El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, está dispuesto a instaurar la diplomacia económica en el departamento como una de las patas básicas de su tarea. No se trata de quitar responsabilidades a su compañero de gabinete Luis de Guindos, titular de Economía; pero está convencido de la necesidad de aprovechar la red de embajadas para potenciar y fortalecer la expansión de empresas españolas por ahí fuera. Por eso, ha puesto a funcionar toda la maquinaria ministerial.
En ese sentido, nada más llegar al cargo reunió a una treintena de empresarios españoles con presencia multinacional en una comida en el Palacio de Santa Cruz (sede ministerial) para conocer sus puntos de vista y transmitirles su ideario. El ministro puso entonces sobre la mesa la importancia de potenciar la marca España como arma fundamental.
El siguiente paso ha sido concertar encuentros de los nuevos embajadores con representantes de las empresas que tienen negocios en los países a los que están destinados, así como con asociaciones sectoriales. Se trata, por un lado, de una especie de adoctrinamiento a los embajadores sobre lo que se van a encontrar en materia comercial. Y, por otro, de que conozcan de primera mano, por parte de los protagonistas, las peripecias y problemas que tienen para el desarrollo de su actividad, así como las relaciones con las Administraciones correspondientes.
La primera reunión fue el martes con el embajador en Argentina, casi por obligación más por las presiones que está recibiendo en ese país el grupo Repsol que por el inmediato desplazamiento del nuevo inquilino de la plaza de Buenos Aires, Ramón Oyarzun. De hecho, previamente el ministro Margallo estuvo con el presidente de la compañía petrolera, Antonio Brufau, preocupados por la tensión de las relaciones y ante la posibilidad de tener que intervenir a nivel diplomático.
A esta reunión prosiguió otra el miércoles con el nuevo embajador en Brasil, Manuel de la Cámara. A esos encuentros acudió Fernando Eguidazu, director general de Relaciones Económicas Internacionales del ministerio, y representantes de la Secretaría de Estado de Comercio y del Ministerio de Industria. Margallo no quiere herir susceptibilidades con los ministerios puramente económicos y, por eso, se ha preocupado mucho de que no estuvieran ausentes.
Y por parte de las empresas, además de Brufau, estuvieron responsables de Endesa, constructoras (ACS, FCC, Ferrovial,Acciona...), los bancos Santander y BBVA, Inditex, la aseguradora Mapfre..., así como de las patronales de seguros Unespa, la de bienes de equipo Sercobe, la alimentaria Fiatc, la agrícola Asaja, la pesquera Cepesca y de la gran patronal CEOE.
La próxima semana se hará lo propio con el nuevo embajador en India, Gustavo de Arístegui, y proseguirá con una gran parte de la tacada de los cuarenta y tantos nuevos embajadores, de acuerdo a la cadencia con la que se vayan trasladando a sus destinos.
Es la primera vez que se toma una iniciativa de este tipo. La nueva diplomacia económica de García Margallo busca acabar con la separación de actividades, habitual entre las agregadurías comercial y cultural, con mayor peso de estas. Se da la circunstancia, y así lo ha dicho en público el propio ministro, que existen 47 embajadas sin agregado comercial. Una vez arreglado eso y pese a la dificultad histórica de fundir los diplomáticos y los técnicos comerciales del Estado, la intención es que todos toquen la misma partitura. Es decir, que por ejemplo todos utilicen el Instituto Cervantes como algo que no sea un vehículo exclusivo de la lengua y la cultura, sino también comercial. “Son infraestructuras que hay que aprovechar para temas económicos”, según reconoce una fuente ministerial. En todo caso, se supone que la futura ley del Sector Exterior va a poner en consideración estas diferencias para acabar con ellas.
Apenas unos días después de reunirse Brufau con García Margallo y con el nuevo embajador en Argentina, se supo que dos Estados del país austral (Santa Cruz y Chubut) habían retirado las licencias de explotación a YPF, filial de Repsol. Más leña al fuego en las calientes relaciones del Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner con el grupo español, y, por extensión, con el resto de empresas españolas. Es un tira y afloja de una cuerda que maneja el Ejecutivo argentino y que puede agravarse si alguien decide restringir las compras de biocombustible. De seguir así, obligará a intervenir a la diplomacia española de manera urgente. En todo caso, la Administración Kirchner vuelve a jugar con fuego ante los mercados internacionales. Puede perder la oportunidad de convertir los yacimientos de Vaca Muerta, en una referencia mundial y en provocar rechazo por parte de los grupos internacionales a la hora de invertir en el país.
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