En la Argentina de estos últimos años, la polarización política y social y el fracaso de la oposición han dado protagonismo a un actor inesperado: los intelectuales.
Cuando Néstor Kirchner llegó al gobierno en 2003 todavía reverberaban los efectos de la crisis de diciembre de 2001; como parte de su estrategia de seducción a la clase media, cuyas protestas habían hecho caer un presidente tras otro aquel verano, convocó a su despacho a los intelectuales. Hasta convirtió a uno de los más respetados, José Nun, en secretario de Cultura.
Kirchner recibió en la Casa Rosada incluso a intelectuales alejados del peronismo, como Beatriz Sarlo y Tulio Halperín Donghi. Era la primera vez en su vida que Halperín Donghi, el mayor historiador vivo del país, entraba a la Casa de Gobierno. En la recorrida hasta el despacho del jefe de Gabinete, donde almorzarían con el presidente, Halperín Donghi fue reconociendo los muebles y objetos, que conocía de los libros y documentos que había leído.
Cuando el proyecto de transversalidad política de Kirchner fracasó y el gobierno volvió al peronismo y, en 2008, se produjo el conflicto por el "campo", las aguas se dividieron. La clase media abandonó al gobierno y resurgió un antiperonismo que no se había visto en décadas.
Los intelectuales también se dividieron. En medio del conflicto del campo surgió Carta Abierta, una agrupación de intelectuales peronistas y de izquierda. Carta Abierta apoyó en este conflicto al gobierno de los Kirchner (ya era presidenta Cristina), y luego se convirtió en un grupo de apoyo neto al gobierno.
Del otro lado se ubicaron intelectuales notorios que comenzaron a hacer oposición al kirchernismo; la más visible es Beatriz Sarlo.
Tras el fracaso de la oposición política, barrida en la última elección (Cristina Kirchner logró su reelección con 54% de los votos; el candidato en segundo puesto apenas logró un 16%) y el descrédito de los principales diarios, vistos como voceros de la oposición política, los intelectuales resurgieron, organizados como voces de la oposición.
Conformaron el Grupo Plataforma, liderado por otra intelectual en ascenso, Maristella Svampa. Plataforma se presenta como una izquierda opuesta al gobienro, con énfasis en el combate a las industrias extractivas, como la minería, y a la pobreza.
Plataforma es una respuesta a Carta Abierta.
Y un tercer grupo, Argumentos, surgió como un intento de mediar entre los dos.
La presencia de los intelectuales es tan visible que acaba de publicarse un libro al respecto, Los intelectuales y la política en la Argentina, de Héctor Pavón, que traza una muy interesante historia del papel de los intelectuales desde la última dictadura hasta la fecha y cuyo capítulo dedicado al kirchnerismo, que recomiendo, puede leerse aquí.
Hay 6 Comentarios
Eso ya lo sé, Graciela, no es necesario defenderse de nada, lo mío no fue una crítica puntual sino una reflexión lateral sobre el tema.
Ciertamente, el libro parece bastante imparcial e interesante, desafortunadamente se trata sólo de un fragmento. Saludos.
Publicado por: nino | 12/05/2012 19:07:51
Ni mi post ni el libro tratan sobre los periodistas que usted menciona, Nino. Saludos.
Publicado por: Graciela | 12/05/2012 17:42:37
¿Escribir un par de libros, ya, de por sí, consagra al escritor a tan excepcional categoría? La principal condición de un intelectual en las culturas occidentales, es no la absoluta objetividad en sus análisis (eso es imposible) si no la independencia de criterio como punto de partida que posibilite una visión despojada de intereses personales.
¿Puede un escritor/periodista como Lanata o Caparrós -por tomar dos ejemplos paradigmáticos- ser objetivos y analizar la realidad que los circunda, evitando en todo momento mostrar el poder omnímodo de los medios para los cuales ellos trabajan? Si son verdaderos intelectuales y aman la verdad, la respuesta es negativa. ¿Pueden estos dos ejemplos de intelectuales “líquidos”, cuya característica es la versatilidad ideológica siempre adaptada a sus intereses económicos personales, ser considerados consecuentes y honestos intelectualmente, tanto como para confiar en sus análisis siempre oportunistas?
¿Puede considerarse “intelectual” a quien sin titubear compara los modos del gobierno con los del nazismo y comparar sin el más mínimo sentido de las proporciones ni de la sensatez al gobierno con Hitler, tal como lo hizo y hace B. Sarlo? ¿Puede un lector independiente considerar imparciales y tomar por cierto análisis tan groseros y cargados de infamias y odio?
¿Pagni, Grondona, Walger, Sirvén son intelectuales confiables, independientes, o meros escribas al servicio de las líneas editoriales que les imponen sus patrones?
Lamentablemente el término “intelectual” está sobrevalorado en la cultura argentina; merecería revisarlo desde el punto de vista ético para que vuelva a tener un significado admisible.
Publicado por: nino | 11/05/2012 17:34:10
¿Hablar sobre un libro que cuenta una historia relevante sobre la Argentina es propaganda? ¿Desde cuándo escribir sobre libros es ilegítimo? ¿Y si leen el texto que recomiendo sin prejuicios, a ver qué les parece?
Publicado por: Graciela | 10/05/2012 1:33:26
Esto es propaganda para vender el libro mencionado.
Publicado por: Gac | 09/05/2012 20:43:37
Antes de gastar tantas palabras en describir la situación del país deberías explicarnos que entendés por un "intelectual". Una relectura de Sartre te puede aclarar algunas ideas y así redefinir algunas de las personas que citás.
Un saludo.
Publicado por: goia | 08/05/2012 21:05:46