Mira que te lo tengo dicho

Sobre el blog

¿Qué podemos esperar de la cultura? ¿Y qué de quienes la hacen? Los hechos y los protagonistas. La intimidad de los creadores y la plaza en la que se encuentran.

Sobre el autor

Juan Cruz

es periodista y escritor. Su blog Mira que te lo tengo dicho ha estado colgado desde 2006 en elpais.com y aparece ahora en la web de cultura de El País. En cultura ha desarrollado gran parte de su trabajo en El País. Sobre esa experiencia escribió un libro, Una memoria de El País y sobre su trabajo como editor publicó Egos revueltos, una memoria personal de la vida literaria, que fue Premio Comillas de Memorias de la editorial Tusquets. Otros libros suyos son Ojalá octubre y La foto de los suecos. Sobre periodismo escribió Periodismo. ¿vale la pena vivir para este oficio?. Sus últimos libros son Viaje al corazón del fútbol, sobre el Barça de Pep Guardiola, y Contra el insulto, sobre la costumbre de insultar que domina hoy en el periodismo y en muchos sectores de la vida pública española. Nació en Tenerife en 1948.

Eskup

Mira que te lo tengo dicho

Por: | 31 de octubre de 2008

Algunas consideraciones sobre las conversaciones de la Reina con Pilar Urbano.

1. La Reina es libre de hablar.

2. Y de rectificar.

3. Y de hablar con quien quiera.

4. Pero hablando con cualquiera debe tener cuidado con lo que dice. Como todo el mundo.

5. No es insólito que haya dicho lo que dijo, o lo que dicen que dijo.

6. Pero, ¿se lo hubiera dicho a otro, o a otra? Pilar Urbano es una interlocutora muy concreta, con sus ideas muy firmes, religiosas, sociales, culturales. Conocidísima. La sensación que se produce en una entrevista es la que produce el entrevistador, y no sólo el entrevistado.

7. Pilar Urbano opina lo que opina. Y la entrevistada dice lo que dice, su opinión. Cabe pensar que si una dijo la otra asintió, y siguieron por esa pendiente.

8. La pendiente es lo que llaman "el ámbito privado". El problema es meterse en la pendiente. Y la Reina se metió.

9. ¿El desmentido? Suele suceder. La Reina me cae bien, y a mucha gente; me parece una mujer prudente, delicada. Me extrañó que dijera siquiera en privado lo que ahora Pilar Urbano le ha hecho decir en público, aunque no puedo dudar de que lo tiene en su corazón. Pero mis hermanas también, me parece; no discutimos de eso, son ideas instaladas en la sociedad, la Reina es una mujer conservadora, me parece, y ese conservadurismo tiene capas que no se pueden quitar fácilmente, o en absoluto, y eso es así. Si Pilar Urbano le pone el micrófono a mujeres como la Reina obtiene esto, interrogadas hábilmente. ¿Verdad que...¿ Pues claro, mujer, pues claro, opino como tú, exactamente. Y así, es la pendiente. Se ponen cómodas y pasa lo que pasa.

10. La última reflexión es la que se le tendría que decir a la Reina, o a sus asesores. Mira que te lo tengo dicho. Ya se lo habrán dicho.

Ahora que me voy de Buenos Aires

Por: | 30 de octubre de 2008

Siento por esta ciudad, y por este país, una fascinación verdadera y extraña, como si hubiera vivido aquí en otro tiempo y en otra paz. Como si Buenos Aires atrajera una memoria esencial, hermosa y callada que yo no soy capaz de desvelar. Me gustan las casualidades de sus calles, los colores solemnes y melancólicos de sus taxis, la pretenciosa europeización de sus edificios, y me gustan también sus quioscos, los cafés viejos y los modernos, la gente hablando por las calles, eternamente, como si jamás se fuera a acabar esa charla que parece hecha de la materia de la que se hace el aire. Me gusta Buenos Aires, tengo por esta ciudad un amor propio, no me ha sido impuesto, ha ido viniendo como vienen los sonidos de una música que uno nunca oyó antes pero que parece familiar, certera, y cuando se escucha de nuevo, irremediablemente, parece la misma pero ya olvidada, y por tanto dispuesta a ser gozada de nuevo. Y me gusta el silencio de Buenos Aires, el sonido del tango que hay debajo de cada silencio. Me voy, pero antes de embarcar, ya en Ezeiza, quería dejar estas palabras, como el viento las dejó en mi mientras venía por la autopista con mi amigo Augusto di Marco, el padre de Malena, que se prepara para ser como Mafalda.

