Mira que te lo tengo dicho

Sobre el blog

¿Qué podemos esperar de la cultura? ¿Y qué de quienes la hacen? Los hechos y los protagonistas. La intimidad de los creadores y la plaza en la que se encuentran.

Sobre el autor

Juan Cruz

es periodista y escritor. Su blog Mira que te lo tengo dicho ha estado colgado desde 2006 en elpais.com y aparece ahora en la web de cultura de El País. En cultura ha desarrollado gran parte de su trabajo en El País. Sobre esa experiencia escribió un libro, Una memoria de El País y sobre su trabajo como editor publicó Egos revueltos, una memoria personal de la vida literaria, que fue Premio Comillas de Memorias de la editorial Tusquets. Otros libros suyos son Ojalá octubre y La foto de los suecos. Sobre periodismo escribió Periodismo. ¿vale la pena vivir para este oficio?. Sus últimos libros son Viaje al corazón del fútbol, sobre el Barça de Pep Guardiola, y Contra el insulto, sobre la costumbre de insultar que domina hoy en el periodismo y en muchos sectores de la vida pública española. Nació en Tenerife en 1948.

Eskup

Larga noche de piedra

Por: | 30 de septiembre de 2008

La primera vez que volví de México, y por tanto la primera vez que fui, regresé con el poeta gallego Celso Emilio Ferreiro; él iba en un avión casi vacío, riendo, hablando, vestido para el verano que pronto entraría en la Península, me parece, pero con unas pantuflas de felpa, como las que usaban Baroja y Buero Vallejo. Celso tenía ya su libro de poemas Larga noche de piedra. Anoche, en medio de un largo insomnio que ha puesto mis nervios a prueba de bomba, recordé ese título, que define mejor que ninguna otra metáfora (¿metáfora?) la densidad oscura de los malos sueños y de los insomnios; fue un día largo, a veces difícil, otras veces muy placentero, porque me permitió ver el valor de la vida y de la amistad, pero también tuvo sus momentos complejos; lo peor de la noche es que subraya la incertidumbre y tapia la felicidad, y la vida, al fin y al cabo, es un arañazo en busca de la felicidad. Cuando el mal sueño, es decir, el insomnio te la hurta, arañas hacia el fondo hasta que al fin consigues el sosiego, y entonces ya tienes que saltar de la cama y enfrentarte de nuevo al placer o a lo inexplicable; si surge lo uno, esa sombra soleada de felicidad va contigo, y si no se produce otra vez, pero durante el día, la larga noche de piedra que tanto me ha hecho evocar esta madrugada a mi placentero, feliz y tranquilo compañero mexicano de viaje, Celso Emilio Ferreiro con sus pantuflas.

La verdad de las mentiras

Por: | 29 de septiembre de 2008

Estuve escuchando ayer en Segovia a Mario Vargas Llosa. El escritor peruano contó su vida como si él mismo fuera un periodista que le encontrara en una esquina, en una casa o en una sala. El periodista Vargas Llosa frente al escritor Vargas Llosa. Las preguntas eran eficaces y cortas: cómo empezó a escribir, cómo escribe, para qué escribe, cómo se le ocurre lo que escribe. Hoy hay en El País una estupenda crónica de Elsa Fernández Santos sobre lo que dijo Vargas Llosa, y yo quisiera subrayar algo de lo que dijo: como no tiene inspiración, trabaja, se documenta, lee libros, viaja, y al final consigue extraer de la experiencia lo que un esforzado escritor --como Flaubert en su tiempo-- es capaz de hacer. El resultado está en las estanterías, y es muy bueno. Algo más quisiera subrayar de la intervención de Vargas Llosa: fue un viaje a la Amazonía, en 1958, el que le abrió la vía de la imaginación literaria a partir de la realidad y de lo que le ocurre. De ese viaje extrajo ideas para cuatro libros, y además la decisión de dedicarse enteramente a la literatura, decisión que finalmente tomó ese mismo año 1958 en Madrid, mientras estudiaba en su pequeño piso de la calle doctor Castelo. Cuatro minutos de autoentrevista. Un consejo, por mi parte, a quienes no le hayan leído, o a quienes no hayan leído estos libros, por si quieren ver qué hay en el fondo de su enorme vocación: lean La verdad de las mentiras y El pez en el agua, y en El pez en el agua lean sobre todo las partes en las que explica su autobiografía. Saldrán habiendo conocido otro Mario Vargas Llosa. El que habló ayer en Segovia.

