Manuel Montobbio

25-M: elecciones europeas y elección de Europa

Por: | 22 de mayo de 2014

10530873-european-union-logo    Hemos asistido el pasado jueves a un debate sin precedentes en la Historia de la construcción europea: el que tuvo lugar entre los candidatos de los diferentes grupos del Parlamento Europeo a las elecciones a éste el próximo 25 de Mayo. Una candidatura que, tras la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, por primera vez comporta a su vez la candidatura a presidir la Comisión Europea – cuestión sobre la que, por encima de las discrepancias, se afirmó como común línea roja en el debate -. Por ello, por el hecho del debate en sí y por esa posibilidad que comporta, es un debate sin precedentes. Por ello, sobre todo, puede ser un precedente, un parteaguas, momento y símbolo que tal vez un día contemplaremos, en perspectiva histórica, como el de una nueva era de la construcción europea, el inicio del salto cualitativo de su metamorfosis hacia su conformación en las elecciones decisivas para la vida colectiva de los europeos. Hacia la conformación, también, de un verdadero sistema político europeo, de un espacio público europeo y de un nivel de gobernanza europeo asumido como propio por los ciudadanos de la Unión Europea con la misma naturalidad que el del Estado miembro del que son ciudadanos.

    ¿De qué depende que ese puede ser, sea; que esa potencialidad llegue a ser realidad?.

Debate candidatos PE


    Depende, entre otras cuestiones y en buena medida, de que sepamos llenar en ellas la vacuidad del espacio público europeo, hacer de ellas cilindro de Trotsky, ocasión de ejercicio de nuestra ciudadanía europea, optar, como señalábamos hace unos días, para la construcción europea por universales abiertos y, al tiempo, sentir Europa, cuestiones sobre las que hemos venido hablando en anteriores entradas de este blog dedicadas a la construcción europea. Depende, también y sobre todo, de que entre todos sepamos hacer de estas elecciones europeas la elección de Europa.

    Quisiera compartir con los lectores de este blog algunas reflexiones sobre esos "depende" que, en una Esglobalversión más reducida por las limitaciones de espacio quien implica su formato, he recogido también en el artículo que con el título Elegir Europa para construirla. Cómo hacer de la UE nuestra polishe publicado ayer en esglobal.

    Llenar la vacuidad, pues, como decíamos en De la vacuidad del espacio público europeo, todo caminar de un nosotros en la Historia, toda construcción de una polis, necesita de legitimidad, eficacia y un espacio público común. Un espacio compartido por cuantos nos encontramos fronteras adentro. Físico, jurídico, político, desde luego, pero no solo: también un espacio imaginario, ideal, y por ello un espacio común de debate, de opinión pública, de comunicación.

    ¿De qué Europa está llena el espacio público?. Señalábamos al intentar responder a esta pregunta que, a pesar de algunas excepciones, al observar en gran angular el espacio público europeo contemplamos en él más bien un espacio como el de la caverna de Platón, en el que se reflejan en el que se reflejan las sombras, los focos, los haces de luz que difunden hacia y sobre Europa los diferentes espacios públicos nacionales. Y ese espacio público contemplado a la luz de ese foco, desde ese particular ángulo, es necesariamente parcial e incompleto; deja en la oscuridad parte esencial del espacio común, que así, de alguna manera, deja de serlo. Y sobre todo deja de ser uno; pues, aunque puedan darse intersecciones entre los diferentes espacios públicos que alcancen a verse o imaginarse desde el foco de cada Estado miembro, difícilmente resultarán coincidentes, alumbrarán un espacio común. Comparte el sujeto colectivo que avanza en la Historia, o la hace, un imaginario colectivo. Un imaginario colectivo que se realiza y representa en un espacio público común, que necesita de un espacio colectivo. Necesita la construcción europea de símbolos, de relato cosmogónico, de alma; y de espacio para realizarse, para ser. Y necesita que sea colectivo.

