Es la imagen primera del mundo en la cultura clásica de la que provenimos la de un mundo que sostenemos, que cargamos, que ponemos en pie; que sostienen para nosotros titanes o héroes como Atlas o Hércules, pues titánica y heroica es la tarea de sostenerlo, y tal vez tal naturaleza o carácter merezcan quienes osen hacerlo. Sea el joven jefe de los titanes Atlas castigado por Zeus, tras la derrota de éstos por los dioses del Olimpo en la titanomaquia, a sostener los cielos, ante lo que según el relato clásico gemía a pesar de su enorme fuerza; sea Hércules cuando le sostuvo la bóveda celeste mientras Atlas iba a buscar para él las manzanas de oro del jardín de las Hespérides, esa imagen del esfuerzo de la figura de quien sostiene al mundo se ha asociado posteriormente a la representación de éste. Al descubrir América y afirmar su carácter esférico, la pregunta no es ya cómo se sostienen los cielos para que no caigan al mundo, sino cómo se sostiene el mundo para que no se caiga en los cielos. Y de alguna manera por ello lo que sostiene quien lo sostiene no es ya la bóveda celeste sino la esfera terrestre. Y así aparece ésta sostenida por Atlas en tantas estatuas y pinturas o dibujos desde que concebimos y representamos el mundo como esfera, hasta el punto de que Atlas llamamos a la primera vértebra del cuello, pues se supone que sobre ella sostenía Atlas el mundo, y sobre todo a los mapas o representaciones que sobre él hacemos, dando a lo sostenido el nombre del sostenedor, tal vez porque sostener o levantar el mundo es de alguna manera alumbrarlo, crearlo, representarlo, aprehenderlo, comprenderlo y entenderlo.