El Banco de España (BE) se quiere sacar la espina que lleva clavada desde que perdió el representante en el comité ejecutivo del Banco Central Europeo (BCE), donde siempre había estado, tras la marcha de José Manuel González-Páramo hace dos años, que había sustituido a Eugenio Domingo Solans, uno de los integrantes del primer consejo de la entidad. A eso hay que añadir la jubilación de Antonio Sainz de Vicuña como director general de Servicios de Legales del BCE, con lo que España se quedaba totalmente fuera en ese concierto europeo.
Esas circunstancias han perjudicado mucho la imagen de la entidad, según reconocen internamente, por lo que el organismo regulador español se ha movido con diligencia para recuperar influencia y colocar cargos de importancia en el Mecanismo Único de Supervisión (MUS), en cuyo consejo ejecutivo figura su subgobernador del BE, Fernando Restoy.
El MUS será el encargado de centralizar la vigilancia de las entidades financieras europeas, las más grandes (130) de forma directa y el resto de forma indirecta. El objetivo es que no se repitan casos como el de Irlanda o España, que acabaron con el rescate total o parcial de su banca, y homogeneizar el tratamiento. El organismo comenzará a funcionar a pleno pulmón a partir del 4 de noviembre. Antes someterá a los 130 bancos más grandes de la zona euro al análisis de su balance y a un test de estrés.
El proceso de incorporaciones de funcionarios se ha iniciado ya y muchos ocupan sus puestos, aunque su configuración se prolongará hasta mediados de 2015. En ese sentido, el BE ha logrado tener un representante entre los cuatro directores generales que tendrá el MUS. Se trata de Ramón Quintana, que deja el cargo de director general de Supervisión del BE y que se encargará de la Dirección General 2, que se centrará en la supervisión directa de los 100 bancos que forman el segundo nivel de las entidades financieras europeas.
La primera, que se encargará de las 30 principales entidades, la ocupará el alemán Stefan Walter, exjefe de supervisión de Ernst & Young. El finlandés Jukka Vesala, ex subdirector general del banco central de su país, será responsable de la supervisión indirecta de todos los otros bancos de los países que participen, y el también alemán Korbian Ibel, que viene del Commerzbank, se ocupará de los servicios horizontales y especializados a las otras tres unidades.
En el siguiente escalón hay cinco subdirectores y uno de los cargos lo ocupa la española Margarita Delgado, que será la número dos de la Dirección General 1. Además de ella, hay dos franceses, un italiano y un alemán. Y en el siguiente, con 15 jefes de división, aparecen cuatro españoles (José Vicente Martínez Lisande, Linette Field, Óscar Meléndez y Víctor Guerrero), que incluso podrían aumentar. Aguas abajo, aparecen los jefes de sección e inspectores. En total, habrá entre 60 y 70 españoles sobre 700 personas en el nuevo organismo de supervisión. Es decir, en torno al 10%, lo que supone un alto grado de integración teniendo en cuenta que hay 17 países integrantes de la zona euro.
Esta salida masiva de funcionarios españoles a Fráncfort responde a la política de promoción del BE y su preocupación por tener presencia activa en las instituciones europeas aprovechando el prestigio del que goza la inspección española en el entorno europeo. Eso ha supuesto, no obstante, que se esté produciendo una importante descapitalización humana del plantel de la entidad. A corto plazo, genera problemas; pero, según fuentes internas del BE, representa una inversión a futuro porque, además de elevar el poderío español en el BCE, permite la promoción interna dentro de la institución que gobierna Luis María Linde.
El MUS constituye el primer paso hacia la Unión Bancaria que se prevé completar con un mecanismo único de resolución y un sistema armonizado de garantías de depósitos. Su creación fue decidida en junio de 2012 por los jefes de Estado o de Gobierno de la UE con el objetivo de mejorar la calidad de la supervisión en la zona euro, promover la integración de los mercados y romper el vínculo negativo que se había creado entre la confianza en las entidades bancarias y las dudas sobre la sostenibilidad de la deuda pública.