algo fuera o más allá del búnker que allí pretende construir el poder: para evitarlo en definitiva decretó Enver Hoxha constitucionalmente la inexistencia de Dios, con las consecuencias relatadas en dicha entrada, tras lo que abordamos en la siguiente la consideración, en gran angular y en perspectiva histórica, las relaciones entre religión, política, identidad colectiva y construcción nacional en Albania.
Desde fuera, mas también y sobre todo desde dentro. Pues dentro de nosotros habita y se genera la inspiración, la razón, la poesía, la pasión o el amor. De dentro salen las ideas, las convicciones y los sentimientos. Dentro habita en definitiva el alma que emana pulsiones de vida que pálidamente la reflejan y nos hacen ser nosotros, estar en nosotros, o simplemente ser. Y puede todo ello hacer que no sea nuestro interior un desierto tan solo habitado por el búnker que en él construyera el poder; sino que quede en el empequeñecido en el paisaje o perdido en el horizonte, cubierto por su vegetación exuberante o hundido en el fondo del mar, tal vez inclusos disuelto.
Por ello no basta con la primera medida de establecer constitucionalmente la inexistencia de Dios. Por ello
La segunda
es aislar
a los que se resisten,
a los que se rebelan,
a quienes resulta imposible,
con las habituales medidas,
encerrar el alma
en un búnker:
aislarlos en las prisiones,
en las aldeas de reeducación
y los campos de trabajos forzados,
en los manicomios,
en su propia casa
convertida en infierno,
en lugares donde el horror
y la inhumanidad
deshace personas
y quiebra las almas,
donde la vida es dolor
y el hombre monstruo
para el hombre,
donde sin embargo
a pesar del dolor
en celdas perdidas enciende
la esperanza su luz
en la oscuridad
de la noche,
y bajo ella escribe Petro Marko
“Hasta la vista”,
y espera Fatos Lubonja
su segunda sentencia,
y mantienen
mujeres y hombres
de bien
su fe en Dios
y en la vida
y en el hombre,
y esperan que su esperanza
se esparza como perfume que impregne
todo el aire de Albania,
esperanza
de que al respirarlo
las hijas y los hijos de las águilas
ese aire disuelva el miedo,
disuelva los búnkeres
que los habitan
por dentro,
y les chupan la sangre,
y les aprisionan el alma.
Aislarlos para que no contagien, para que no sean vistos, para que no se sepa que hay quienes se resisten, se rebelan, no se dejan encerrar el ama en un búnker. Que solo fuera de él, solo libre puede el alma ser alma. Solo desde la libertad del alma puede ser del todo vida la vida. Saber a vida la vida.
Aislarlos porque no se dejan encerrar el alma en un búnker. Para encerrarles el alma en un búnker. O incluso quebrársela: sostiene Patrick Harpur en A complete Guide to the Soul – publicado
Aislarlos desde luego en las prisiones, en los trabajos forzados en las minas o en las grandes obras;
Se ha plasmado ese descenso y regreso, esa estancia en el Hades, en el infierno del ser humano para el ser humano, en el papel en blanco. Y ha dado así lugar esa vivencia a obras que nos adentran en el ser humano con la autenticidad con que ninguna imaginación pudiera hacerlo, como Jorge Semprún en El largo viaje o La escritura o la vida, o Alexandr Solzenitsyn en Archipiélago Gulag.
La historia que nos cuenta Fatos Lubonja en Second Sentence nos hace vivir la arbitrariedad, la incertidumbre, el miedo, la irracionalidad, la crueldad, las acciones e instrumentos a través de los que el poder quiebra las almas y deshace personas. Mas nos habla también su historia de la posibilidad de resistir, de no dejar que te encierren el alma en un búnker, de mantener en medio de la irracionalidad y la arbitrariedad la ecuanimidad y la lucidez, de crear o imaginar mundos posibles, de mantener la fe en la vida y en el ser humano, y sobre todo la esperanza, esperar que ésta se esparza se esparza como perfume que impregne todo el aire de Albania. Esperanza de que al respirarlo las hijas y los hijos de las águilas ese aire disuelva el miedo, disuelva los búnkeres que los habitan por dentro, y les chupan la sangre, y les aprisionan el alma. Capacidad de crear, imaginar mundos, en su caso, en los papeles de fumar que iba ocultando, en que fue escribiendo su novela La última masacre, una interpretación del mito de Edipo y una alegoría del poder inspirada en el régimen de Hoxha; o en las tallas de madera pacientemente esculpidas, que decoran hoy su casa en Tirana, testimonio de quienes hemos sido y somos. De crear e imaginar entonces, mas también ahora proyectar esa mirada lúcida y penetrante, siempre crítica con el poder y el teatro del mundo, con que contempla y analiza la realidad albanesa.