El cumpleaños de Manu

Por: | 28 de septiembre de 2008

Hoy cumple años Manu Leguineche, el reportero. Ser periodista es algo muy serio; obliga al rigor, al silencio y al viaje; un viaje interior y un viaje exterior; el periodista escucha y mira; mantiene la curiosidad para contar qué le sorprende. Manu tiene esas virtudes, las mantiene. Hoy cumplirá años en Brihuega, su casa, en aquella casona llena de periódicos apilados en la escalera que va del salón grande al jardín en el que los árboles suenan como el mar.

Ayer estuvimos hablando de un episodio, el mayo del 68 del siglo pasado, que fue central en el siglo y que sigue despertando melancolía ahora; me tocó moderar un debate sobre ese asunto en el Hay Festival, en Segovia, donde estoy. Estaban en el estrado, conmigo, la periodista italiana Isabella Bossi, la escritora australiana (y británica) Germaine Greer y el periodista checo Tomas Brva. El tema derivó en seguida a la actualidad, al compromiso de los intelectuales, y a la crisis presente. Flotó en el aire un hondo pesimismo; Germaine Greer cree que estamos llegando al final del capitalismo, lo que supone, para ella, cumplir uno de los presupuestos de aquel movimiento estudiantil, político e intelectual, y ella se imagina pronto que de nuevo los jóvenes tomarán conciencia de lo que pasa y saldrán a la calle buscando lo imposible debajo de los adoquines. Fue más pesimista Isabella al respecto y fue más optimista Tomás.

Cuando nos fuimos de allí el teléfono nos trajo la tremenda, triste, temida noticia de la muerte de Paul Newman. Mi hija lo vio en persona una vez, en un museo británico; no le dijo nada, le dio apuro. Era más bajito de lo que suelen ser los actores famosos, y tenía la delicadeza que marcó su vida y que causó tanta admiración en los que sienten que los actores no deben estar en primer plano sino en las películas.

El día acabó bien, hablando; hablar es como leer. Y leer es lo fundamental, porque es como hablar.

Millás y Obama

Por: | 27 de septiembre de 2008

Millás escribió un libro extraordinario, El Mundo, con el que ganó el Planeta. Es una de esas autobiografías estimulantes que su generación le debe a este país, porque él nació y vivió cuando este país era un parque temático de la desgracia y de la paradoja. Bueno, pues ayer estaba hablando de ese libro en Telemadrid cuando sintonicé la tele para ver qué se decía del debate Obama-McCain. En realidad buscaba una frase que Obama le había dicho a McCain sobre el bisturí y el hacha, y me paseaba por el dial buscando precisamente ese trozo. En el momento en que Millás hablaba con Dragó, éste le recordaba uno de los inventos del señor Millás, el padre de Juanjo: precisamente un bisturí que cauterizaba al tiempo que producía la herida. La coincidencia me resultó tan escalofriante que dediqué a ella la columna de mañana, la que me toca en El País en sustitución de Carlos Boyero, que ahora está en el Festival de San Sebastián. Escribí la columna y cuando ésta daba a su fin, 2.412 caracteres, sonó un mensaje en el móvil, y era Juan José Millás recordándome que hoy es 27 de septiembre, una costumbre que tiene. Así que este escritor de coincidencias geniales acertó hasta en el instante en que yo estaba pensando en él, en Obama, en el bisturí y en su padre.