    Necesita, por así decirlo, el espacio público europeo para serlo del todo, frente y junto a los focos que lo iluminan desde diferentes ángulos del suelo y del subsuelo, de una luz en el techo que lo ilumine todo, en su conjunto. O tal vez, simplemente, que lo miremos o aprendamos a mirarlo desde arriba, en gran angular; a Europa desde Europa. A sentir y vivir, en definitiva, ese espacio como propio, como nuestro, como el de un nosotros más amplio que convive con aquellos otros que vivimos como los naturales y propios de la comunidad política de nuestra identidad colectiva. Más amplio, pero igualmente nuestro, igualmente vital: identidad múltiple, ciudadanía múltiple, espacios múltiples. Y entre ellos un espacio común.

    Necesita, en fin, llenarse. Pues es el espacio público europeo un espacio vacío, donde habita el vacío. Y es esa vacuidad lo que más definitivamente lo define. Fuera; y dentro, en el espacio público europeo que en cada uno de nosotros habita, es.

    Necesita, definitivamente, ser.

    España en Europa; Europa en España. Nosotros en Europa; Europa en nosotros: en. En, que implica, significa, estar. Y el reto no es estar en Europa o que Europa esté en nosotros, hacer de ella algo en lo que estamos o que en nosotros está; sino ser, ser Europa. Y por ello y para ello Europa = nosotros. Asumir que somos Europa, que Europa somos nosotros; y es el suyo el espacio en que somos nosotros. En que somos.

    Decíamos, por otro lado, al hablar Del cilindro de Trotsky , que entre el vapor de las demandas populares y el poder político, el régimen o las instituciones que realizan las políticas públicas, se necesitan cilindros que trasladen esas demandas y las conviertan en éstas, realicen las ideas en la Historia y orienten la acción del poder, capten el vapor y muevan con su energía la máquina del poder, el barco del nosotros que navega en el mar de la Historia. Y, como señalábamos en De la ausencia de vapor y cilindros de Trotsky en la construcción europea, la olla europea, en la medida en que exista, carece de suficiente vapor; y carece el sistema europeo de cilindros de Trotsky que trasladen el vapor del demos europeo al poder europeo. De partidos políticos o estructuras de intermediación que “piensen en europeo”, creados paneuropeamente, paneuropeamente conformados en su dirección y militancia, y no constituyan simplemente asociaciones de partidos nacionales o estatales. Necesita el vapor del demos europeo no solo de cilindros de Trotsky, sino también de olla, de un espacio público compartido. Y que adolece así de esta doble vacuidad de olla y de cilindros de Trotsky la construcción europea, y de insuficiente vapor, que en ese vacío se diluye, se pierde, está y deja de estar, como una idea, una intuición que por un momento se nos ilumina en la mente y luego se apaga, se esfuma, es arrastrada como una nube por el viento. Y no le baste tal vez sin embargo el barco europeo para llevarnos la horizonte del futuro, al ser de Europa, con motor movido por el cilindro de sus Estados miembros: necesita quizá de un motor de dos cilindros, el de los estados y el de las estructuras de intermediación europeas.

    Y ya entonces constatábamos que constituye todo proceso electoral ocasión para captar el vapor de las demandas populares y dirigirlas hacia la máquina del poder. Y nos preguntábamos cómo hacer entonces de las elecciones europeas no sólo instrumento de elección de quiénes nos representan en las instituciones europeas, sino de determinación de qué hace el poder europeo; cómo conformarlas para hacer de ellas instancia decisiva de la conformación de poder europeo y del interés general europeo, cilindro de Trotsky captador del vapor que mueva el barco europeo del ser en Europa hacia el ser Europa; cómo crear la olla y los cilindros de Trotsky de la construcción europea, conformar y aglutinar el vapor del demos europeo.

