Emilio Lozoya Austin es un economista de prestigio en México y pedigrí político (su padre, Emilio Lozoya Thalmann, fue secretario de Energía con Carlos Salinas de Gortari), que asesoró en la campaña presidencial a Enrique Peña Nieto. Cuando este ganó en 2012 manifestó: “Tengo un gran anhelo por contribuir al desarrollo de México; si Peña Nieto decide invitarme a su equipo me sentiría muy honrado”. Cinco meses más tarde, en noviembre, Peña Nieto le hacía responsable de Petróleo Mexicanos (Pemex), la joya empresarial de la república.
La tarea no era sencilla. Tenía que encargarse de la modernización del grupo para afrontar con garantías la reforma energética que el Parlamento aprobaría en 2013, así como limpiar los números rojos (al tercer trimestre del pasado ejercicio perdía 7.000 millones de dólares) y mejorar su actividad de exploración. Entre los cambios, se contemplaba la entrada de capital privado.
En estos puntos, entra en juego Repsol, en la que Pemex tiene el 9,2% del capital, y el Gobierno español, al que Lozoya se ha cansado de pregonar (sobre todo, al ministro de Industria, José Manuel Soria) que Repsol puede participar en ese proceso y, al tiempo, Pemex de ser más activo en Repsol, donde ha trascendido que plantea la segregación de las actividades de upstream (exploración y producción) y dowstream (refino y comercialización).
El miércoles, con motivo de la reunión del consejo de administración de Repsol, el presidente, Antonio Brufau, rompió el hielo al informar que había encargado un estudio sobre la conveniencia de segregar las actividades a raíz del interés “de un accionista”. No hizo falta que explicara de qué accionista se trataba. Todos supieron que se refería a Pemex, cuyo representante (Arturo F. Henríquez) prefirió que corrieran las especulaciones, mientras algunos consejeros se admiraban por esa pasión de Pemex por Repsol.
El mismo día en que se celebraba el consejo, Pemex contrataba la construcción de dos barcos (floteles) en los astilleros gallegos Navantia y Barreras consolidando las buenas relaciones con el Gobierno de Mariano Rajoy y el gallego de Alberto Núñez Feijóo que se estrecharán con la próxima visita de Peña Nieto a España.
Lozoya, que ha buscado la complicidad del Gobierno para cambiar al presidente de Repsol, se ha encontrado no solo con el rechazo de los otros accionistas del núcleo duro (Caixabank y Sacyr) y de los consejeros independientes, que ven la segregación como una pérdida de peso específico y de identidad de Repsol. El presidente de Caixabank, Isidro Fainé, se manifestó claramente en apoyo a Brufau en declaraciones a la prensa tras la presentación de resultados el viernes.
El objetivo de Lozoya pasaba por crear dos sociedades, en la que se nombrarían dos consejeros delegados, uno procedente de sus filas (el de exploración) y otro de las del español. Se especuló también que había pedido apoyo a Juan Miguel Villar Mir, de cuyo grupo fue consejero en México.
Lozoya ha puesto mucho interés en el área de upstream desde que tomó el mando. Había que buscar un crecimiento en el área de exploración ante las enormes posibilidades del Golfo de México y en el norte del país, en este caso en crudo no convencional similar al yacimiento argentino de Vaca Muerta, motivo final de la expropiación de YPF a Repsol por parte del Gobierno de Cristina Fernández.
Quizá esta circunstancia puede explicar el inusitado interés de Pemex en forzar un acuerdo entre estos. Pemex, que antes de llegar Lozoya ya tuvo el primer encontronazo con Brufau, al pactar con Sacyr (entonces presidida por Luis del Rivero) una sindicación de acciones para descabalgarle, medió entre las dos partes enfrentadas mientras acordaba con YPF participar en Vaca Muerta.
La intromisión no gustó nada en Repsol. Ni La Caixa ni Sacyr (ya roto el pacto sindicado) respaldaron la propuesta. Se dio la circunstancia de que, pese a ser el emisario de la propuesta, Pemex no votó a favor de ella. Después las relaciones se enconaron más. Cuando en diciembre pasado se alcanzó el principio de acuerdo con Argentina, Pemex volvió a ser intermediario y ha seguido estando muy encima de las negociaciones posteriores que se están llevando a cabo en Buenos Aires entre los representantes de Repsol y de YPF.
Últimos flecos en la negociación del canal de Panamá
Mientras Repsol negocia en Argentina la indemnización por YPF con los efectos de la crisis cambiaria que exige mayores cautelas, uno de sus principales accionistas, Sacyr (9,4% del capital), se debate en disputas con el Gobierno de Panamá para continuar las obras de ampliación del Canal. El grupo español (líder del consorcio internacional Unidos por el Canal) ha pedido una ampliación del contrato tras dispararse los costes y pide una resolución “pronta y completa”. El plazo terminaba el 1 de febrero, pero se ha ampliado y la empresa que preside Manuel Manrique, que está preparado para emprender un nuevo viaje al país centroamericano, y el Gobierno de Ricardo Martinelli tienen la esperanza de cerrar un acuerdo esta misma semana.
Hay 1 Comentarios
Ojalá Pemex se haga con el control de Repsol y larguen a los corruptos y vividores de Caixabank y Sacyr (los "héroes" del Canal de Panamá)
Publicado por: Jordan | 06/02/2014 8:16:15