Cuando has nacido para ser un “Mozart, un movedor de montañas, o un superhéroe” cualquier otra realidad no puede dejarte indiferente. Masha Manapov, de hecho, se dedica a jugar con sus sueños mesiánicos y no le va mal. Con esta quimera se define en su web y presenta a una joven artista (Tel Aviv, 1982) que encara la vida como un entrenamiento válido para cualquier empresa a afrontar. “Yo siempre digo que si tú puedes hacer algo más aparte de ser ilustrador hazlo, si no, estás condenado al fracaso”. En su caso haber pasado parte de su infancia en Rusia y luego en Israel (su país natal) le sirvió de adiestramiento “para luchar por la felicidad” y crear sus propias “oportunidades”, confiesa. El caso es que hoy por hoy su nombre figura en la nómina de los grandes talentos emergentes y desde Tel Aviv continúa mostrando su capacidad para bordear los límites entre “realidad y fantasía”. Con el bagaje que le ha dado su trayectoria vital, Masha concibe su profesión de ilustradora como un medio “muy natural” para moverse por el mundo.
Los colores rutilantes impregnan buena parte del trabajo gráfico de Masha