Mira que te lo tengo dicho

Sobre el blog

¿Qué podemos esperar de la cultura? ¿Y qué de quienes la hacen? Los hechos y los protagonistas. La intimidad de los creadores y la plaza en la que se encuentran.

Sobre el autor

Juan Cruz

es periodista y escritor. Su blog Mira que te lo tengo dicho ha estado colgado desde 2006 en elpais.com y aparece ahora en la web de cultura de El País. En cultura ha desarrollado gran parte de su trabajo en El País. Sobre esa experiencia escribió un libro, Una memoria de El País y sobre su trabajo como editor publicó Egos revueltos, una memoria personal de la vida literaria, que fue Premio Comillas de Memorias de la editorial Tusquets. Otros libros suyos son Ojalá octubre y La foto de los suecos. Sobre periodismo escribió Periodismo. ¿vale la pena vivir para este oficio?. Sus últimos libros son Viaje al corazón del fútbol, sobre el Barça de Pep Guardiola, y Contra el insulto, sobre la costumbre de insultar que domina hoy en el periodismo y en muchos sectores de la vida pública española. Nació en Tenerife en 1948.

Eskup

La piedra de la playa

Por: | 31 de agosto de 2008

Ayer hice el viaje al Teide; se habían disipado todas las nubes y aquella visión majestuosa del volcán, de Las Cañadas y del aire era magnífica, reiteradamente inolvidable. Molesta, sin duda, esa raya que traza el teleférico, construido en los años del franquismo, y presente como una mácula en un paisaje que ha conseguido permanecer inalterado y bellísimo, intenso, a pesar de que en la zona del Portillo ha habido abundantes construcciones, no siempre respetuosas con el tono que requeriría un espacio de esta consistencia y de este misterio. Al llegar al Médano quise ir a la orilla de la playa menuda, rústica y descuidada que hay ante mi casa; había bajado la marea, y me gusta ver allí los charcos, el tono de las piedras cuando atardece y se vuelven de oro y de plata las aguas chiquitas que van y vienen en los charcos. Hay una roca que tiene la forma de una mano, que yo llamo la mano de Chillida, ante la que me gusta estar en un rato. Mientras lo hacía ayer sentí que me estaba despidiendo de agosto y del verano, y sentí el aire melancólico y febril del viento en la playa como una mano que cerraba definitivamente la ilusión con la que siempre se abre el verano, la ilusión de que el sol, el tiempo y la vida que se hace junto al mar le dan a la existencia un aire detenido y eterno. No es así, viene septiembre, como si volviéramos al examen. Volví a casa, abrí el ordenador, y ahí me enteré de que había muerto, ya muy anciano, Vicente Marco, el creador de Carrusel Deportivo, el programa con el que yo empecé a sentir que quizá podría ser, algún día, un periodista. Tenía un tono mesurado y respetuoso, estaba muy atento a lo que le decían siempre sus compañeros, y me gustaba escuchar esa serenidad suya como si fuera un oasis entre los gritos de los goles. Le vi en una feria del libro, en Madrid, hace algunos años; ya estaba muy mal. Fue un maestro de periodistas deportivos, le debemos gratitud. Y ahora bate el viento ahí afuera como si multiplicara su adiós al mes y al mar, al final de un mes que ha sido dramático y difícil, y que será inolvidable por eso, desgraciadamente, porque este mes una raya negra cruzó la vida de muchísima gente que, de ida o de vuelta, caminaba hacia una ilusión que no se va a repetir jamás otra vez.

