Sindicatos y patronal se han pasado el martes preparando la huelga del jueves, con reuniones y comunicados. Y seguirán el miércoles (por cierto el día que hacen huelga los trabajadores de los medios informativos para poder informar del desarrollo de la huelga el jueves). Los sindicatos, convocantes de la huelga, están enfrascados en los preparativos de la jornada para tener toda la operativa a punto para que a partir de las cero horas del jueves funcionen todos los resortes y los trabajadores que quieran seguirla no encuentren impedimentos desagradables. Y las patronales, aunque parezca que no tienen ningún pito que tocar en esta fiesta, para que esos derechos de los trabajadores a la huelga puedan ser compartidos con el derecho a trabajar.
Bajo esa misiva, la patronal ha lanzado circulares para aleccionar a los empresarios para que actúen. Los empresarios apelan, además, a que los llamados piquetes informativos se convierten en piquetes ilegales. Esta cuestión, y las citadas circulares, ha levantado suspicacias --siempre ocurre-- porque los sindicatos entienden que la actitud de los empresarios coacciona a los trabajadores.
Es verdad que los tiempos que corren para el empleo no son precisamente todo lo buenos que convendría. Pero, precisamente para que las cosas no vayan a peor los sindicatos convocan la huelga. Las centrales, que se han comprometido a cumplir los servicios mínimos con todas las garantías, entienden la situación. Incluso fue uno de los puntos que se pusieron en valor a la hora de decidir si se convocaba huelga. Pero entonces pesaron más los motivos para protestar por una reforma que, a su juicio, socava los derechos sociales. Según cuentan los secretarios generales de UGT y CC OO, Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo, en una entrevista en El PAÍS, "nunca ha habido más motivos para convocar una hulega general" y no sólo por los recortes sociales, sino también por la falta de diálogo. No obsatnte, entienden que esos mensajes de miedo puede retraer a la gente y les obligue a "resignarse y asumir la reforma".
El miedo a perder el puesto de trabajo se ha convertido en un arma arrojadiza. Se da por seguro que algunos trabajadores convencidos de que la reforma merma sus condiciones laborales no van a seguir la huelga, ya sea por veladas amenazas sobre la pérdida de empleo o porque no quieren sufrir una merma de ingresos. El caso es que influye en el mayor o menor impacto de la huelga. Seguramente por eso, se ha hecho correr el mensaje de que los trabajadores que, por una cosa u otra, no hagan o no puedan hacer huelga, acudan a las manifestaciones que están convocadas en la tarde del jueves en las principales ciudades del país. Al final, estas se pueden convertir en mejor termómetro para medir con más precisión el impacto de la protesta que la propia huelga.