El aire del primer libro

Por: | 29 de octubre de 2008

En la historia de un escritor, menuda o grande, no hay mejor memoria que la del primer libro, la del primer premio, la de la primera palmada que alguien te da en el hombro y te dice: "Hombre, usted no lo hace tan mal". Ayer fui testigo de ese sentimiento hasta tres veces, en la entrega del premio Clarín de Novela, a cuyo jurado me ha hecho Clarín, el diario argentino, el honor de pertenecer. Y los premiados han sido, con el primer premio, Raquel Robles, con la novela Perder; el segundo, Sergio Hernán, por Nivel medio, distinguida con la primera mención del jurado; y el tercero, Federico Romaní, por Imaginiaria, segunda mención del jurado. El jurado lo formaban José Saramago, como presidente de honor, Rosa Montero, Alberto Manguel y este lector que les habla. Ninguno de los autores supera los 35 años. Para ellos era la primera vez de un premio y la primera vez de un libro. Tanto Rosa Montero como José Saramago, que no han podido venir, me habían hablado de su entusiasmo por las características de este premio, transparente y alegre, que ya ha dado, en diez años consecutivos, alegrías similares a novelistas primerizos que en gran parte de los casos jamás habían publicado un libro, como en los casos de este año, y que ahora ya son autores reconocidos en su país y fuera de él. Este premio y los anteriores los publican Clarín y Alfaguara, en un sello conjunto.

Un prejurado muy competente de profesores, escritores y periodistas argentinos hizo una selección entre los 723 libros recibidos y nos pasaron diez originales, que nosotros discutimos aquella vez que les conté, en Madrid. De ahí salió Perder, y de ahí salió una viva discusión literaria de la que ayer se hizo eco, con mucha gracia, Alberto Manguel en su disertación pública como miembro de este jurado. Al final de esa discusión ganó una novela arriesgada, una apuesta literaria que ahonda en las raíces del dolor de una madre cuando pierde un hijo. Raquel Robles, la ganadora, es una chica muy joven, pudo haber contado la historia agarrándose tan solo al testimonio, pero ha ido más allá, y ha expuesto una narración en la que la literatura, es decir, la construcción interna del dolor, es mucho más que la herida. Es lo que no se ve de las heridas.

Me habían dicho Rosa y José que esta era una fiesta concurridísima y alegre; la alegría que tiene esta ciudad que aun cuando caigan los chuzos de punta parece no necesitar paraguas. Había gente de todas partes, escritores, periodistas, competidores y amigos; me encontré allí con mi amigo Jorge Fernández Diaz, el director de Adn, la revista cultural de La Nación, a quien fotografié con Juan Bedoián, el director de Ñ, la revista cultural de Clarín, que este año cumple su quinto aniversario. Le recuerdo a él y a Ricardo Kirchbaum, director de Clarín, repartiendo como canillitas (los repartidores de diarios acá), Ñ cuando ésta acababa de nacer, en Rosario, hace cinco años, con motivo del Congreso de la Lengua Española. Y ahora ahí está Ñ, como una referencia en la cultura periodística de lengua española. Y por allí estaba Quino, el padre de Mafalda, a quien en una nota reciente le puse tres años de más de los que tiene, de 76 lo subí a 79, mis disculpas. Y estaba Pepe Sacristán, el actor español a quien acabo de ver en escena en un teatro de Corrientes. Y muchísima gente más, como mi amigo Rep, y como el hijo de Kirchbaum, Federico, que es aquel que decía en la escuela que no le gustaba ni el recreo; ahora tiene 24 y ya ha tenido muchos recreos, en la informática y en el cine. Su padre dijo esto en el escenario, antes de que se procediera a la entrega del premio Ñ a toda una vida a Hemenegildo Sabat, el gran dibujante (y músico, y escritor) argentino de Clarín: "Volvemos aquí a recordar, en medio de las tensiones de la realidad, de las presiones de quienes quieren medios dóciles, que el periodismo y la cultura requieren de libertad, de libertad aun para corregir los evidentes errores que cometemos, de reflexión y de debate sin prejuicios. No creemos en las campañas de difamación ni en la institucionalización de la arbitrariedad como métodos correctivos".

Luego Sabat recibió el premio e improvisó con Walter Malossetti una sesión de jazz, su música, que los presentadores de la gala del premio bautizaron como Blues para Menchy. Y luego fue cuando vino la alegría de los nuevos autores, con Raquel Robles a la cabeza. Perder. Un sentimiento hecho escritura sobre lo que la escritura hace para entender la raíz del dolor. Una jornada muy completa para asistir a un bautizo que será libro. Y que todos lo leamos. Porque ahí nace la literatura, cuando un libro se encuentra con un lector. Antes es sólo la ilusión de quien lo ha escrito pensando que acaso, tal vez, algún día alguien llegue diciendo: "Hombre, usted no lo hace tan mal".

