Lo primero que anoté anoche, al comenzar el partido en el que la selección de España se convirtió en campeona de Europa de fútbol, fue una frase de Alfredo Relaño: "Será como Peter Pan contra el Capitán Garfio". El garfio alemán estaba mellado; sus jugadores, e incluso su gran jugador, Ballach, se refugiaron en los malos modos para disimular su ineficacia, y Peter Pan se encarnó en el joven Torres (alguna vez hay que empezar a abandonar el apelativo infantil para nombrarlo) para saltar sobre las barbas del temido rival. Ese gol que marcó Fernando Torres fue una expresión del talento y de la emoción de jugar; nunca dio una pelota por perdida, antes de este lance que puso a España por delante en el marcador, y la consecuencia fue la persecución agilísima que hizo de la pelota frente a Lehman y al defensa que le obstaculizaba el avance. El toque fue luego suave y suficiente, y el tanto se convirtió en una metáfora de su manera de concebir las oportunidades que se dan a veces en los campos de juego: tienes que estar, pero admeás tienes que querer estar. Yo había anotado: "Furia", antes de que se produjera el gol, ante el juego de Torres; y al tiempo Camacho dijo: "Identidad", ante la misma situación. Furia e identidad había en el 1-0. Ese gol fue el símbolo del juego español; y España fue, en todo el campeonato, la selección que estuvo y que quería estar, tocando la pelota con alegría y con insistencia, abrumando al contrario con su sutileza. Aquel gol que marcó Villa en el último instante frente a los suecos se asemeja a este que marcó ahora Torres, y ambos se convierten en un paradigma de lo que fue el juego español en estos partidos de la Eurocopa. Merecidamente, pues, se pone España en el primer lugar del podio, y pone, además, a un tipo de fútbol que ahora ya se puede enmarcar como el fútbol posible, un fútbol feliz, alejado del resultadismo y por ello mismo mucho más duradero. Ese fútbol recuerda el fútbol que nos hizo aficionados. ¿El artífice? Todos, como Fuenteovejuna, pero sin duda Luis tiene el mérito de haberse arriesgado a confiar en un juego de estas características, y todos los que alguna vez hemos mostrado reticencias ante su carácter, ante su modo de desenvolverse en público, ante la prensa, con sus propios jugadores, tenemos que rendirnos ante la evidencia de su triunfo merecido. Ahora bien, espero que no espere nadie que le perdonemos a Luis Aragonés sus luisiadas y sus aragonesismos, es decir, sus desplantes, sus malas caras y su mal humor como signo machacón de identidad. Me alegró ver alegres a los aficionados de mi pueblo, Tenerife, al término dle encuentro; vi el partido en Santa Cruz, y hasta la madrugada escuché bocinas. Ahora he escuchado en la radio alguna crítica a Zapatero: dicen que se levantó tarde para celebrar el gol. Qué barbaridad, un día le van a acusar de respirar por un solo lado de la nariz, o de los bronquios.