Para todos los que hemos trabajado con ella, Isabel, Isabel Polanco, ha sido la expresión de la delicadeza y el trabajo, la dedicación y la elegancia, el compromiso con los valores más radicalmente nobles de la vida, en el ejercicio de la profesión de editar y en la esforzadísima obligación de vivir. Hace más de tres años, en medio de la tarea ingente que ella se impuso en Santillana, le sobrevino un cáncer que afrontó con una entereza que agigantó para nosotros la figura que ya nos parecía grande, admirable. No desmayó nunca; en ese proceso, que fue doloroso, cruel, y que en un momento desgraciado se juntó con el padecimiento y el final de su padre, Jesús Polanco, a quien estaba tan unida, Isabel siguió ocupándose de la familia, de los amigos, de la empresa; disminuyó sus viajes, que fueron incesantes en los primeros años de su trabajo al frente de Santillana, pero siguió de cerca todas las iniciativas que ella había puesto en marcha y que renovaba constantemente, a pesar de los problemas cada vez más serios que le presentaba su mala salud. Cuidó siempre a los otros, a sus hijos, a los suyos, a sus amigos, a sus compañeros, aplicando las reglas más discretas, sencillas y radicales del amor y de la amistad; no fue ostentosa en nada, y tampoco en los afectos, que expresaba con esa discreción que los hicieron más hondos y más grandes. Su despedida es muy triste para muchísima gente; la simbolizo ahora en sus cuatro hijos, a los que dejó un ejemplo de fortaleza que ayer vimos todos cómo ha fructificado en ellos, en su marido, Alfonso, que con ella ha compartido esa actitud sencilla, discreta, en la manera de asegurar a los otros que siempre estaban ahí, atentos a la alegría pero sobre todo prestos a apoyar a los cercanos en momentos de zozobra, en su secretaria, Virginia, que durante todos estos años de su sufrimiento ha sido una amiga leal, fundamental para entender la seguridad con la que Isabel siguió desarrollando su trabajo, en medio de los tiempos oscuros, y en sus compañeros, inconsolables ayer, más solos ahora para siempre porque como muchos dijeron en estos casi cuatro años de tempestad, "Isabel era mucha Isabel".
En fin, una ocasión muy triste, la despedida de una mujer que significa mucho en la vida de nosotros, los que hemos trabajado y vivido con ella, y en muchos casos, seguro que en el mío personal también, los que hemos vivido gracias a su delicadeza manera de vivir con los otros.
Es difícil escribir en pasado de Isabel. Muy difícil.