"Algo muy grave va a suceder en este pueblo"

Por: | 28 de octubre de 2008

Cuando le pregunté ayer a Natu Poblet, alma de la librería Clásica y Moderna, por la situación en Argentina, desenfundó sus cigarrillos, le dio vuelta al café y me recitó el principio de un cuento de Gabriel García Márquez que ella cree que está publicado en prensa pero que nunca alcanzó el estado de libro: "Algo muy grave va a suceder en este pueblo". La crisis es global, y, claro, llegó acá, o qué creía la gente que era lo global. Pero, ¿y el cuento? El cuento es el de una viejecita que está dando vueltas por su pueblo y diciendo esa cantinela, "algo muy grave va a suceder en este pueblo". La gente se asusta, va a tomando prosiviones, se va a preparar para lo peor que suceda, y al final del día no queda nadie en el pueblo, todo el mundo ha huido menos la viejecita, que exclama, ya solitaria: "Ya decía yo que algo malo iba a pasar en este pueblo". Lo recordaba vagamente, pero ahora que lo cuenta Natu, rodeada de libros y de comensales, en su librería-restaurante-museo de la calle Callao, vuelve en toda su intensidad como símbolo de lo que acaso esté pasando: escuchamos tanto que algo grave va a pasar que acaso ya pasó y no nos damos cuenta de que quien nos dijo que algo grave iba a psar sólo nos estaba diciendo que ya nos había pasado, o que iba a pasar sin que nosotros pudiéramos hacer mucho. En todo caso, la gente no huye, al menos en Argentina, o al menos huye hacia las librerías, los teatros, los boliches y los cines, y hacia los abigarrados quioscos donde se refugian los humildes gorriones de los diarios, como decía Horacío Guaraní. De tan importante y central, esta librería de Natu, que está en su séptimo aniversario, se tendría que llamar ya Mítica y Moderna. Por ella pasan todos los escritores bonaerenses, y los de fuera. Durante un tiempo el emblema identificativo del baño de hombres en esta librería fue la foto de Juan Goytisolo; un día la cambió Natu por la de Manuel Vicent, y ahí está, anunciando que ese es el servicio de caballeros el autor de Tranvía a la Malvarrosa, quien por cierto está a punto de dar a las librerías su novela León de ojos verdes; y en el servicio de mujeres Natu ha colocado a otra española, Clara Sánchez, que está ahí anunciando que ese es el lugar donde se recibe a las señoras. Estuvimos hablando de libros, también. Todos los meses, o cuando le place, Natu coloca en la estantería de su librería aquellos libros que más le han interesado recientemente. Tomé nota de algunos: Dietario voluble, de Vila-Matas, El otro nombre de Laura, de Benjamin Black, Cielo nocturno, de Soledad Puértolas, y Llenos de vida, de John Fante. Y después estuvimos hablando de las librerías de Buenos Aires, verdadero tesoro del mundo hispánico, una especie de patrimonio que debería tener un día, yo qué sé, el premio Príncipe de Asturias.

Natu

Fotojuancruz

Molinos de viento. Antes de este encuentro con Natu estuvimos almorzando con Elvira González Fraga, la presidenta de la Fundación Sábato. Y hablamos de Sábato, claro, de su entusiasmo por crear desde esa fundación espacios de debate y libertad, y por crear bienestar entre los desfavorecidos. Ahora funcionan comedores para gente necesitada, y me contó Elvira que están preparando una red de molinos de viento para aliviar necesidades de agua allí donde es más necesaria en este país donde te ahogas en el Paraná pero te mueres de sed en Santa Fe, por ejemplo. Elvira transmite serenidad y entusiasmo; es, como se dice en El chino del dolor, de Peter Handke, una mujer que consiste de preguntas, pero ahí va, también con las respuestas, tratando de acomodar ese entusiasmo a la realidad de un país que Sábato contempla desde la imaginación con la melancolía rabiosa de sus libros. Estuvimos hablando de amigos comunes, como José Saramago, cuyo blog se cita aquí tanto, y que está lleno del vigor de los buenos blogueros. Ayer hablaba en su blog de Rita Levi-Montalcini, la casi centenaria científica italiana, cuya vitalidad es un ejemplo para los que hacen de la edad una frontera. Pues Saramago y Sábato son ese mismo ejemplo, vitalidad, capacidad para mirar más allá de la edad, más acá de la vida.