    Decíamos también al hablar De la ciudadanía europea que, a la luz de los tratados de Lisboa y de Schengen y de la Carta Europea de Derechos Fundamentales, que es Europa hoy un espacio común de Justicia e Interior, donde cualquier frontera ya no es solo del Estado donde se sitúa, sino de la Unión, de modo que el acceso a través de cualquier de ellas garantiza la movilidad a través de él, siempre y cuando se disponga previamente de un visado común, conforme a lo previsto en el Convenio de Schengen. Un espacio en que cooperan las fuerzas policiales y los poderes judiciales en la persecución del delito y la violación de la ley, dotado de instrumentos como Europol o la orden de arresto europea. Mas también y sobre todo un espacio en que todos los ciudadanos tenemos garantizado el respeto a unos derechos y libertades fundamentales comunes, no solo frente al Estado del que somos nacionales según establezca su Constitución, sino también frente a y en cualquier Estado de la Unión, conforme a lo establecido en la Carta, del mismo modo que están éstos garantizados para los nacionales de los demás estados miembros en el nuestro. Y somos así ciudadanos en todo el espacio común, en todo él tenemos garantizados los derechos y libertades fundamentales cuya salvaguarda motiva la suscripción del contrato social, frente a  las autoridades de cualquiera de sus estados podemos exigir su respeto, y a ellas estamos a su vez sometidos en su acción de persecución de su violación, de garantía de su cumplimiento. En ello se realiza y se cumple nuestra ciudadanía europea, simultáneamente y más allá del Estado del que somos nacionales.

    Y no cabe duda de que constituye ello un logro, la realización de una idea y acaso de un sueño, un paso adelante en la Historia, difícilmente imaginable un suspiro antes en ella.

    Mas precisamente la plenitud muestra el vacío, la cara llena de la moneda la cara vacía. Y despierta al mostrarlo la conciencia de ese vacío, y tal vez su angustia, el deseo de llenarlo, de ser moneda del todo, el sueño.

    El sueño de completar la ciudadanía europea, de realizarla del todo. De no conformarnos – como, salvando las distancias, no se conformaron con el despotismo ilustrado quienes proclamaron los derechos del hombre y del ciudadano y elaboraron las primeras constituciones democráticas contemporáneas como contrato social regulador de la vida colectiva – con vivir y disfrutar sus ventajas, el disfrute y garantía de esos derechos y libertades fundamentales en todo el espacio europeo, su respeto por todas las autoridades en él. Con ese aspecto o lado, en definitiva, pasivo de la ciudadanía. No conformarnos con el pasivo, y querer pasar al activo. Con la ciudadanía otorgada, y querer la otorgante. Con el respeto y garantía por parte del poder político de los derechos y libertades fundamentales; sino querer constituirnos de él en origen, elegirlo y pedirle cuentas.

    Toda idea, una vez concebida, ilumina una posibilidad, llama a su realización, muestra una potencialidad que desea convertirse en realidad. Lleva implícita la de la ciudadanía europea en su lógica última, en el desarrollo de su potencialidad, la elección directa del poder europeo por los ciudadanos europeos y la legitimidad de origen y la accountability que ello conlleva. El poder que en una democracia ese origen otorga a una institución o poder frente a cualquier otro. Lleva implícitas, en definitiva, elecciones europeas de las que emane no sólo el Poder Legislativo europeo, sino también y sobre todo – sea por elección directa de los ciudadanos, sea por la indirecta de sus representantes en el Parlamento Europeo – el Poder Ejecutivo, que para y al ejecutar afecta, ordena y dirige la vida colectiva europea, y garantiza y promueve el respeto y la realización de los derechos y libertades fundamentales que conlleva la ciudadanía europea. Pasiva y activamente, impidiendo y haciendo.

