El pasado miércoles el presidente de Extremadura, José Antonio Monago, y el embajador de Israel en España, Alon Bar, firmaron La Declaración de Cáceres en la ciudad extremeña. Este acuerdo persigue fomentar el crecimiento económico y la generación de empleo, especialmente para los jóvenes. Las dos comunidades se han comprometido, además, a promover una Iniciativa Conjunta de Innovación y acciones encaminadas a establecer un marco estable que facilite la financiación de la cooperación en investigación e innovación mediante la movilización conjunta de instrumentos de financiación promoviendo la participación de pyme.
Fue un día grande para Monago, que quiere ser “el presidente de la I+D+i extremeña” y convertir su tierra en una cuna de innovación y tecnología. Ha logrado hacerlo con uno de los países que lo lleva como bandera y que le ha permitido sortear la crisis con solvencia. Extremadura, con más del 35% de paro, e Israel, con casi pleno empleo, son dos caras opuestas. Lo mismo podría decirse de España en su conjunto (27% de paro) con respecto a Israel. Pero ha sido la comunidad extremena, una de las más laceradas por la crisis y el desempleo, la que ha llevado a cabo esta iniciativa.
El Gobierno de Mariano Rajoy, del mismo color que el extremeño y al que todo esto le ha pillado a contrapié pensando en otro tipo de medidas para luchar contra la crisis, ha estado bastante al margen de las negociaciones de Monago. Este se preocupó mucho en subrayar, y en repetidas ocasiones, que el acuerdo era tanto para Extremadura como “para el conjunto de España”. Seguramente, para limar posibles asperezas. De hecho, el Ejecutivo mostró su interés a los postres y envió a la puesta de largo del acuerdo al ministro de Industria, José Manuel Soria, y al secretario de Estado de Comercio, Jaime García-Legaz.
En algunas esferas del Gobierno y del PP se perfila a Monago como “un verso suelto”. El presidente extremeño actúa con una autonomía calculada. Aunque algunas de sus acciones se explican por el pacto con IU que le dio la llave para llegar al Ejecutivo, Monago no ha dejado que la disciplina de partido le determine. Si tiene que reconocer los logros de sus adversarios, lo hace, como es el caso de este acuerdo que comenzó a fraguar Juan Carlos Rodríguez Ibarra, y no duda en invitar a Felipe González para impartir con él un desayuno informativo sobre la economía extremeña (será el 6 de mayo en Badajoz).
Y si tiene que disparar contra compañeros del Gobierno central o de otras comunidades autónomas del PP, no suele pararse en barras. Algunas de sus frases en la presentación del acuerdo llevaban segundas intenciones. “El único camino sostenible es la innovación permanente y no inventar nada que no se pueda vender”, resaltó en su discurso del miércoles, que terminó con una crítica a la preponderancia que se da al arco mediterráneo: “Ellos tendrán el arco, pero yo tengo las flechas”.
El acuerdo nace con vigor e Israel lo apoya con fuerza (el propio presidente, Simon Peres, mandó un mensaje grabado en el que alentó a invertir en tecnología como lo hizo Israel hace 25 años para reducir su dependencia agrícola). El embajador, que lleva en el cargo desde 2011, destacó precisamente la alianza de su país en apoyar a Extremadura “como socio comprometido con la innovación y el crecimiento” y para que pueda compartir las mejores experiencias de Israel y potenciar su tejido empresarial extremeño. Y, de paso, aumentar su presencia internacional. Así lo demostró la presencia de expertos en capital riesgo y en asesoría al Gobierno.
El compromiso conjunto persigue, además del crecimiento y el empleo, el establecimiento de acuerdos comerciales, la integración de cadenas productivas, la transferencia de tecnología, el intercambio de investigadores (varios acudieron a Extremadura esta semana) o instrumentos de financiación.
Otro de los objetivos es la inversión en el campo de la educación superior, investigación e innovación. También se contempla favorecer la coordinación entre las instituciones públicas y privadas de ciencia, tecnología e innovación aprovechando las sinergias. Y, por último, coordinar acciones que fomenten el espíritu empresarial y la valorización económica de la investigación científica y tecnológica en las universidades, centros de investigación y empresas de ambos lados.
La Declaración de Cáceres coincide con el 65 aniversario de la creación del Estado de Israel y el 25 del establecimiento de relaciones diplomáticas con España. Al acto asistió el expresidente Rodríguez Ibarra, invitado por el actual, Monago, quien reconoció que su antecesor tuvo el empeño, en 2004, de estrechar las relaciones con Israel, apelando a la necesidad de buscar el desarrollo económico en una comunidad deprimida y a los lazos históricos que tienen ambas comunidades (Extremadura cuenta con un destacado legado judío, aunque no se refleje en su gastronomía, muy ligada a los productos del cerdo, prohibido en la religión judía). Tras un periodo dormido, Monago retomó el impulso que ha dado lugar a la citada declaración y que aspira a que no quede en saco roto.