Tal vez no sea coincidencia que, al transmitirme por correo electrónico sus impresiones de la lectura de mi Guía poética de Albania, refiriéndose al poema Búnkeres que está inspirando esta serie de entradas de este blog, Fatos me comunicara que había promovido la instalación en el límite del bloku o ciudad prohibida en la que residía la dirigencia del régimen comunista, de memorial del aislamiento comunista titulado Postblock (Checkpoint), diseñado por él junto al artista Ardian Isufi, compuesto simbólicamente por un búnker como símbolo, formando junto a un pedazo del muro de Berlín y una construcción de arcos hechos con vigas de hormigón de las minas de Spac en las que hizo trabajos forzados, del que me enviaba, entre otras, esta foto y las que figura al principio de esta entrada y al margen del poema.
A veces el papel es la nada, es el aire: en él fue escrito por Pramoeda Ananta Toer la gran obra maestra de la Literatura indonesia contemporánea que es el Cuarteto de Buru. En el aire al que salían
las palabras con que fue recitando a sus compañeros de confinamiento en la isla de Buru – isla-prisión a la que el régimen de Suharto desterraba o confinaba a los prisioneros políticos – las cuatro novelas que lo componen – Tierra humana, Hijo de todos los pueblos, Hacia el mañana y La casa de cristal -, y escritos en su memoria y en las de otros prisioneros consiguieron salir o escapar de Buru donde lo retenido en la memoria pudo plasmarse en el papel. En ellas su espíritu libre y conciencia crítica – que le llevó a ser encarcelado por los holandeses entre 1947 y 1949 durante la guerra por la independencia, escribiendo entonces su primera gran novela, significativamente titulada El fugitivo, y posteriormente por Sukarno durante nueve meses por criticar el trato a la minoría china – nos guía a través de la historia de su protagonista, Minke, por el despertar y toma de conciencia nacional indonesia y su desarrollo, y al tiempo por el propio despertar y maduración del personaje y la vivencia del compromiso, la injusticia y el amor. Ahí nacieron en Buru, donde no se permitía a su autor siquiera tener un lápiz, a pesar de no tener siquiera un lápiz, engendrados en el papel en blanco del aire y la memoria. Pueden encontrarse hoy los tres primeros volúmenes editados en castellano por Destino en cualquier librería; pero durante mi estancia en la Yakarta del Nuevo Orden de Suharto sus obras estaban prohibidas, y un activista por los derechos humanos que abogaba por su causa me facilitó clandestinamente el primer ejemplar del Cuarteto de Buru que tuve en mis manos, fotocopiado en papel mecanografiado. Quien lo lea hoy en cualquiera de los muchos idiomas a los que está traducido, descubrirá uno de los grandes cuartetos o series narrativas de la Literatura del siglo veinte, que los occidentales a menudo pasamos por alto, que merece el destino y lugar de un clásico universal.
El papel o el lienzo en blanco o la madera por tallar constituyen el horizonte, el cielo por el que puede volar el alma y no dejarse encerrar en un búnker. En condiciones extremas, en lugares donde el horror quiebra las almas y deshace personas; mas también en el exilio interior, en la soledad de la
habitación en desliza el creador su pluma sobre el papel en blanco o golpea las teclas de su máquina de escribir. Como ese espíritu libre, crítico con todos los totalitarismos, que fue Petro Marko, quien escribió en 1956, en el veinte aniversario de la Guerra Civil española – en la que participó como miembro de las Brigadas Internacionales – su novela Hasta la vista (titulada así, en castellano, en el original albanés), la gran novela de amor y de guerra de la Literatura albanesa contemporánea, con el telón de fondo de nuestra Guerra Civil.