Esglobal MM 21052014

    ¿Podría acaso de otro modo superar la construcción europea el déficit de legitimidad democrática del que sistemáticamente se le acusa?. ¿Podría acaso de otro modo el poder europeo ser del todo poder frente y junto al de sus estados miembros; ser igualmente poder, no solo en cuanto a poder, sino en cuanto a igualmente legítimo?. ¿Podría acaso de otro modo ser la europea del todo ciudadanía frente y junto a la nacional de cada uno de los estados miembros, en cada uno de ellos?. Podría acaso de otro modo ser del todo el poder europeo poder que al obedecerlo se obedezca el ciudadano europeo a sí mismo?. ¿Podríamos acaso de otro modo como ciudadanos ser, también y al tiempo, del todo europeos; y no solo españoles, franceses, alemanes o griegos en Europa?. ¿Podríamos acaso de otro modo  llegar los europeos a sentirnos, a ser del todo un nosotros que junto avanza en la Historia?. ¿Podría acaso de otro modo ser nuestra polis Europa?.

    Mas es hoy por hoy Europa una polis en construcción. Por los políticos, y por los ciudadanos. De ahí el dilema y la opción que afrontamos unos y otros. Dilema entre conseguir la aceptación y alentar las demandas de las opiniones y los espacios públicos nacionales, o promover y proponer las del espacio público europeo; entre hacer de las elecciones cilindro de Trotsky de nuestro Estado, nuestro particular nosotros en Europa, o de la construcción y la Unión Europea; entre hacer de ellas ocasión para el ejercicio de la ciudadanía de nuestro Estado miembro, o de nuestra ciudadanía europea.

    Todo dilema implica una opción. Para los políticos, y para los ciudadanos. Dilema, opción, reto: el de para construirla elegir Europa, hacer que las elecciones europeas de este 25 de Mayo sean al tiempo las de la elección de Europa. De ti depende. De todos y cada uno.

Hay 3 Comentarios

Hoy, una burocracia/gasto interminable en Europa. Si disponemos de la Comisión ¿ para qué los Gobiernos Centrales...? Y si disponemos de un Parlamento Europeo ¿ para que los nacionales...? Y es que, además, también interviene, y muy principalmente hasta ahora, el Consejo Europeo... ¿ Comprenden ustedes el marasmo inútil por excesivo o repetitivo que todavía nos preside...? Y es que en España, y para más inri, nos acompañan 17 Virreinatos con sus consiguientes parlamentos o juntas con sus respectivas parroquias clientelares, amén, y subsiguientemente, de la capa de los ayuntamientos con sus regímenes respectivos,. sin contar con el culmen de lo que conlleva La Monarquía en sí, que es otro pico. Es como si, en este país nuestro, nada se moviese sin el caldo y unte por el dinero público. El peso, por tanto, de semejantes estructuras (aparte de los 28 ejércitos no citados) es de una lentitud, enmarañamiento, repito, y gasto inasumible. Y que nadie, nadie tilde de intento siquiera de intimidar la democracia representativa, ah, nada más lejos, sino de tratar de racionalizar las cosas a fin de intentar revertirlas a una realidad más igual, más justa y solidaria, más cívica y, ay, también, más libre. Saludos

¿Y Africa? ¿Porque nunca sale Africa en estas películas?

Estamos de acuerdo en las bondades de nuevos lugares de encuentro y análisis de aquello que puede ocurrir, que está en nuestra mano que ocurra, pero no se puede negar que mientras se forman estos debates se intenta silencia el análisis electoral en la mayoría de los países miembros.

http://casaquerida.com/2014/05/22/una-pista-de-hielo-armado/

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Sobre el autor

Manuel Montobbio, diplomático y doctor en Ciencias Políticas con formación pluridisciplinar, ha desempeñado diferentes responsabilidades en el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación y ha estado destinado en San Salvador, Yakarta, México, Guatemala y Tirana. Paralelamente, ha desarrollado una trayectoria académica y literaria, que le ha llevado a publicar diversos libros, ensayos y obras de pensamiento y creación como Salir del Callejón del Gato. La deconstrucción de Oriente y Occidente y la gobernanza global, Guía poética de Albania y Tiempo diplomático. Acaba de publicar Mundo. Una geografía poética.

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Tiempo diplomático

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