Un día en el Puerto de la Cruz y una noche en Pinolere

Por: | 30 de agosto de 2008

Un día en el Puerto de la Cruz, mediodía en La Orotava, noche en Pinolere y otra vez el Puerto, a medianoche. En Pinolere estuve escuchando a Los Gofiones, el conjunto folklórico de Gran Canaria que el próximo 3 de septiembre cumple cuarenta años. Nacieron casi al tiempo que Los Sabandeños de Tenerife; los dos grupos le dieron una dimensión nueva al folklore canario, y al cabo del tiempo introdujeron en su repertorio, ambas formaciones, algunas esencias del folklore argentino y cubano, además de boleros y otras formas de la música que nos viene del otro lado de nuestro mundo. Ayer Los Gofiones participaban en Pinolere en el acto de presentación de una revista singular, El Pajar, que nace al amparo de las actividades con que la Asociación Pinolete ha puesto en valor la artesanía, con una feria que conocerá la próxima semana su nueva edición y cuya celebración ha cambiado por completo la fisonomía de este pequeño pueblo de La Orotava. La Asociación Pinolere presentó dos números de El Pajar, uno dedicado a la mujer y otro dedicado a la relación de la mujer con el barro. Son trabajos extensos, bien trabados, editados con el propósito de ahondar, en estos casos, en la personalidad de la mujer en Canarias y en el mundo. El contrapunto folklórico, en aquel ambiente que reproduce un museo muy exigente de la artesanía canaria de la mejor calidad, le dio a la reflexión que suponen los retos que plantea la revista la alegría con la que esta gente de Pinolere celebra el éxito de una iniciativa que ya tiene cerca de quince años. Estábamos, en ese lugar del valle, justo dentro de la bruma que se ve desde el Teide en días en que hay panza de burro sobre la zona, y la sensación era fascinante, en pleno verano aún, y escuchando música en medio de una atmósfera invernal u otoñal, trasladados a una forma rara de paraíso. Luego volvi al Puerto y fui a una casa donde se hacía una fiesta tradicional ya, la fiesta del final del verano, que este año llega a su décima edición; es en la casa de Jordi Violán, que la abre con mucha generosidad para que todo el que tenga interés se junte en torno a un artista que él quiera homenajear; en esta ocasión trajo a un gran pianista de jazz, Polo Ortí, hijo de otro músico, Leopoldo Ortí, a quien yo escuchaba en mi pueblo cuando era joven aun (él, yo). Polo es un extraordinario músico; la atmósfera que creó Violán y que creó esa música, me devolvió al Puerto cosmopolita y vital que tiene que volver a ser. Una ciudad extraordinaria, con su porvenir intacto, que se basará, seguro, en mucha de la gente que anoche escuchaba, en medio de una enorme alegría, la alegría de la amistad, la música apasionada de Polo y su gente. El Puerto otra vez, como fue, como será. Una alegría volver a descubrirlo.

Los girasoles y el valle

Por: | 29 de agosto de 2008

Estoy ante el valle en el que nací; distingo entre las abundantes construcciones --han construido hasta sobre la Montaña de Las Arenas, que Humboldt miró con tanto interés, cuando estaba desnuda-- los caminos de mi adolescencia, los lugares por los que caminaba hacia la escuela, o los sitios por donde iba cuando me fugaba de clase. Era en la larga posguerra española, y ahora ya estamos en paz, y la gente puede, en mi pueblo y en cualquier sitio, aprovechar la oportunidad del desacuerdo sin que caiga sobre nadie el peso de la arbitrariedad. Fue una posguerra dura y sorda, y aquí la viví yo con muchísima gente que tenía más motivos que yo, muchos más, para saber qué sabor tiene el silencio impuesto. Hoy se estrena en España una película que habla de estas cosas; la ha hecho José Luis Cuerda, con guión suyo y de Rafael Azcona, y se titula Los girasoles ciegos. La veré al volver a Madrid, en seguida. Se basa, como todo el mundo a estas alturas sabe, en el libro del mismo título, de Alberto Méndez, editado por Anagrama. Es un libro emocionante, y los que ya han visto la película de Cuerda entienden que es un filme duro y emocionante, como el tiempo que evoca, como las emociones a las que se refiere. Por muchos motivos esta es una película recomendable. Hablaremos de ella cuando la veamos, pero quienes ya la hayan visto, por favor, entren y digan. Les dejo y vuelvo a mirar este espacio que se parece a toda mi vida. Detrás está el Puerto de la Cruz, el mar bate majestuoso, y delante está el Valle de La Orotava. Vengan, escucharán a qué huele la hora de despertar.

"Yo escribo por ataques"

Por: | 28 de agosto de 2008

"Yo escribo por ataques: a veces me paso meses y meses y no se me ocurre nada. Pero siempre sé que va a volver, que siempre volverá. Y vuelve: en el momento más inesperado el tema llega y lo domina a uno. Cuando uno se pone a buscar el tema, como hacen algunos que no quisiera nombrar, pensando que está bien escribir esto y mal lo otro, entonces uno no es un artista. Podrá ser un correcto escritor, pero no un artista". Anoche, repasando libros de Onetti, cuyo centenario será en julio de 2009, me encontré esa perla de su rabia literaria; estaba en un libro de María Angelica Petit y Omar Prego, Onetti o la salvación por la escritura, editado por la Sociedad Española de Librería en 1981; estaba en los libros que me traje ahora de Madrid, y ahí floreció esa frase, que tanto tiene que ver con aquella postura indomable, y rabiosamente literaria, recluida, radical, del maestro uruguayo. Onetti vivía literalmente de espaldas al mundo, de sus incitaciones vanidosas, cultivando una escritura salvaje, propia; se negaba al brillo y a la superficialidad, y su risa era pura, como la risa de una máscara trágica y solitaria. Se reía de lo solemne y de lo abstruso, y estaba ahí, echado, esperando que el tiempo hiciera su trabajo, y mientras escribía sobre agendas usadas libros conmovedores y extraños. Un escritor. Es decir, un artista.

