La casualidad, o quizá una buena planificación, quiso que los dos primeros ministros de los países que están en la picota, España e Italia, estuvieran juntos. Mario Monti visitaba a su homólgo español, Mariano Rajoy, dentro de la ronda de visitas a dirigentes europeos que se ha montado y que quiso terminar, quizá por afinidad, en Madrid. Así que Rajoy y Monti (o viceversa) escucharon juntos en el Palacio de la Moncloa, sede del Gobierno español, la rueda de prensa que el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi (paisano del segundo) daba en Francfort y en la que echó un jarro de agua fría (o ardiendo) sobre las ilusiones de acabar con las especulaciones de los mercados que él mismo había generado la pasada semana cuando dijo que había que creerle cuando aseguraba que no dejaría caer al euro. Todo el mundo, y los mercados los primeros, reaccionaron como si el BCE fuera a comprar deuda de los países con problemas. Sin embargo, el BCE ha puesto condiciones y no va a maniobrar "hasta que los países del euro en apuros pidan ayudas al fondo de rescate europeo".
Las expectativas generadas por Draghi se han evaporado con la misma velocidad con las habían llegado. La prima de riesgo se disparó y la Bolsa hizo lo mismo, para para abajo. Ahora Rajoy, y es posible que Monti también, tendrá que decidir si solicita, y cuándo, el fondo de rescate para aflojar las tensiones financieras de la deuda. Cualquier petición conllevará "condicionalidad estricta y efectiva", dijo Draghi, que tendrá que justificar por qué sembró las esperaznas la semana pasada y decir algo más que "el BCE no está para sustituir a los Gobiernos".
Eso significa, ni más ni menos, que rajoy deberá cumplir con los objetivos del déficit y continuar con las reformas estructurales que tantos quebraderos de cabeza le están dando. Y también que Berlín es donde se dirige el cotarro. Lo demuestra el hecho de que en el consejo del BCE hubo un voto discrepante, el de Jens Weidmann, presidente del Bundesbank, que sigue siendo muy poderoso.
Seguramente, para Rajoy ha sido un alivio compartir las penas con Monti. Pero al margen de la seriedad de lo que se cocía hoy para los dos países en Francfort, el líder español debe tomar nota de la actividad de su homólogo italiano, un tecnócrata que no salió de las urnas y al que hubo que recurrir para "salvar a la patria", y compararse. Monti, consciente de su labor, ha realizado una gira para ver a los principales dirigentes europeos, y sobre todo a los que están poniendo pegas a las ayudas a los países con problemas, para terminar en España, compañero de fatigas en este caso. Sin embargo, Rajoy apenas se ha movido de su despacho en La Moncloa. Como mucho, ha confiado a su ministro de Economía, Luis de Guindos, que le haga esa labor. Pero, claro, no es lo mismo. Guindos ni siquiera es vicepresidente ni responsable de la Comisión Delegada para Asuntos Económicos. Esa es la realidad y quizá Rajoy tendría que hacérselo mirar.