El último viernes pasé por la calle Génova de Madrid, en taxi, y junto a la sede del Partido Popular observé que estaban construyendo el escenario de una fiesta. Había andamios, estaban colocando un balcón para oradores, la sede estaba rodeada de camiones para retransmisiones televisivas... Cuando pasé el sábado un taxista me dijo: "Si todavía no hay elecciones... Pero ya hay fiesta". El domingo se produjo la fiesta, pero la sensación de la fiesta ya se había "vendido".
El domingo por la noche abrió la serie de intervenciones Esperanza Aguirre. A esa hora estaba clarísimo que el Partido Popular había arrasado en Madrid, pero en el resto de España, donde el PSOE e Izquierda Unida podían acercar concejales o diputados para poner en peligro o arrebatar feudos al PP, la formación conservadora no lo tenía tan claro; en realidad, lo tenía oscuro en Galicia, en Canarias, en Cataluña, en Logroño, en Vitoria... Pero salió Acebes con un mapa casi completamente pintado de azul.
Mientras tanto, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid se reunía, con el rostro entristecido de una debacle brutal, la gente que protagonizaba la mayor derrota de la jornada. Como los medios (nacionales) son así, se televisó sobre todo la alegría del PP (Por el triunfo de Madrid) y la tristeza del PSOE (por la derrota de Madrid).
Al día siguiente, los medios registraron el resultado (parcial) del enfrentamiento, y sólo algunos (El País, por ejemplo) pusieron de manifiesto que el poder territorial había sido incrementado por el PSOE.
La fiesta que se había preparado con tanta ostentación, con tantos armarios y camiones en la calle Génova, había logrado su propósito: el PP "vendió" que iba a ganar, lo difundió subliminalmente primero y abiertamente después, y sus oponentes políticos "compraron" la idea, se mostraron compungidos con su derrota y no fueron capaz de resaltar sus propios logros.
Yo no entendía muy bien ese proceso hasta que llegó a mis manos ese libro del que Hierba quiere que escriba, "No pienses en un elefante", del norteamericano George Lakoff. Está editado por Foro Complutense, narra la inteligentísima gestión de sus noticias del Partido Republicano norteamericano y cómo ha "comprado" sus ideas y sus conclusiones el Partido Demócrata. Es un libro muy breve, se lee en seguida, y se lee como si fuera una crónica de lo que aquí nos está pasando. Está excelentemente traducido, por Magdalena Mora.
Yo no sé si los líderes del PP han recibido instrucciones de sus amigos republicanos de Estados Unidos, pero lo cierto es que muchos de sus gestos de comunicación (que aquí no tienen parangón entre sus oponentes) tienen igual éxito o más que los éxitos que han cosechado los partidarios de Bush.
Anoche presentamos ese libro en la carpa de universidades de la feria del libro. Luego estuve con un grupo de escritores latinoamericanos (Daniel Samper, Juan Gabriel Vasques, Santiago Roncagliolo, Rodrigo Fresán) hablando de escritores y de libros, en la carpa Carmen Martín Gaite. Hablaban de que dicen que hay demasiados libros. A mi me parece que nunca se dice que hay demasiadas vacas ni demasiadas cervezas. Hay los libros que hay. El problema de que no haya lectores es un problema de la organización educativa y bibliotecaria y sentimental de la sociedad.
Otro día hablo de las atarjeas y de la exposición en la Fundación Tàpies.
Hoy hay una concentración de polen como nunca en Madrid. Lloro.