Del Mediterráneo al Atlántico

Por: | 27 de agosto de 2008

Las islas están muy mal comunicadas; éstas consigo mismas, pues desde las islas orientales no hay tantos vuelos como debería haber con la Península o con las islas occidentales, y de éstas con las islas del Mediterráneo. A pesar de que son destinos turísticos notables, y de que podrían formar parte de una oferta sucesiva, pues el Mediterráneo y el Atlántico deben verse seguidos, para apreciar sus diferencias, entre Mallorca y Tenerife, por ejemplo, hay un solo trayecto aéreo, los domingos, de modo que si alguien debe venir de una isla mediterránea a esta otra atlántica ha de hacer escala obligatoriamente en alguna de las principales capitales peninsulares. Excepto los domingos, que sí hay un vuelo directo. Pero, claro, uno no puede estar esperando al domingo para cumplir la satisfacción de volver directamente a su tierra, o a irse de ella. Así que ayer noche volví a Tenerife,  en un vuelo bastante puntual de Spanair, que tomé en Madrid después de haber tomado otro bastante impuntual, también de Spanair, desde Palma de Mallorca. Llegué a la medianoche, al aire del Atlántico y a los oleajes del Médano. Siempre que hago un viaje así y desembarco en el sur recuerdo lo que me dijo hace años Mahruk Tarapor, directora adjunta del Metropolitan de Nueva York, sobre su regreso a Bombay, su tierra. Decía Mahruk que lo primero que sentía era la calidad del aire, cómo cambiaba ésta, cómo le devolvía a una infancia que se le representaba enteramente al bajar del avión. En este caso, en el caso de la llegada al Atlántico, lo que yo siento es una bocanada de aire que se parece a la que sentí en la adolescencia, cuando descubrí el sur, en el Atlántico tinerfeño. Seco y ventoso, aireado de noche, cálido de día, y el oleaje, esa sucesión obsesiva de las olas subiendo hasta convertirse en una sinfonía abrupta e imparable. En el Mediterráneo todo es más suave, más antiguo, como si el mar estuviera hablando en la sala de estar de unos ingleses; arrullado por los pinares, ensombrecido por los bosques y por las nubes, el Mediterráneo vive su propia música, tan distinta a esta música atlántica que ahora se acostumbra a la mañana en el sur de Tenerife, desde donde rindo homenaje a ese Mediterráneo tranquilo desde el que vengo.

Hablar de literatura

Por: | 26 de agosto de 2008

La discusión en Formentor estos días es si se abre otra vez este espacio extraordinario y ensimismado de la tierra de Costa i Llobera para hablar de literatura; también se debate si aquellos premios que se dieron en los años sesenta, auspiciados por Carlos Barral y por un grupo de editores europeos, tendrían sentido ahora, resucitados de alguna forma. Independientemente del resultado de ambas incógnitas, lo cierto es que ya hay aquí un grupo de escritores, editores, periodistas y agentes hablando del presente de la industria del libro tal como era y tal como es. Lo deseable ahora sería que, acordaran lo que acordaran, recordaran que el propósito fundamental de la cultura literaria hoy es tratar de profundizar en lo que parece una crisis seria: se han desbaratado formas antiguas de la distribución y la venta y la difusión de los libros y los instrumentos que han sustituido esas fórmulas o no se han consolidado o están obsoletas antes de ponerse a andar. Las fórmulas nuevas han avalado la cultura de la cantidad y la sociedad del pero, esa que asegura que algo es insoportable pero vende, o algo tiene poca calidad pero todo el mundo habla de ello. Salga premio o no salga premio, continúen o no continúen estas conversaciones resucitadas, lo que sí es cierto es que en pocas comunidades autónomas españolas encontraríamos hoy una discusión que no fueran sobre la identidad del folklore propio, y aquí, sin embargo, se habla de algo cuyo futuro implica a todo el mundo, de cualquier cultura y de cualquier lengua: la literatura, los libros, sus autores y sus palabras. Esa evidencia, además del lugar y del clima convierten estas horas en una excepcional isla de tranquilidad, sosiego y pensamiento.