Un asunto muy particular

Por: | 26 de septiembre de 2008

Los compañeros de Pilar García Padilla, mi mujer, que hasta ahora ha dirigido el telediario de las tres de la tarde de Televisión Española, le dedicaron anoche un agasajo de despedida que ella no se esperaba. No suelo hablar en este blog de asuntos particulares, y mucho menos de mi familia, pero hoy voy a hacer una excepción. Esta fiesta sorpresa congregó en torno a Pilar a muchísimos compañeros suyos, jóvenes, mayores y de mediana edad, que han compartido con ella en distintas etapas el trabajo en TVE, que ya se le acaba. El ERE que puso en manos el Ente, y que ha afectado a cerca de cinco mil trabajadores, le ha afectado también a ella, como a otros muchos, y aunque tiene aún muchos años laborales por delante desde ayer mismo está en situación de reserva permanente. Fue muy emocionante ser partícipe del calor con el que la despedían; fue un momento muy especial para ella, estoy seguro, y para nosotros, los que conocemos con qué dedicación, inteligencia y esfuerzo le ha dado al mundo que ahora le despide su energía, su entusiasmo y su sentimiento. La respuesta de sus compañeros a este instante crucial de su vida fue hermoso, generoso, inolvidable también para nosotros, y por supuesto para ella. Tengo mis convicciones sobre ese gesto, la regulación de empleo de esta gran empresa de comunicación; me parece un mensaje muy complicado para la sociedad, porque muestra como posible prescindir de una energía trabajadora experta e inteligente en pleno uso de sus facultades profesionales. Le ha afectado a muchísima gente que se ha acogido voluntariamente al proceso; ponerlo en marcha ya abría la posibilidad de que fuera amplio e imparable. Le ha llegado a Pilar ese momento de despedirse. El gesto de anoche de sus compañeros le habrá salvado un poco de la melancolía de contemplar cómo se acaba una historia; ella sabrá hacerse otra, estoy seguro. Ahora reposa a la entrada de la casa el álbum que le hicieron, las flores que le dieron. Un momento particular y emocionante que he dudado mucho si contar, hasta que lo he contado. Ella se lo merece.

Hacer entrevistas

Por: | 25 de septiembre de 2008

Una entrevista es una convención; te sientas delante del personaje, sacas papel y lápiz, pones la máquina a grabar, y ya se cierra el mundo alrededor; el entrevistado espera tus preguntas, y tú tratas de escucharle para seguir preguntando al hilo de lo que dice; si te centras sólo en el cuestionario que llevas preparando, la entrevista se convierte en un secarral, así que has de simular que haces una conversación. Pero es una entrevista. Una conversación es otra cosa, tiene otras convenciones, responde a otra manera de elaborar la charla: es abierta, tiene que ver con todos los elementos que hay en la sala, y en la vida, no es una entrevista. Una entrevista es una curiosidad que se plantea a otro, y tiene los límites que tiene: un tiempo, un espacio, un principio y un fin; no es un compadreo, es un intercambio en el que lleva la voz no es sólo el periodista, ni mucho menos, sino el que está delante; éste es dueño del tiempo y de las respuestas; forzarle sería romper la convención; me pasó con George Steiner: hay un límite para las repreguntas; existe la alternativa de seguir infinitamente con el mismo tema, pero entonces estarías rompiendo la convención, y hurtándole al lector una parte del personaje, si es que el asunto sobre el que reiteras las preguntas es singular y de un ámbito muy estrecho. Puedes hacer una entrevista sobre la guerra, y entonces todas las preguntas serían sobre la guerra; pero si le haces una entrevista a un filósofo de París y no hablas sino del Teide no estarás haciendo una entrevista sino dándole la lata. Eso es lo que pienso de las entrevistas. Y ahora hablaré de una entrevistadora de la que se ha hablado aquí bastante estos tres últimos días. A mi me gusta mucho la manera de hacer las entrevistas de Elvira Lindo, de cuya entrevista con Penélope Cruz se ha dicho aquí de todo. Tiene dos grandes virtudes Elvira como entrevistadora (y como escritora); una, que se fija hasta el alma en la mirada de la persona con la que conversa para una entrevista, y en segundo lugar, que tiene una memoria excepcional, y una preparación cada vez más honda y más depurada no sólo sobre la carrera de las personas que va a ver, sino sobre el mundo que la rodea, literaria, cultural, socíológicamente. Por eso cualquier entrevista suya es una manera de ahondar en el alma de las personas, y su retrato suele ser suculento, real, distinto. Siempre esperaré una entrevista suya como un acontecimiento. Pregunta con curiosidad, se quiere ir con una mirada, lo logra mirando.

