Aunque el cierre del déficit público en 2013 (6,6%) se acerca a los objetivos previstos para el año, el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, podrá echar mano de las desinversiones en empresas y entes públicos para completar el cumplimiento previsto para la legislatura, el 4,2%. La desinversión y la gestión concesional se convierte así en un vehículo clave para los objetivos del Gobierno, que lograría la entrada de ingresos extraordinarios, así como la reducción de aportaciones recurrentes; la mejora del servicio y la competitividad y la anticipación a presiones externas desde Bruselas.
Este proceso reportaría en torno a 32.000 millones de euros, a los que se añadirían otros 3.000 por menos aportaciones estatales a empresas y entes públicos y el ahorro de 2.000 millones anual por cese de aportaciones, según un informe que maneja el Gobierno elaborado por Roland Berger, firma especializada que ha trabajado para el Ejecutivo en asuntos como el de la valoración de los bancos.
“La situación actual de las finanzas exige medidas de reducir el déficit y la deuda [94% del PIB]”, según Jorge Delclaux, consejero delegado de la filial española, que recuerda que la comisión para la reforma de las Administraciones Públicas planteó en julio de 2013 la elaboración de un nuevo plan que debía ser la continuación del elaborado un año antes y cuyo impacto fue muy limitado. A su juicio, las razones para la desinversión radican en la ausencia de justificación de la presencia del Estado, en evitar la concurrencia con empresas privadas, en la posibilidad de mejorar la gestión e incrementar la calidad de productos y servicios y en asegurar la superviviencia de la empresa ante la imposibilidad de que el Estado continúe.
Esa es la cuestión. En la actualidad, el Estado cuenta con 220 entes públicos empresariales, de los que 171 son sociedades mercantiles, 13 entidades públicas empresariales y 36 entidades de derecho público. Según el estudio, 190 son sociedades no estratégicas. El principal paquete de empresas está adscrito al departamento que dirige Montoro, seguido por el Ministerio de Fomento. Del total cifrado, unos 14.000 millones procederían de la venta del 60% de Loterías del Estado, cuya privatización ya estuvo a punto de producirse en 2011, poco después de la llegada al poder del PP.
Asimismo, existen varias empresas industriales y firmas cotizadas dentro de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), dependiente de Hacienda. Entre las primeras figuran Correos, Tragsa, Hispasat, Enusa, Equipos Nucleares y Navantia. Y entre las segundas, EADS, Red Eléctrica, Ebro, Enagas, IAG e Indra. Todas son participaciones minoritarias, pero aportarían en torno a los 4.300 millones. La lista se amplía con las empresas de Patrimonio, entre las que destaca Paradores. En todos los casos, el Gobierno deberá decidir cuáles considera estratégicas y son susceptibles de reducir su presencia de forma parcial o total.
El mismo mensaje cabe para las empresas adscritas a Fomento. Ahí aparecen Adif, Renfe, Puertos del Estado, Ineco y Aena. Esta ha sufrido muchos vaivenes en los dos últimos años, con distintas intentonas y fórmulas, aunque la ministra del ramo, Ana Pastor, ha reiterado que a ella no le gusta nada la segregación de aeropuertos como plantean muchos interesados. El estudio no se mete en esa disputa.
Las sociedades en las que Estado puede reducir las aportaciones son en su mayoría también las empresas de transporte junto RTVE, Red.es y otras. Donde no se prevé desinvertir es en entes como el CDTI, ICEX, IDAE, Salvamento Marítimo o la empresa minera Hunosa.
Existen, por otra parte, sectores en los que se produce una situación alterada de la competencia por la presencia del Estado en el mercado. Según el estudio, hay ejemplos ilustrativos como los mercados cautivos (por encomiendas de gestión o contratos marco como ocurre en Tragsa, Efe o Ineco) cuyo perjuicio derivado es una ausencia de competencia que redunda en el precio y en la calidad del servicio recibido; el doble papel del Estado como regulador y operador (otra vez aparecen Renfe y Adif), lo que redunda en la faltad e indpeendencia y frena la entrada de competencia, y empresas públicas que compiten con privadas creando un perjuicio sobre la libre competencia, caso de Navantia, sobre todo en la reparación de barcos civiles.