Dulce estar sin límite

Por: | 25 de agosto de 2008

Ayer se concentraron estos acontecimientos: a don Juan Marichal, intelectual del pensamiento y de la diáspora, le entregó en México el embajador español Carmelo Angulo la Gran Orden de Isabel la Católica, Borges cumplió más años de los que precisaba para vivir, como se encargó de anunciar aquí Adsuar y en este lugar magnífico de Mallorca, Formentor, se puso la primera piedra de estas nuevas Conversaciones de Formentor que en etapas sucesivas, y con distintas modalidades, centraron la vida cultural de España y de Europa gracias a la iniciativa primero de Camilo José Cela y después de Carlos Barral. Como si fueran medallas de aquel periodo, me encontré aquí con el hijo de Cela, el siempre animoso, divertido pero profundo Camilo José Cela Conde, profesor y escritor, y con Yvonnne Hortet y con Malcolm Barral, viuda y nieto de Carlos, de quienes les he hablado aquí ya en alguna ocasión. Borges revoloteó también en este acto inaugural de las conversaciones en el Hotel Formentor, no sólo porque fue premiado con el premio Formentor en su primera edición, sino porque su manera de ver la literatura y Mallorca se pusieron de manifiesto como formas de entender la ficción y la escritura. Y a Marichal lo traigo de nuevo a este blog porque es uno de los intelectuales de aquel periodo, trabajando desde el exilio, que más hizo por juntar intelectuales, de aquí y de allá, en busca de un modo nuevo de relacionar la cultura dispersa de este país. Sin duda este es un momento que precisa, de nuevo, en circunstancias distintas, que los intelectuales y los escritores tengan nuevos focos de interés en los que convergir, porque se ha instalado en la sociedad que los acoge un egoísmo sucesivo y concéntrico que los aleja del diálogo y los ensimisma. Y Formentor, dijo la consejera Galmés, pretende abrir esa ventana e iluminar ese foco. Ella evocó aquel espíritu del Formentor de los 60 con un verso que en aquella ocasión escribió sobre Formentor Jaime Gil de Biedma: "Y resultaba dulce estar sin límite". Hablaba de la madrugada, de la conversación, del alcohol y de la vida, supongo, y anoche hacía una humedad contundente; apetecía un whisky, pero el día fue largo y domingo, y me vine a dormir, contraviniendo el espíritu de Formentor. Antes de dormir me leí los versos de Costa i Llobera, el gran poeta de esta tierra, cuyo Pi de Formentor, me dijo Biel Mesquida, vale por mucha de la poesía que se ha escrito en la lengua catalana y en esta tierra. Él me lo recitó en catalán, y luego lo leí en catalán y en español. No lo conocía, mea culpa. Fantástico.

Conversaciones en Formentor

Por: | 24 de agosto de 2008

En esta ensimismada y bellísima parte de Mallorca, en Formentor, surgieron en los años 60, en la época de mayor esplendor de Carlos Barral como editor, unas conversaciones literarias marcadas por la convocatoria internacional de un premio literario, el Formentor, que en su tiempo ganaron gente como Jorge Semprún, Jorge Luis Borges y Samuel Beckett; ahora Bárbara Galmes, la consejera de Cultura del Govern de las islas, ha tenido la iniciativa de explorar la posibilidad de volver a convocar ese premio y esas conversaciones. Para eso estoy aquí, en este hermoso enclave; llegué anoche, y aunque ya conocía Formentor esta mañana he abierto la ventana y he visto la naturaleza mostrando esta fertilidad del norte de la isla y me llevé la alegría del mar, otra vez, pero ahora con la luz tamizada del mediterráneo; después de la salvaje ventolera del Médano, aquí siento que las olas van a volver cargadas de flores quietas. Flores, fertilidad, rumores y el silencio. El silencio será interrumpido por las conversaciones. Ya les contaré qué se dice. De momento, les transmito un poco del silencio que interrumpe la radio contando cómo juegan España y Estados Unidos su partido de baloncesto. 

