Volví de ver a Daniel Mordzinksy, el fotógrafo argentino que abre en la Casa de América el fruto de su ingente esfuerzo por concentrar en papel fotográfico la historia humana de la literatura iberoamericana, y me encontré en el ordenador con una fotografía que me sobrecogió: la de Adolfo Suárez paseando con el Rey Juan Carlos por los jardines de la casa donde el ex presidente vive la nebulosa extraña de la absoluta desmemoria. En lo que escribe Mabel Galaz se recoge lo dice Adolfo Suárez Illana, no conoció al Rey, no conoce a nadie, pero agradece el cariño. Esa fotografía resume en el instante en que está tomada la ternura y la gratitud: un hombre, el Rey, se encuentra con otro, Suárez; los dos se saben protagonistas de una historia que cambió el sesgo del futuro, Suárez fue la garantía de un proyecto que acaso él solo, con la complicidad de su antiguo amigo nombrado Rey, podía llevar adelante. Ahora uno sabe que eso fue así, y tiene todos los secretos del esquema que, incluso, estuvo escrito en un papel que escribió Juan Carlos y que sostuvo Suárez aun incluso antes de ser nombrado. Y el otro fue el gozne, la clave de arco de este edificio que ahora es la España de las autonomías y también la España que fue capaz de abandonar una dictadura sin otros traumas que los quie ya quedan como muescas menores de la historia. Pero este otro no lo sabe, lo desconoce, no conoce a nadie. Ese abrazo lento, detenido, que lleva al Rey y al ex presidente por el jardín de la desmemoria está habitado precisamente por la memoria, es memoria y gratitud, las dos cosas juntas en un gesto que a mi anoche me despertó muchas emociones íntimas, difíciles de aguantar aun ahora en que ya las dejo escritas.
Pero no puedo dejar a Mordzinsky a un lado, no se puede, ustedes deben ver la exposición. Si Mordzinsky fuera norteamericano hoy abriría las páginas de los periódicos y los telediarios, y habría colas, e incluso el ministro de Cultura hubiera acudido anoche a la Casa de América a celebrar uno de los grandes esfuerzos gráficos de nuestra historia cultural. Ahí está, concentrada, la historia humana de la cultura literaria iberoamericana, desde Borges o Paz hasta Roncagliolo o Vasquez, pasando por Vila Matas o Mario Benedetti o Bioy Casares. No son fotos casuales, sacadas con el fotomatón del aficionado a la literatura que colecciona rostros o autógrafos; es un trabajo detenido, psicológico, como los buenos trabajos de fotografía, y es el resultado de un esfuerzo ingente, raro en nuestro tiempo, porque tiene un objetivo, y su naturaleza es generosa. Ha hecho las fotos porque sí, se ha reunido con los autores en hoteles, en pasadizos, en playas, en cualquier lugar del mundo; lo ha hecho casi sin ser notado, y lo ha hecho lentamente, como si estuviera en la cocina de un alquimista, y ahora ahí están las fotos y el catálogo, mostrando un inteligente fresco de un periodo muy fecundo de la literatura de las dos orillas.
Me ha impresionado el resultado del esfuerzo, y me produce melancolía constatar que si Mordzinsky fuera norteamericano, por ejemplo, hoy abriría los telediarios y los periódicos perderían el culo por buscarle para que contara su hazaña. Pero es argentino, demasiado nuestro para ser verdad.