“Sabíamos que con la reforma [eléctrica] no íbamos a hacer precisamente amigos”. José Manuel Soria se despachó así ante muchos representantes del sector que querían escuchar sus razones. Lo tiene igual de claro que las demandas que le van a caer si no cambian algunas medidas: de las empresas tradicionales, agrupadas en Unesa, que se sienten frustradas e ignoradas, y las firmas de renovables, que han visto cómo sus sueños dorados se han resquebrajado por un ajuste que tachan de “exterminio”.
Las baterías están cargadas, se masca la rebelión en el mundo del kilovatio, alentados además por los grandes consumidores (siderúrgicos, cementeros...), que se quejan del ya próximo aumento de la tarifa. Durante estos días han salido a la palestra varios responsables —y seguirán saliendo— para presionar al Ejecutivo, con calificativos de “disparate” y cosas parecidas: “Ningún Gobierno le ha puesto el cascabel al gato y ahora nos pasan el muerto a las empresas”; “el Gobierno mete la mano en la cartera de las empresas”; “no es que el Estado ponga 900 millones de euros [de los Presupuestos] para los costes extrapeninsulares, es que deja de poner 900 [sobre los 1.800 necesarios]”; “lo han cuadrado con martillo”. Cosas así.
Y, entretanto, en medio de ese río revuelto, aparece el PSOE con una contrarreforma que, sobre todo, encuentra puntos en común con los colectivos de renovables (las asociaciones de eólicas, termosolares, cogeneración y fotovoltaicas), que no en vano tuvieron su época dorada durante el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero, y que, en menor medida, con las cinco grandes tradicionales (Iberdrola, Endesa, Gas Natural Fenosa, E.ON y EDP), que son las que más alboroto han montado con la reforma del PP.
La reforma alternativa socialista, de la que se ha encargado Hugo Morán, persigue “un ambicioso desarrollo” de las energías renovables, además de plantear actuaciones que recuperan algunas de las políticas trazadas en el Marco Legal y Estable de los años noventa. Es decir, combina planteamientos de los últimos Gobiernos de Felipe González y la superioridad de las energías renovables por las que apostó Zapatero.
El desarrollo de las energías renovables propuesto es, desde luego, ambicioso. Podría alcanzar, dice, una cobertura de la demanda de electricidad ligeramente inferior al 40% en 2020 y entre el 60% y el 70% en 2030. Para los socialistas debe mantenerse la curva de aprendizaje y el ritmo de inversión en renovables, que en su opinión es la que va a constituir una de las bases de la reindustrialización de España. La propuesta plantea, entre otras medidas, crear un mercado de subastas por cada tecnología para las nuevas inversiones en renovables y potencia firme que permita determinar su régimen retributivo, mantener el mercado spot de la electricidad, libertad de establecimiento a precios de mercado y restaurar para las inversiones realizadas los principios regulatorios bajo los que fueron efectuadas.
La apuesta en renovables tiene sus razones: independencia energética; tecnología e innovación; creación de tejido industrial, empresas y empleo; mejora de la balanza de pagos; contención de la contaminación y aumento de la competitividad. Y, al respecto, subraya: “Desde que comenzó a reducirse el uso de centrales de gas, las cinco grandes eléctricas han cuestionado el papel de las energías renovables, culpabilizándolas del déficit de tarifa. Si asumiéramos este análisis, estaríamos abortando una de las pocas oportunidades que se le presentan al país en medio de la crisis: dirigir su necesaria reindustrialización hacia un sector con expectativas de crecimiento en todo el mundo y uno de los pocos en los que España tiene ventajas competitivas, tanto por disponer de abundantes recursos naturales como de tecnología y know how propios”.
Y es que, según datos de 2011, la capacidad real de potencia instalada de renovable está muy por encima de la planificada (un 22%), que en el caso de la fotovoltaica se dispara a un 976% (de 400 a 4.000 megavatios) y en la termosolar, un 385%. Una fuerte inversión que ha servido de experiencia para el resto del mundo, que ahora tiene unos costes más bajos. Por ejemplo, el de las turbinas eólicas se ha reducido un 48% desde 1984, es decir, una curva de experiencia del 95%, y los módulos fotovoltaicos tienen en 2011 un coste de apenas el 7% del de 1984 (curva de experiencia del 79%). J
La polémica originada por la reforma eléctrica entre productores y consumidores ha obligado al ministro de Economía, Luis de Guindos, a unirse en su defensa a ultranza. Junto a su homólogo de Industria, José Manuel Soria, y el secretario de estado de Energía y factótum de la reforma, Alberto Nadal, tuvo que trasladarse a la City londinense para vender a los fondos de inversión las bondades de las medidas y ganar apoyos. Los tres mosqueteros, que se reunieron con varios de esos fondos con la mediación de Goldman Sachs, quieren, sobre todo, frenar las posibles acciones legales contra España. Más de uno echó en falta al titular de Hacienda, el cuarto mosquetero, Cristóbal Montoro, que habría podido dar su punto de vista.