Señaló Ismail Kadaré en una entrevista concedida a los medios españoles durante su estancia en Oviedo para recibir el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en Octubre de 2009, al ser preguntado sobre su experiencia creadora bajo el totalitarismo de Enver Hoxha, que intentó hacer una literatura normal bajo un régimen anormal. Escribir literatura normal – siquiera sea a menudo entre líneas, afrontando la guillotina de la censura - bajo un régimen que intenta controlar, como metafóricamente nos revela en Spiritus o en El Palacio de los Sueños, no sólo las acciones de sus ciudadanos, sino también sus pensamientos, sus conciencias e incluso sus sueños, haciéndoles sentir que no son nada ni nadie frente al Estado y su poder que lo es todo, constituye ya en sí mismo, bajo cualquier dictadura, una limitación, tal vez la única posible, al totalitarismo de ésta; pues, siquiera sea en el limitado espacio de un papel en blanco, alguien escribe guiones y crea personajes y mundos no dictados por el Gran Líder que escribe las páginas solemnes de la Historia en el pueblo y en las vidas de todos y cada uno de los ciudadanos; siquiera sea en el papel en blanco bajo la pluma del escritor que escribe literatura normal la libertad encuentra el que sea tal vez su último refugio. Pues escribir literatura normal es, ante todo, escribir en libertad, la libertad de escribir.
La libertad de escribir, y la opción de no dejarse encerrar el alma en un búnker: de alguna manera la capacidad de contemplar – más allá, por encima o por debajo del búnker que el poder pretende construirnos por dentro – dentro de uno el papel en blanco sobre el que escribir o imaginar una vida normal bajo un régimen anormal, otra vida y otro mundo más allá de los búnkeres, o simplemente el mundo y la vida. Pareciera como si ese papel en blanco abriera una ventana, un orificio en el búnker que pretenden construirnos por dentro y dejara a través de él contemplar el cielo, penetrar la luz, vientos que vienen de más allá del horizonte. Y a partir de ahí expandirse y del todo borrarlo. Y expandir esa vida y ese mundo hasta que del todo nos llene por dentro, del todo nos llene el alma. Y quiera salir afuera, nos desborde y a otros contagie, los ayude a disolver también los búnkeres que los habitan por dentro, y les chupan la sangre, y les aprisionan el alma.
Está hecha de esperanza la luz que se vislumbra al final del túnel de la noche oscura del alma, que al final de éste disuelve la noche. La oscuridad con que el poder que se sueña total quiere pintarnos por dentro y deshacer personas. Para que no nos veamos y no veamos, nos desconozcamos y desconozcamos, olvidemos que somos personas, olvidemos quiénes somos, podemos ser, olvidamos ser. No está el Sol de la que emana fuera en el cielo, sino dentro de cada uno. Con búnkeres que encierran el alma y negra noche quiere apagarla el poder. Caracteriza al ser humano saber alumbrar esa luz. Contra toda razón, contra todo pronóstico, contra viento y marea; a pesar del sufrimiento, la tortura, la humillación, el absurdo, el porque sí. La esperanza es lo último que se pierde. Mientras no se pierda, mientras haya algún ser humano que en la soledad de su prisión o de su habitación, la soledad última en que todos estamos, nacemos y morimos, más allá del horizonte del hoy, el cielo gris o la noche oscura, sepa alumbrarla, no acabará el alma – las almas – encerrada en un búnker – búnkeres -. Tarde o temprano se expandirá, se contagiará, se esparcirá por el aire, inflamará otras almas, en algún momento entre todas alumbrarán un Sol que lo ilumine todo, bajo cuya luz parezca mejor y distinta la vida, parezca todo posible. Bajo cuya luz se derritan o se evaporen del todo los búnkeres que nos habitan por dentro. Y tal vez su recuerdo. Se disuelva, diluya, evapore o derrita el poder de quienes sobre nosotros pretendían tenerlo construyéndonos un búnker por dentro.
Mientras hay vida, hay esperanza. Es esperanza la vida...
Hay 1 Comentarios
Excelentísimo Señor Embajador.
Cite al menos a Ramón Sánchez Lizarralde; usted sabe bien por qué.
Publicado por: Boris Sacchi | 08/09/2013 12:50:16