Estuve ayer por la tarde en mi pueblo, el Puerto de la Cruz. En un palmo de terreno me encontré con recuerdos de la mitad de mi vida, la infancia, la adolescencia, la juventud. Habíamos tenido un almuerzo en Santa Cruz y me fui allí con mi amigo Salvador García, periodista, que se inició conmigo en este oficio, y después estuvimos en la casa donde nací, con mis hermanos, y luego en la ciudad donde se hizo la primera parte de nuestra vida, en la Punta del Viento, que es el rincón que más me gusta de mi pueblo. Le estuve comentando a unos amigos argentinos que llevan una revista, Tangentes, cómo fue lavida entonces, cómo eran los lugares que ahora, en ese momento, afloraron nítidos en mi corazón y en mi memoria. Cuando tomé el coche de vuelta, en la radio estaban retransmitiendo la euforia futbolística española, y me dio tiempo aun de verla por televisión. me gustó mucho la actuación de Reina, que no actuó en la Eurocopa pero que se lució anoche, y de qué manera, en un show que le confiere el estatuto de gran showman de la selección. Había un ambiente de verdadera euforia, compartida con todo el mundo. Ahora viene la tarea de administrar la euforia; siempre es más difícil, pero mejor, que administrar un fracaso. Luis se va. Creo que su ciclo terminó bien, pero si se recogen sus claroscuros se concederá que la victoria no lo puede borrar todo. Y ahora viene Del Bosque, es un buen entrenador, un hombre sensato que seguro que incrementará esa herencia, no la va a echar por la borda. Después de la euforia, la serenidad. Tardará tiempo en acabar la renta que estos futbolistas se han ganado, con Luis al frente, queda dicho.