Estuve en Arco a mediodía y por la tarde, en el coloquio que organizó EL PAIS. A mediodía quise comer en algún sitio, pero todo estaba lleno, de modo que tuve que irme con mi acompañante a un restaurante de las afueras de Madrid. Vi obras de arte al pasar, alguna se quedó en mi retina, pero lo que más me sorprendió era la gente sentada sobre unas alfombras rojas que hay diseminadas en varios rincones del recinto donde se celebra la feria. Nadie ha dicho que esos son lugares para sentarse, pero la gente ha establecido que ese sitio es para descansar. Y allí están, con sus cafés y con sus bocadillos y con sus botellas de agua, que es el emblema de la vida contemporánea desde hace algunos años. Hay pocos sitios para comer, pocos sitios para sentarse; donde se puede sentar uno es preciso acreditarse, o algo así; los guardias que vigilan la feria tratan al personal como si fuera ganado explosivo, te registran al entrar y al salir, por si has robado, y han decretado que la comodidad es mala para estar en el sitio. Por la noche, en el coloquio que llevó Antonio Muñoz Molina, Eduardo Arroyo se refirió a algunas de esas cuestiones --la de la seguridad, sobre todo-- pero sobre todo recordó sus dudas sobre la validez de Arco para sacarle partido al arte contemporáneo. Pero sobre todo los artistas hablaron, incitados por Muñoz Molina, de la educación para el arte, de la creación artística, de la relación de los creadores con el público, de los maestros, del presente, que siempre es el pasado, como bien dijo el novelista de El viento de la luna... Jaume Plensa habló de sus maestros: Baudelaire, por ejemplo, con el que nunca se tomó un café. Los maestros no están en la escuela, o no necesariamente, los maestros están en lo que se ve. El ojo se educa, dijo Guirao, hay que mirar. Hay que desacralizar los museos. Soledad Sevilla, Carmen Giménez, Sergio Prego, Calvo Serraller... Estuve oyéndoles con mucha atención, al lado de Elvira Lindo y de Cristóbal Toral, y me dediqué también a observar la heroicidad de los presentes: escuchar durante cerca de dos horas sentados en aquellos bellos bancos incómodos sólo se puede hacer porque lo que se oye es interesante. Que fue el caso. Cuando me fui me dio por acercarme a una galería alemana, o brasileña, a comprar catálogos de Cy Twombly, que es uno de los maestros de mi manera de mirar. Y me fui, a cenar a un italiano. Ha sido una semana dura, ahora estoy en casa, descalzo, he entrado a ver los blogs y algunos no están, este incluido, pero escribo, como si lo hiciera a ciegas. Algún día saldrá, o a lo mejor ahora mismo, y ustedes sabrán qué fue este día en Arco. Hace buen día, sol, Rita está en casa.