¡No me jodas, Rubiales!

Por: | 24 de septiembre de 2008

Hace algunos años, cuando era delegada del Gobierno en Andalucía, la socialista Amparo Rubiales, sevillana, me concedió una entrevista en casa de José Saramago, en Lanzarote. Estaba tan encendida de admiración por el trabajo de la Guardia Civil, me intentaba convencer tanto de los méritos de la Benemértia, que expresé ante el magnetófono mi sorpresa por tanta admiración como entusiasmo, y exclamé: "¡No me jodas, Rubiales!" La expresión, que obviamente era coloquial y no estaba dicha como reproche sino más bien como sorpresa por verla tan abducida por los valores del Cuerpo, se quedó ya luego como una broma entre nosotros, que siempre nos saludamos así: "¡No me jodas, Rubiales!" Ayer nos encontramos en Sevilla, en la sede de la Radiotelevisión Andaluza, donde a ella le hacían una entrevista para el programa El público lee por el libro que ella acaba de publicar, Una mujer de mujeres. Ahí cuenta esa anécdota, que es lo de menos. Lo demás es el libro, y ella, una política entregada a su vocación, y sobre todo a la vocación de hacer que la mujer tenga en la sociedad el papel que merece. El libro lo ha publicado Aguilar. Nos encontramos allí, en Sevilla, con el equipo de El público lee, un programa que lleva ya siete años en antena, y que es una hora extraña en la televisión en España: una charla sobre libros que transcurre como una charla sobre libros, y no como una excursión a lo que hay fuera de los libros; palabras sobre libros, y libros, y lectores: tres lectores de cualquier sector de la vida, desde estudiantes a maestros, lectores, son conducidos con mano profesional y maestra a hablar de lo que hay dentro de los libros. Una hermosa lección de televisión en la que ayer me encontré con esta persona de ojos grandes, Amparo Rubiales, divulgando el esqueleto de una lucha por el reconocimiento de las mujeres.

Pellón

Por: | 23 de septiembre de 2008

Vuelvo a Sevilla, en Ave otra vez. A mi lado un hombre resuelve asuntos de su oficina, por el móvil. Un ex ministro lee El País y una pareja se equivoca de asiento y hay una cierta discusión sobre quien tiene la culpa del despiste. Es Renfe, dicen, y ríen. Siempre que voy hacia Sevilla, siempre, recuerdo a Jacinto Pellón, que fue el ingeniero de la Expo. Este instrumento en el que viajo, el Ave, en el que cada día hacen lo mismo que yo miles y miles de ciudadanos en diversas direcciones españolas, fue también motivo para zaherirle. Se le acusó de todo, y le acusaron los que no pudieron doblar su voluntad cántabra, dura pero a veces cándida y vulnerable sentimentalmente. Murió después de que ganara pleitos contra aquellos que le habían llevado a la picota acaso porque no accedió a ceder a sus chantajes. Para mi Pellón es uno de los motivos de orgullo de la raza humana; fue deferente y tierno, e inteligente, y siempre que voy a Sevilla lo recuerdo como si lo fuera a ver, riendo, acariciándose su pelo al cepillo, mirando como si le hubieran robado un nido o como si aún quisiera asombrarse más de la mezquindad que cayó sobre él. El hombre a mi lado lee el Marca, yo he pedido un vaso de agua y el paisaje pasa a mi lado con la velocidad de la vida.

Muerte en otoño

Por: | 22 de septiembre de 2008

Primer día de otoño y avalancha de muerte, en España y en el mundo. Como un presagio de tormenta que entra por las rendijas del tiempo y de la edad, la insistencia de un fragor penoso y abominable. Un muerto en Cantabria, heridos, dos atentados en Euskadi, y la gente hablando por esos poros, contra esto y aquello, y mientras la Eta, enseñoreada, incólume, disfrutando de su horrible bagatela. Que no se carguen de razón los que la tienen, que se pongan a pensar en lo que de pasado tiene el futuro, y que se ayuden entre todos a tachar la excrecencia principal del franquismo, la partida de nacimiento de esa organización a la que ya nadie, en ningún sitio, le puede reír las gracias que son desgracias. La culpa es de Eta, y los culpables son los de Eta. Hasta que esa idea no se consolide como una sola, hasta que los españoles no dejen de tirarse las culpas a la cabeza, en la radio, en la televisión y en la prensa. Que no se aproveche el dolor para cargar contra los que quieren lo mismo, la desaparición de Eta. El otoño, qué terribles noticias trae ahora.

