El domingo 17 de marzo el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) celebró en Panamá la 54ª Reunión de Gobernadores, que ha pasado, al menos en España y en Europa, con más pena que gloria. Los problemas que existen en el continente europeo (léase Chipre, entre otras cosas) no dejan ver mucho más allá. Pero la asamblea, que duró dos días, dejó sobre la mesa un documento titulado Replantear las Reformas que proyecta una serie de mensajes de calado para el futuro de Latinoamérica y el Caribe (LAC) y que, por extensión, tiene interés en España.
Según el informe, las economías de la región, que hasta la fecha han ido sorteando con más o menos éxito la crisis, tendrán un crecimiento lento y menor en los próximos cinco años como consecuencia precisamente de que el crecimiento mundial también va a ser menor. “Es probable”, dice el documento, “que el crecimiento en LAC sea casi un 1% menor que durante el periodo pre-crisis”; es decir, será del 3,9% para el periodo 2013-2017 frente al 4,8% del periodo 2008-2012.
El panorama es el siguiente: el gasto ha aumentado y el balance fiscal se ha deteriorado; hay menos margen de acción para la política monetaria; las reservas relativas al tamaño del sistema financiero han empezado a disminuir en la mayoría de los países y los tipos reales de cambio se han apreciado. Esas presiones llevan a plantearse políticas fiscales restrictivas y políticas monetarias expansivas. Pero la mayoría de ellos tienen “poco margen para políticas fiscales o monetarias contracíclicas”.
El BID, por eso, sostiene que ha llegado el momento de reactivar el programa de reformas. “Hay margen para reformas y las recompensas pueden ser grandes”, sostiene. Pero las políticas anticíclicas que pusieron en marcha tras la crisis financiera internacional de 2009 y que fueron fructíferas para la región, no parecen ahora suficientes para la nueva etapa que se ha abierto. Según el informe, “un contexto de desaceleración a medio plazo del crecimiento global no se puede abordar con políticas contracíclicas de corto plazo”.
En ese sentido, recomienda no responder al menor crecimiento con políticas contracíclicas, incluso si hubiese margen. LAC se enfrenta a retos fundamentales como la calidad de la educación, los impuestos, el ahorro y la inversión, así como acabar con la informalidad, que “está asociada la baja productividad”. En todo caso, apunta que los esfuerzos deben hacerse en función de las necesidades y del contexto de cada país, ya que “no hay una talla única para todos”. Una receta que también se puede aplicar en otros lugares. Por ejemplo, Europa.