Mira que te lo tengo dicho

Sobre el blog

¿Qué podemos esperar de la cultura? ¿Y qué de quienes la hacen? Los hechos y los protagonistas. La intimidad de los creadores y la plaza en la que se encuentran.

Sobre el autor

Juan Cruz

es periodista y escritor. Su blog Mira que te lo tengo dicho ha estado colgado desde 2006 en elpais.com y aparece ahora en la web de cultura de El País. En cultura ha desarrollado gran parte de su trabajo en El País. Sobre esa experiencia escribió un libro, Una memoria de El País y sobre su trabajo como editor publicó Egos revueltos, una memoria personal de la vida literaria, que fue Premio Comillas de Memorias de la editorial Tusquets. Otros libros suyos son Ojalá octubre y La foto de los suecos. Sobre periodismo escribió Periodismo. ¿vale la pena vivir para este oficio?. Sus últimos libros son Viaje al corazón del fútbol, sobre el Barça de Pep Guardiola, y Contra el insulto, sobre la costumbre de insultar que domina hoy en el periodismo y en muchos sectores de la vida pública española. Nació en Tenerife en 1948.

Eskup

El clima de las islas

Por: | 22 de diciembre de 2007

Ayer vine a Tenerife releyendo en el avión El tiempo amarillo de Fernando Fernán-Gómez. Su evocación del día en que su abuela le llevó a la Puerta del Sol a celebrar el advenimiento de la República sólo la puede escribir un cineasta. Estuve también leyendo periódicos, todos los periódicos, y escuchando a un ruso hablar con su mujer, que iba un asiento más adelante, lo cual le obligaba a gritar. Pensé en las palabras de los extranjeros, qué palabra tendrán para cansancio, o para algarabía, qué palabras tienen para los sentimientos que nosotros tenemos y que llamamos frustración o desidia o envidia o nada. En esos pensamientos viajé y leí, hasta que llegué a Tenerife, al aeropuerto del Sur, y entramos en la guagua que nos llevó a recoger las maletas. Me entró de lleno el aire de calor, salud y humedad que desprende el clima de las islas, y de pronto fue tan envolvente ese aire que sentí que estaba en el trópico mismo, en el Caribe, en Cartagena de Indias. Estaba a dos pasos del Médano, y cuando ya se pudo ver la Montaña Roja fue como si de veras llegara. Llegué. El mar estaba como un plato, no había viento y me tomé una ensalada en Playa Chica, desde donde Miriam Ocira, que escribe en este blog, una vez vio llegar a los cayucos, cerca de donde Natalia, que también escribe aquí, toma café leyendo la prensa, y pensando, acaso, en esas palabras que ahí quedan dichas sin más traducción que la que uno se sabe. Ahora es muy temprano aquí, y hay nubes. Mi mesa está llena de papeles. Salud.

José Luis Pécker

Por: | 21 de diciembre de 2007

Mi infancia y mi adolescencia están ligadas a la radio; el primer aparato de radio llegó a mi casa en 1956, al tiempo que llegó el primer periódico, un recorte de El Día con una larga crónica sobre las inundaciones en la isla de La Palma. Yo aprendí a leer en ese recorte, y aprendí sintaxis con aquella radio, una Philips en la que mi madre antes que nada vio la personificación del diablo. Algunos años después apareció en la radio José Luis Pécker, en la Sociedad Española de Radiodifusión, junto al Coyote y a Matilde Perico y Periquín y a Carrusel Deportivo, junto a Juan de Toro y a Bobby Deglané, entre otros tantos que están en mi memoria. Con un gran sentido del ritmo radiofónico y de lo que esperaban de él los oyentes, condujo concursos, festivales, animó la noche española con su entusiasmo sin freno; muy respetuoso con los oyentes (y con los concursantes), hizo participar a millones de españoles en la ilusión de vivir pendientes de las intrigas que creaba en los distintos concursos que dirigió. Muchos años después le conocí, con la emoción de una persona que había vivido pendiente de su voz, y conocí también a Beatriz Pécker, su hija. Era un hombre bueno, la radio seguía siendo su pasión; esta mañana escuché algunas frases suyas sobre esa pasión, quería seguir siendo de radio, hasta el silencio. Ayer le ocurrió el silencio, y yo me sentí vivamente emocionado, triste, por la muerte de este hombre cuya voz tan feliz me hizo.

