Solventada ya la marcha de Petra Mateos de la presidencia de Hispasat por voluntad propia (sabía que se estaba preparando el relevo), la Sociedad Española de Participaciones Industriales (SEPI) anda ahora buscando una sustituta. En femenino, porque las preferencias del grupo público que preside Ramón Aguirre son que sea una mujer la que ocupe el cargo. No se saben muy bien las razones. Quizá para mantener la escasa cuota de mujeres en empresas públicas o la inercia impuesta por Mateos después de ocho años al frente de la compañía de satélites. En cualquier caso, tampoco pasa nada si se cambia de género mientras responda a las exigencias políticas del Gobierno.
Así son las cosas. Las presiones pudieron con Petra Mateos. Su relevo se había dado como cantado desde que llegó el nuevo Gobierno del PP, dispuesto a que no quede ningún presidente de empresa pública nombrado por los socialistas. Aunque, en este caso, la participación estatal sea muy minoritaria y la mayoría de capital esté en manos de Abertis, está escrito que el nombramiento en el máximo cargo corre a cargo de la SEPI, que junto al Ministerio de Defensa quiere tener el control. Y eso implica tener a uno de los suyos. De hecho, la ejecutiva manchega fue nombrada por el Gobierno socialista --en concreto por su paisano José Bono, que ocupaba el departamento-- en 2004.
Por eso, el consejo de administración de Hispasat tiene poco margen de maniobra para oponerse, aunque tampoco es que fuera a poner pegas a que no siguiera Petra Mateos por mucho que haya defendido su gestión y el impulso internacional que ha dado a la entidad bajo su mandato, colocando Hispasat en una referencia mundial del sector de las comunicaciones espaciales.En Abertis, sociedad participada por La Caixa y ACS, están a la espera de conocer la propuesta, que deberá pasar por el consejo de administración para su aprobación.
El relevo de Mateos, al que seguramente continuarán otros en cadena de empresas filiales o participadas, vuelve a poner sobre el tapete la cuestión de los profesionales en las empresas públicas y altos cargos. Parece lógico que en los primeros niveles se pongan personas de máxima confianza; pero no encaja para aquellos que han demostrado categoría y neutralidad en su funcionamiento. Hubo un tiermpo, en los ochenta, en el que el ya desaparecido Instituto Nacional de Industria (INI) ponía al frente de sus empresas a profesionales de valía sin mirarles la afiliación ni preguntarles sus preferencias políticas. Eso debiera ser un ejemplo.
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Publicado por: bnb | 06/03/2012 1:08:31