Tras la nacionalización de YPF por parte del Gobierno argentino de Cristina Fernández de Kirchner, para la que tuvo que recurrir a una ley de los tiempos de la dictadura de Videla, ahora comienza el proceso de marcha atrás para arreglar algunos desperfectos hechos en los meses de asedio a Repsol. Por ejemplo, la reversión de las licencias a YPF por parte de algunas provincias que le impedían operar en sus territorios. La primera ha sido la de Santa Cruz, que ha anulado esa reversión. Mientras, el Gobierno busca fórmulas para contrarrestar el dinero que previsiblemente le reclame Repsol ante la corte de arbitraje CIADI. Tales como demandas por actuaciones irregulares o derechos por las inversiones en Argentina, Bolivia y Brasil (la llamada ABB).
Asimismo, en el entorno del Gobierno hay sospechas de que la familia Eskenazy, cuyo patriarca (Enrique) era íntimo amigo de Néstor Kirchner, se hayan hecho amigos de Antonio Brufau y responda más a los intereses de éste que de la presidenta. Las sospechas se deben a que durante los años en que han compartido mesa y mantel se habrían acercado posturas y estrechado relaciones. Por otro lado, se asgeura que Eskenazy ha prometido al grupo español que no va a vender su pareticiapción del 25%. Precisamente, en próximas fechas le vencen los créditos que recibió para hacerse cargo de esa participación, en la que intervino activamente Brufau con avales de Repsol. El total de créditos a los que tendrá que hacer frente se eleva a 2.500 millones de euros.
Y, mientras tanto, llegan informaciones sobre contrtatistas de YPF que han recibido invitaciones para acudir a Texas a visitar los campos petrolíferos. Si eso es verdad formaría parte de la corte de interesados que se van a agolpar en torno al campo de Vaca Muerta, de donde ha sido evacuada Repsol (bueno, le queda un 6% de YPF). Entre los candidatos a ocupar su puesto figura la tejana Exxon y la china Sinopec. Precisamente las dos entidades estaban en contacto con Repsol para participar en las inversiones multimillonarias que deben hacerse en el enorme campo de 30.000 hectáreas. Se han cuantificado en 25.000 millones de dólares y Repsol sola no podía. Por eso buscó socios, que evidentemente también estaban interesados en entrar en el capital de YPF.
El conflicto ha sido la bienvenida (por llamarlo de alguna forma) del nuevo embajador español en Buenos Aires, Román Oyarzun, que seguramente habrá recibido sabias leccioens y recomendaciones de Rafael Estrella, su antecesor. Oyarzun se ha tenido que dedicar en cuerpo y alma a este asunto desde que aterrizó en la capìtal argentina. Oyarzun debe discutir dinero, no soberanía. Lo principal es calmar los ánimos y lograr que los argentinos paguen un precio justo, algo que no parece fácil.
Para Repsol la situación es peliogrosa. Haber perdido YPF le puede suponer una degradación en la escala de las agencias de calificación y perder el grado de inversor. debe reforzar su capital. Si Argentina paga los 8.000 millones que ha reclamado Brufau, no tendría problemas para recapitalizarse; pero si no, que es lo más probable, tendría que recurrir a otras fórmulas como conversión de preferentes, que quita deuda y amplía capital; vender activos y el 5% de autocartera que asumió del paquete de Sacyr o reforzar la generaciópn de cash-flow. Así están las cosas. Debe buscarse la vida porque Vaca Muerta ya no le da leche.