Ya´l conejo me esriscó la perra

Por: | 20 de diciembre de 2007

Cuando se produce una desgracia, del carácter que sea, pero sobre todo si no es demasiado dramática, cuando se te rompe un lápiz o un vaso, o cuando se te escapa la guagua, los canarios, por lo menos los de mi tiempo, solemos decir: "Ya´l conejo me esriscó la perra". Así, con apóstrofe. Ahora que se ha puesto de moda en la broma nacional la existencia del conejo como elemento esencial de un nuevo tópico gastronómico devenido en tópico político me he acordado de esa frase que forma parte del riquísimo léxico de nuestra adolescencia. Ya´l conejo me esriscó la perra. Sirve para otras situaciones, como las que a veces vivimos en el ámbito de la amistad o de la familia, cuando un amigo te sale rana o cuando uno cae en que ha cometido un error tonto. Ya´l conejo me esriscó la perra. Durante un tiempo me gustó mucho el conejo en salmorejo, tal como lo hacía mi madre; mis amigos del Jable, el restaurante que prefiero entre los de Tenerife, lo suelen preparar muy bien, aunque un día lo hicieron con una salsa roja que me hizo exclamar: Ya´l conejo me esriscó la perra. Ahora volveré por allí y espero que no repitan esa veleidad colorista que interrumpe el auténtico sabor del salmorejo.

Ah, ¿y lo del canon? ¿Opinamos? Les espero; mientras votan en el congreso, voten ustedes.

Cruzada contra el villancico

Por: | 19 de diciembre de 2007

Lo siento, no soporto los villancicos, y ahora te los ponen en todas partes, sobre todo en los aviones, de donde no puedes escapar. Hace algunos años me descubrí esta repugnancia total, este disgusto, ante los villancicos, y no pienso abdicar de este rechazo. Me parece una melodía repetitiva y cursi que atenta contra la historia y contra el buen gusto; agrede de modo desconsiderado a los agnósticos e iguala, en el caso de los viajes en avión, a unos y otros por el rasero de la imposición: ¿no te gustan los villancicos? pues toma mil tazas. En esos casos en los que uno viaja en transportes colectivos deben darse unos cascos para que cada uno escuche lo que quiera, unos el canal de los villancicos si quieren, otros el canal del folk o del rock y los que lo prefieran el canal del silencio, que a estas alturas del ruido también tendría que proporcionarse. Por Dios, no crean que aquí juega ningún prejuicio religioso, es más bien la pituitaria del pasado, de haberlo soportado como impuesto en la infancia y en la adolescencia, y de aborrecerlo ahora como uno de esos latigazos que la memoria te devuelve como si fuera un maestro que te agarraba de las orejas. Por favor, villancicos, no. Bach, más Bach.

Adiós a Berlín

Por: | 18 de diciembre de 2007

Ayer estuve en Berlín, hablando del Holocausto, de la locura de Hitler y del gen de los totalistarismos, que sigue como un gusano haciéndose presente en la mente de los hombres, y salta cada vez que quiere. Cuando llegué a Berlín me fijé en dos cosas: el aeropuerto es para seres humanos, y no para atletas de alto rendimiento. Llegas, pasas a una salita donde recoges la maleta, junto al avión que acaba de traerte, y de pronto ya estás en la cola abundantísima de taxis; al regreso pasa la mismo: facturas, y de pronto ya estás en el espacio previo al embarque propiamente dicho. No tienes que caminar kilómetros para acceder a tu vuelo. En lo otro que me fijé es en la civilización del tráfico: tranquilo, suave, casi imperceptible; una señora mayor se tomó su tiempo, su tiempo infinito, en cruzar un paso de peatones, y los automóviles esperaron como si esa fuera una costumbre. Estuve sólo unas horas, hice mi trabajo y me fui. Ya en el avión estuve pensando en Berlín y en su historia, y sobre todo en aquella locura de Hitler, en lo que sucedió de veras, en lo que contaron las películas. Y me puse a leer un libro en el que un superviviente de los campos cuenta su historia. De pronto, mis vecinos de asiento comenzaron a recordar con nostalgia una melodía que ellos tarareaban como "The future belongs to me". No les corregí: es "Tomorrow belongs to me", la canción emblemática de la película Cabaret, que se basa en la novela Adios a Berlín, de Christopher Isherwood. En la película, que narra cómo empezó en Berlín a mnaifestarse el terror nazi, un joven fascista comienza a cantar un himno que le identifica como el abanderado de aquella barbarie. Esa canción comienza con esas palabras: "Tomorrow belongs to me..." La señora cantaba esas sílabas, y a mi me entró un íntimo, terrible escalofrío. No les dije nada, como tampoco les dije nada cuando repetían contra un ministro español lo mismo que dice un locutor de las mañanas. Pero esa imagen del niño rubio que canta la canción nazi me sobrecogió, y ya ese sobrecogimiento me acompañó en el viaje mucho más que las ganas de salir del avión.