Cuaderno de godo

Por: | 23 de agosto de 2008

Ahora pronto hará medio siglo que Ignacio Aldecoa, el autor de Gran sol y de los mejores cuentos literarios de la posguerra española, publicó un librito precioso que tituló Cuaderno de godo. Hace cinco años, Alfonso González Jerez, periodista y escritor tinerfeño, publicó en Ediciones Idea una cuidada edición de aquel pequeño volumen; esa edición llevaba un prólogo de Josefina Rodríguez Aldecoa, la viuda de Ignacio, que ha prolongado con amor y entusiasmo la memoria del extraordinario fabulador. Aldecoa vino a Canarias atraído por la aventura del viaje y por los misterios de las islas, y aquí quiso recorrer todo el archipiélago, persuadido de que aquí había los misterios más escondidos y diversos, y él quería mostrarlos. El título alude a la denominación que en Canarias se da al que viene de fuera y quiere echárselas de curro, como se suele decir aquí. Tiene un matiz peyorativo, aunque, como cualquier palabra de esas características, también se puede decir con cariño y con respeto; godo es malo, pero puede ser regular o bueno, como cualquier cosa que se dice para subrayar cómo es el otro; el libro me acompaña siempre, en Canarias o en la Península, o cuando viajo por ahí, porque es un recordatorio precioso de una manera de mirar, con luminosidad y respeto, desde la perspectiva del visitante, a estas islas. Ahora estas islas están acosadas, por un dolor que subrayan la realidad y sus noticias, y Aldecoa vio entonces, y vieron otros viajeros en otros tiempos, y ahora, cuál es la raíz profunda, tangible, de esa recuperación perpetua de la melancolía que asalta el alma de los isleños. Decía Aldecoa en su Aviso al caminante con el que abre Cuaderno de godo: "Este cuaderno de godo no es otra cosa que unas notas someras de un dejarse vivir por las siete islas silueteadas en los atlas escolares, por los seis islotes, que solamente son puntos acompañantes de las silueteadas, y por la isla que yace flotando entre el cielo y el mar, mágica y medúsea. En esta carpeta se advertirá nostalgia y hay nostalgia o amor con perspectiva, que es abogacía de los dislates, enteros y medios, en que abunda".

La primera edición, que conservo, y que siempre compro cada vez que algún lector la abandona y la vende, estaba ilustrada por Chumy Chúmez, amigo de Aldecoa, y aquí, en esta edición de 2003, también estos dibujos. No es, decía Aldecoa, "una guía, y sí perdedero", pero es una hermosa tarjeta postal que no debería faltar en ninguna biblioteca sobre las islas. ¿Si la pueden encontrar? Quién sabe. Yo la he buscado de nuevo, y no la veo. Acaso en las librerías cibernéticas está en algún sitio, seguro. Ténganla, es una buena manera de tener algo del alma de Aldecoa, que fue, ella misma, un alma isleña e incluso aislada.

Echar la culpa

Por: | 22 de agosto de 2008

Los seres humanos tenemos la tendencia a culpar de inmediato.

Es una mala tendencia.

Para culpar hay que averiguar. Y no se ha de culpar sólo por lo que intuimos, sino por lo que sabemos.

Para decir, debemos haber sabido, y saber que sabemos. Del todo. Hasta que no se sepa no debemos decir.

Por eso me asusta tanto que nada más ocurrir el accidente de Barajas ya un periódico encontró al culpable. En este caso, la situación de crisis de la compañía. La compañía entra en crisis y, zas, se le cae un avión, y eso concluye (además) la crisis de la compañía. Es lo que se deducía del titular, primera página, cinco columnas.

Un piloto, y sindicalista, José María Vázquez, le cuenta hoy a Lara Otero en El País que lanzar esa culpa a la compañía por la crisis que atraviesa es un atrevimiento.

Ya ayer comentaron ustedes eso aquí. Lo saco de nuevo porque entra dentro de lo que solemos hacer (mal) los periodistas.

Julio Cortázar tenía un cuento, No se culpe a nadie, que a veces cito para pedir respeto antes de lanzar acusaciones, en cualquiera de los aspectos de la vida.

Evidentemente, algo causó el accidente. Pero mientras no se sepa qué fue y cómo fue, de donde vino el fallo, qué lo produjo, y los periodistas no lo sabremos antes, lo saben antes los que hagan la investigación, no se debe culpar a nadie. Es un atrevimiento, y muchos veces los atrevimientos son simples, desnudas desvergüenzas que nos dejan muy satisfechos a los periodistas y perpleja a la sociedad que contempla como, ufanos, levantamos la voz y la mano para decir, sin saber, lo que no sabemos sino que intuimos.

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