Boda italiana en Cazalla de la Sierra

Por: | 21 de septiembre de 2008

Ahora hay truenos sobre Cazalla de la Sierra, un pueblo de la sierra norte de Sevilla, pero ayer había sol y alboroto, y una boda italiana en el palacio de San Benito, una construcción del siglo XI que fue reparada en el siglo XVI y que en el siglo XXI fue convertida en un palacio y en un hotel por Manuel Morales de Jódar y por su compañero Carlos Marañón. Manolo dice que él quiso hacer que los sueños de tener un palacio se cumplieran aquí, y puso todo lo que tenía, imaginación y antigüedades, al servicio de un espacio insólito en el que la historia le da la mano a los sueños, por decirlo como a él le gusta. Pero esto del palacio fue después. Nosotros llegamos a Cazalla, en autobús, a mediodía, y caía sobre el pueblo el manto grisáceo del calor, hasta que se rompió el cielo y apareció el sol andaluz; cuando aparcó el autobús, la megafonía de un coche anunciaba una corrida de toros, y la calle estaba llena de recién casados, que por alguna razón todo el mundo se casa en Sevilla en septiembre. En aquella atmósfera que parecía hecha para que la filmara Berlanga estábamos nosotros como convidados a una boda muy especial, propia de italianos o en todo caso propia de la familia Marangoni, a cuya cabeza de familia, Federica, conozco desde hace veinte años. La conocí cuando expuso su obra llena de mariposas de luz en el Instituto Italiano de Cultura, y después de aquella visión múltiple de mariposas volando en medio de la luz y del susto, seguí viéndola, en Barcelona, en Venecia y en Tenerife, así que ahora soy amigo de ella y de su familia, de su marido, Gigi Marangoni, y de sus hijos, Giorgia, Elena y Lorenzo. Y era Lorenzo ayer el protagonista de esta fiesta que tiene dentro por lo menos el caracter insólito con el que a veces nos sorprenden estos italianos. Lorenzo vive desde hace diez años con Valentina, y tienen una hija, Beatriz. Beatriz les convenció para que se casaran al fin, y Manolo les convenció para que lo hicieran en Cazalla, según el rito católico. Invitaron a amigos suyos de muchas partes, y ayer fue la ceremonia, en una iglesia que también tiene la antigüedad del palacio, bendecidos por un cura andaluz que sabe italiano, y celebrados por un grupo de Cazalla que le cantó al final una salve rociera. Luego arroz y confetti, y todo lo que hay en las bodas, y la fiesta posterior en el palacio que Manolo y Carlos restauraron para que se pareciera el sueño que Manolo describe con la gracia de Cazalla. En medio de aquella fiesta me encontré con una venezolana, Milagros Maldonado, que lucha ahora para que no se descuide en Venezuela, su tierra, uno de los pulmones del mundo, una extensión enorme de terreno que es como Doñana multiplicada, y con una periodista italiana, Adriana Sartogo, que fue la que descubrió a la joven estilista del Vaticano que es responsable de cómo se visten allí los curas. Después fuimos a escuchar música, y allí apareció un grupo, Alboroto, que le puso a la algarabía de la boda voz, ritmo y baile; bailaban los niños y bailábamos los viejos, y todo me hizo pensar que estaba en medio de una película que alguien estaría filmando en algún sitio para regalársela a Berlanga o a Alberto Sordi. Esta mañana me he levantado temprano y ya estaban desayunando los italianos. Se despiertan pronto, por eso llegan antes. Allí estaba Adriana, por ejemplo, y Elena Marangoni, tomando pan y aceite como dos andaluzas de Cazalla. En medio del desayuno, un trueno avisó de que ya es otoño en España. En Italia, me dijo Elena, llegó hace una semana. Se adelantan, y se divierten más, los italianos.

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