Ignacio Sánchez Galán eligió Londres, la misma ciudad en la que el pasado abril presentó el informe España país de oportunidades, para lanzar un duro y, a la vista de las reacciones, efectivo ataque a la política energética del Gobierno. Junto al economista José Manuel Campa defendió entonces el trabajo que el Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC), del que forma parte, elaboró para atraer las inversiones a España y, de paso, apoyar las reformas llevadas a cabo por el Ejecutivo. Galán repitió en París, Nueva York y Boston y, ya en la posterior gira española, en Valladolid y Bilbao. Y el Gobierno, claro, le estaba muy agradecido.
De repente, parece que el presidente de Iberdrola, uno de los aliados, ha pasado de héroe a villano. Desde el Gobierno, y también desde el de Castilla y León y otros estamentos, le han tachado algo menos que de traidor. Al Gobierno le ha irritado que un hombre que creía de los suyos y que ha estado al frente de la manifestación salga ahora con un ataque que pone en duda la seguridad jurídica española ante los inversores internacionales justamente ahora cuando los datos indican que España empieza a salir del agujero. A su juicio daña la marca España.
¿Se ha pasado Galán de la raya? A nadie debe sorprender que el ejecutivo salmantino haya tomado esta deriva. Es un hombre que no se calla e Iberdrola —como el resto de compañías eléctricas y también las renovables— viene criticando con energía la reforma eléctrica desde que el Gobierno de Mariano Rajoy la promulgó en julio pasado y, más recientemente, así como el nuevo mecanismo de fijación de precios que sustituirá a las subastas.
Por eso, quiere distinguir. Hace 10 meses, Galán se enfundó la roja (por cierto, Iberdrola patrocina a la selección de fútbol) para avalar a España como país atractivo para invertir. Sin embargo, el miércoles acudió a la capital británica para hablar de lo suyo, con la corbata verde corporativa de la empresa que le paga (y no mal, precisamente: el año pasado cobró 7,4 millones de euros brutos) y de los problemas a los que se enfrenta el sector eléctrico.
En este asunto, Galán ha ido marcando los tiempos y, esta vez, ha dado un paso más aprovechando la presentación de resultados (la caída del 7% la achaca a las medidas) y del plan estratégico 2014-2016. Escogió un renombrado hotel de Londres, donde reunió a inversores y periodistas en salas separadas. Llevaba el mensaje madurado y tenía el escenario preparado a conciencia por sus servicios de comunicación. En la nota de prensa repartida entre el casi centenar de periodistas que invitó a Londres ya estaba escrito el disparo: “Las inversiones irán destinadas principalmente a los proyectos energéticos y países que disfruten de una regulación predecible y estable”. Entre ellos, no entra España, que se queda en el paquete del “resto del mundo”. Así lo explicó: “El regulador dice que sobran inversiones en redes y generación y si el regulador dice eso para qué lo vamos a hacer”.
En el ardor de la batalla, Galán descargó el fusil: “Iberdrola en los últimos años ha tenido una expansión internacional espectacular, pasando de como éramos hace 10 años, que el 99% de nuestro negocio dependía de España, a niveles del 30% en la actualidad. En este momento somos más británicos, más americanos y más mexicanos o brasileños que españoles a nivel general. No solamente por negocios, sino también por presencia de accionistas”.
Está claro. Si el negocio está en esos otros países, lo lógico es que se vuelque más en ellos. El problema es que, quizá no midió bien la repercusión de la frase que pronto daría la vuelta a España y que hay que escucharla en su contexto. O quizá, sí. El caso es que, ante alguna pregunta inquisitiva, se revolvió en el atril: “Dios me libre. Me siento muy orgulloso de ser español y todo aquello que pueda hacer por mi país lo haré. De hecho me he pasado el año vendiendo España por medio mundo. Es un país que merece la pena”.
Trató de quitar hierro, asegurando que las relaciones con el Gobierno son cordiales “como no puede ser de otra manera a todos los niveles y con todos los estamentos”. “Cada uno hace y defiende lo que tiene que defender como cree que tiene que defenderlo”, añadió. Poco consiguió. El ministro de Industria, José Manuel Soria, le respondió con contundencia: “Iberdrola ya viene reduciendo inversiones desde 2009, por lo que difícilmente se puede deber a la reforma eléctrica”.
Y para que no quedara duda, al día siguiente, volvió a ponerse el traje de embajador de la marca España y, con César Alierta y Pablo Isla, estuvo con grandes grupos europeos en una reunión con Angela Merkel y François Hollande.
Sánchez Galán acudió a Londres acompañado con su guardia pretoriana, los hombres en los que confía los números y la estrategia. La cita lo requería y allí estaban con él, José Luis San Pedro, José Sainz Armada y Fernando Becker, todos con su corbate verde coroprativa. Los dos primeros le acompañaron en la mesa en la reunión que mantuvo con los inversores (no así en la rueda de prensa, a la que asistió solo) y ante los que también atacó la reforma eléctrica. Y fue San Pedro, el directivo más veterano (ya era alto cargo en la antigua Iberduero con Manuel Gómez de Pablos), el que avanzó que la empresa irá a los tribunales para denunciar algunas medias si las cosas cambian.