La peor cacería

Por: | 17 de diciembre de 2007

En el diario Abc el ex presidente José María Aznar dijo que no recordaba una cacería tan dura como la que ha sufrido él tras abandonar el poder. Sin otro ánimo que el de refrescarle la memoria creo que merece la pena que él mismo recuerde la que desde el poder inició contra Jesús de Polanco y otros directivos de Prisa con la complicidad de algunos de sus funcionarios, un juez y algunos periodistas. El propósito era meter en la cárcel al presidente de El País y acabar con un grupo al que él consideraba responsable de que no ganara antes y por mejor margen las elecciones generales. Esto sucedió hizo ahora diez años, no hace tanto como para haberlo olvidado una persona tan reconcentrada.

Subrayando libros

Por: | 16 de diciembre de 2007

Mi hija Eva me dijo el otro día que subrayara los libros con lápiz, y no con bolígrafo; ayer vine en avión y no tenía un lápiz a mano, así que subrayé el libro que estaba leyendo, unas conversaciones con Manuel Vázquez Montalbán, de George Tyras, con el bolígrafo que viajaba conmigo. Pero quizá el libro que más he subrayado en mi vida es El revés y el derecho, de Albert Camus, del que he hablabado aquí alguna vez. Ahora, para una charla que di en el Puerto de la Cruz, volví a utilizarlo, y me enfrenté a esos subrayados. Aquí les dejo algunos: "En mi caso, sé que mi fuente está en El revés y el derecho, en este mundo de pobreza y de luz en el que he vivido tanto tiempo y cuyo recuerdo todavía me preserva de los dos peligros contrarios que amenazan a todo artista: el resentimiento y la satisfacción. Ante todo, jamás la pobreza ha constituido una desdicha para mi, porque la luz derramó sus riquezas msobre ella. (...) Para corregir una indiferencia natural, me encontré equidistante de la miseria y del sol. La miseria me impidió creer que todo está bien bajo el sol, y en la historia; el sol me enseñó que la historia no es todo. (...) El espléndido calor que reinó sobre mi infancia me ha privado de todo resentimiento. (...) Entre mis numerosas debilidades, nunca ha figurado el defecto más extendido entre nosotros. Me refiero, claro es, a la envidia, verdadero cáncer de las sociedades y de las doctrinas".

Aprovecho que hoy hablo de subrayados para agradecer a Adsuar su excelente contribución a este blog; el poema que eligió el otro día para hablar de Manuel Vázquez Montalbán es un buen testimonio de su admirable sensibilidad.

Westerdahl, Manrique, Saramago

Por: | 15 de diciembre de 2007

Estoy sentado ante el ordenador de Fernando Gómez Aguilera, el director de la Fundación César Manrique, en la sede de la fundación que antes fue casa del extraordinario artista desaparecido. Alrededor está la lava que él tanto admiró, y que llegó a formar parte de su naturaleza, viva, expansiva, levantisca, serena, insólita, voraz. He venido a ver la exposición de conmemora los 80 años de José Saramago, vecino de esta tierra desde 1993, un año después de la muerte, en accidente, aquí, en Taro de Tahiche, de César. Antes de ver la exposición me he sentado a escribir el blog de hoy, persuadido de que estoy en una isla que alimenta los sueños más diversos e íntimos. Ayer tarde estuve viendo el Museo Westerdahl en mi pueblo, el Puerto de la Cruz. Westerdahl fue el introductor del surrealismo en las islas, defendió el arte abstracto como una manera de reconocer el mundo, y completó una colección surrealista y abstracta que hace casi cincuenta años regaló al Instituto de Estduios Hispánicos de Canarias. Esta institución, en cuya biblioteca yo leí los primeros libros de mi vida, nunca tuvo un lugar donde exponer esos tesoros que fue coleccionando Eduardo. Ahora ya están ahí, expuesto, en la Casa de la Aduana. Vayan, y vengan a ver la exposición sobre Saramago. Yo voy ahora mismo.

Rivas y Gabilondo

Por: | 14 de diciembre de 2007

Estuve ayer noche en la Librería Rafael Alberti de Madrid escuchando a Manuel Rivas, que protagonizó un coloquio que convirtió en un recital extraordinario. Leyó tres poemas del libro que está trabajando; uno de ellos, la crónica de un naufragio, desató una espontánea ovación de los presentes; mezcla ahí Rivas, con una madurez que convierte el poema en una obra maestra, las distintas facultades de su voz: la ironía, el lirismo, la rabia, o el cabreo, la información, el reportaje, la narración, el sentido del humor. Contó anécdotas de sus padres y de su vida, viajó a Irlanda y a Beckett...; fue un festival del que yo disfruté desde las escaleras viendo libros y posters, y sintiendo la tranquila, casi íntima, única, fuerza de la poesía.

A propósito de voces: hace poco escribí en EL PAIS un reportaje sobre Onetti. Ahí recordé una divertida anécdota protagonizada por el autor de Juntacadáveres. Le fue a entrevistar un equipo de la televisión francesa; él estaba echado en la cama, y observó desde allí que le miraba una chica. El viejo escritor le dijo, desde el lecho:

--Señorita, seguramente usted está observando que sólo tengo un diente. Pues le advierto que yo tengo una dentadura perfecta, pero se la presté a Mario Vargas Llosa.

