Juan José Hidalgo, el inefable fundador y presidente del grupo Globalia que empezó en esto de ser empresario llevando trabajadores en un taxi desde Salamanca a Suiza, acaba de tener su semana grande. A sus 72 años y en menos de tres días se le han acumulado varios acontecimientos positivos. Recibió primero la noticia de que Iberia (Globalia es un grupo turístico que participa en el sector aéreo a través de Air Europa) quiere cerrar varias líneas en las que él puede hacerse fuerte, sobre todo en Cuba y Santo Domingo. Luego, en un golpe de mano en pleno puente de la Constitución con todos los ingredientes de sorpresa y nocturnidad incorporados, compró Orizonia, cuando había trascendido que este grupo en dificultades se lo quedaba Barceló.
Hidalgo no podía permitir que prosperase esta operación porque le dejaba atrasado en el sector de viajes y hoteles. Al contrario, la unión le convierte en tercer grupo europeo. Pocos sabían que Globalia llevaba dos semanas negociando en secreto con los responsables de Orizonia (participada por varios fondos de inversión). Pero, además, tenía ganas de resarcirse y saldar una afrenta. No hace mucho tiempo Orizonia había tratado de comprar Globalia, después de quedarse con el que se consideraba brazo derecho de Hidalgo, José Duato, con el que ahora se reencuentra Hidalgo. Orizonia, quizá avizando problemas en el cambio generacional de Globalia (los tres hijos de Hidalgo están en el consejo de la empresa), llegó a ofrecer 1.000 millones de euros que el empresario salmantino rechazó categóricamente. Ahora él la compra por 60 y la asunción de 140 de deuda.
Ahora le toca vengarse. Pero, además (y eso se puede leer como otra venganza sobrevenida), Hidalgo ha adquirido un pleito contra Gerardo Díaz Ferrán, su enemigo público número uno desde hace tiempo, que junto a su socio, Gonzalo Pascual, le negó el pan y la sal y le ninguneó siempre que pudo utilizando el poder desde los puestos de mando en la patronal turística, así como en CEIM y CEOE. Orizonia fue una de las cuatro entidades (las otras son AC, Meliá y Pullmantur) que interpuso la demanda contra los propietarios de Marsans por impago de 45 millones que ahora ha llevado a la cárcel a Díaz Ferrán. Se da la circunstancia de que Hidalgo, al que Marsans le debía dos millones, no se sumó a la aquella demanda conjunta pese a dicha manifiesta rivalidad.
Dice gente cercana que no quiso hacer leña del árbol caído; pero lo cierto es que ahora tiene la ocasión moral de saldar una deuda con su viejo enemigo que le consideraba como un advenedizo y nunca le permitió entrar en la élite empresarial de la capital. Hidalgo se replegó, pero como le resulta difícil estar callado, no dejó de lanzar críticas por los favores que sus rivales recibían de la Administración —como la venta de Aerolíneas Argentinas—, llegando incluso a aventurar problemas futuros. Se cumplieron como una maldición y Pepe Aviones —apelativo que recibe en el entorno sectorial— saboreó su primer desquite cuando Díaz Ferrán tuvo que salir pitando de la patronal.
La incontinencia verbal también le acarreó problemas con Iberia, a la que atribuyó favores por recibir la nueva terminal de Barajas (T4). Hidalgo no tuvo muy en cuenta que era la compañía que más aviones y pasajeros movía y siguió reclamando cada vez que podía un trato similar. Ahora, con la decisión de la antigua compañía de bandera nacional de cerrar frecuencias (Hidalgo también ha tenido que hacer ajustes en su aerolínea), ha vuelto a insistir en la T4 y ha anunciado que pretende beneficiarse de las rutas que dejará su rival, sobre todo las de Cuba y Santo Domingo, lugar donde tiene montada una especie de segunda sede y pasa largas temporadas.
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