Ayer, cuando alguien desde Aragón dijo algo sobre mi voz, que no le gustaba, recordé la anécdota, y no se me ocurrió mejor voz que la de Iñaki Gabilondo para hacer la broma que se me vino a la cabeza de manera automática. Tengo una voz perfecta, pero se la he prestado a Iñaki Gabilondo.

Conozco bien y admiro mucho a Iñaki, le sigo desde hace años, tengo un enorme respeto por él, y creo que tiene la mejor voz de la radiotelevisión española. No suelo salir en el blog en defensa de nada de lo que a ustedes les parece mal, porque creo que, salvo que no me gustan ni los insultos ni las palabrotas desplazadas, este es un espacio público que me apetece mucho visitar cada día y que ustedes son los que lo protagonizan, con su albedrío intacto; pero creo que el mal entendido surgido ayer no se corresponde en absoluto con la intención del autor. Por respeto a lo que es cierto, pues, les dejo aquí esta explicación, por si hacía falta.

Hacia el Alto Aragón

Por: | 13 de diciembre de 2007

Ramón Acín, escritor aragonés que desde hace años trata de interesar a los estudiantes de su tierra en la lectura de autores españoles y extranjeros, a los que lleva por los más diversos paisajes aragoneses, tuvo ayer la gentileza de llevarme al Alto Aragón, a hablar con alumnos de dos institutos de esa zona. Estuve primero en Jaca, en el Instituto Domingo Miral, que lleva el nombre del creador de los primeros cursos de verano de España, los de Jaca, y después fuimos a Sabiñánigo, al Instituto San Alberto Magno. Les hablé a los chicos de periodismo, sobre todo, y hubo un rato que dedicamos a comentar la importancia que tiene la lectura de libros; los profesores se quejan de que en los planes de estudio la literatura se da de manera administrativa, no se inculca a los chicos la importancia que tienen los libros, no se lee en casa, y hay demasiada competencia para dedicar tiempo a la lectura. Se está agrandando el problema, según ellos, y parece que el Estado --las autonomías, el Gobierno central-- no se dan cuenta del enorme déficit cultural con que están naciendo los chicos a la vida. Fueron dos experiencias muy interesantes para mi; los chicos estaban interesados en saber cómo veo el periodismo hoy, y dije lo que pude y lo que supe, y les prevení contra esa idea cada vez más acendrada de que periodista es aquel que grita más y con menos datos; periodista, y ahí repetí lo que una vez dijo Eugenio Scalfari, es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente. A la hora del almuerzo estuvimos con Francisco Ferrer Lerín, el gran poeta de los bestiarios, experto en pájaros grandes y chicos, y un conversador extraordinario; con nosotros vino su mujer, Concha Jiménez, una jiennense que agita la cultura del Alto Aragón, y Sagrario Ramírez, profesora de lengua y literatura en el citado instituto de Sabiñánigo y autora de varios libros, uno de los cuales he traído conmigo, Relatos de pasos perdidos, literatura de su experiencia irredenta de montañera. Al ir y al venir de Zaragoza, Acín detuvo mi mirada en un paisaje bellísimo que dejó en mi el recuerdo de la desolación. Él me envió luego un mail contándome por escrito lo que me dijo ante ese territorio: "Has pasado entre Almudévar y Tardienta, las dos poblaciones que fueron frente de batalla en la guerra civil y donde estuvo la ´posición`de Santa Quiteria, tan cruenta en vidas como todas las de la sierra de Alcubierre. En la zona estuvo, por ejemplo, Orwell, lo escribe en Homenaje a Cataluña". Desolador, intenso recuerdo de un tiempo de sangres terribles. Pasamos también cerca de donde sucede el paisaje, también desolador, casi inaccesible, lejano, que utilizó Julio Llamazares para situar la metáfora de La lluvia amarilla. En Zaragoza me llevaron luego Fernando Sanmartín y Antón Castro a ver las maravillosas reliquias de la Aljafería, el lugar donde ahora están las Cortes de Aragón. Fernando me dio su libro La infancia y sus cómplices, y Antón Castro, el autor de Golpes de mar, me dio un libro hermosísimo, coordinado por él, sobre los 75 años del Zaragoza. Ana Alcolea, novelista que ya ha publicado varios libros para jóvenes, me regaló también Donde aprenden a volar las gaviotas. Volví, pues, poseído por el paisaje y por los libros, y ahora quiero sedimentar una experiencia y vivir en esos libros. Viajar es abrazar y despedirse, y leer en las miradas de los otros.

El País

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