Y para vitalidad la de Vicente Todolí. Me lo encontré en el Centro Cultural Español de Buenos Aires, con Lidia Blanco, su directora. El director de la Tate Modern, el hombre que más subraya libros, que lee con fruición y con alegría, está acá dando unos talleres, que prolongará en Chile. Lo dejé camino de esos talleres, y yo me vine a leer y a pensar en ese cuento de García Márquez que nos han vuelto a contar, "Algo muy grave va a pasar en este pueblo". No se fíen, no se vayan.

La lenta humedad del Tigre

Por: | 27 de octubre de 2008

Jangadero. Del Tigre me sabía las canciones. "Jangadero, mi destino por el río es derivar..." Y ayer vi el Tigre en el delta del Paraná, en la lenta humedad oscura del río, bajo el sol a veces, en medio de la marea clara de un cielo que a veces parecía leche gris. Una barca de madera nos llevó hasta una casa clara, junto al embarcadero; allí había parejas, grupos, gente que celebraba cumpleaños, etcétera. Y una pareja, Marta Bourgeois, hija de gente del Tigre que a su vez vino de esos mundos, de Austria, de Francia, de Italia; ella misma ha emparentado con un gallego, Juan Carlos, y con él ha organizado este sitio como parte de un desarrollo turístico que en el Tigre está siendo apoyado por españoles que en otros lugares (Valencia, Cataluña, Euskadi) ya han hecho mucho en este sector. El delta del Paraná es un lugar extraño, sinuoso, lleno de islas que se ocultan o surgen a medida que vas merodeando por las orillas ubérrimas, en las que en otro tiempo estaba la mejor fruta de Argentina. Nos hicieron un asado, como uno lo soñaba desde que oyó folklore argentino, y luego reposamos en unas reposeras (así las llaman) y en unas hamacas; luego volvimos al Tigre propiamente dicho, al pueblo, en una lancha rápida desde la que tomé una fotografía mientras el ritmo de la embarcación me lo permitió. Luego la barca se lanzó a toda máquina y me tuve que atar a los lados para no terminar mis días absorto por la belleza del Tigre, pero muerto.

Tigre

Alterio y Sacristán. Al regreso a Buenos Aires quise ir a ver la función teatral que protagonizan aquí Héctor Alterio y José Sacristán, actores a los que admiro mucho. Por su vocación, por su hechura, por los asuntos en que se meten. Y se han metido en uno bien complicado, si uno lo mira a primera vista, que desarrollan con maestría y con éxito. Es la obra Dos menos, de Samuel Benchitrit, joven escritor y dramaturgo francés; la hizo Samuel (que además tiene ciertos toques de Samuel Beckett) para su muy veterano suegro (entonces), Jean Louis Trintignant, y otro actor amigo de este. Los dos personajes principales son enfermos que acaban de recibir la noticia de que son terminales, que les quedan dos semanas y una semana de vida, respectivamente. La noticia los hace marcharse del hospital, a vivir ese tiempo de otra manera. Y las aventuras que se suceden no tienen el latido de la enfermedad sino de la vida. El director, Oscar Martínez, ha puesto énfasis precisamente en ese contraste: cualquier huida busca el punto de partida, que siempre está ahí como ángulo de referencia, pero que uno dilata para que la vida se prolongue, con el sueño de otra vida. Es una obra dramática y cómica, muy risueña, los dos están convincentes, muy bien. Al final me encontré con Sacristán, saliendo del teatro, una sala llamada Pablo Neruda (otra se llama Julio Cortázar) en el complejo cultural La Paz de la calle Corrientes. Es un lugar muy hermoso, lleno de actividad y de gente, uno de los cientos de teatros (todos llenos) que hay en esta ciudad que por la tarde de los domingos, y de cualquier día, va a buscar letra impresa o palabras, en el teatro, en el cine, en los cafés. La obra viaja a España, y se estrenará en Avilés el 9 de enero de 2009. No se la pierdan, rían para pensar. Ah, y por la noche en el hotel tomé fruta y leí. Me equivoqué ayer: la diferencia horaria con la Península ahora es tres horas, no de cinco; dos con Canarias. Dos horas menos, diríamos, parafraseando el título de la obra que vimos anoche.

De mayor, en Buenos Aires

Por: | 26 de octubre de 2008

Perrita

Rita. Hay algún amigo mío que me asegura que entra en el blog para conocer las peripecias de Rita, la perra que mi hija se encontró en el Médano en enero de 2001. La perra estaba abandonada en la playa, tenía un mes, o algo así, y ella la llevó a casa; cuando la madre le gritó "¿Dónde vas con esa perra?" yo estaba en mi cuarto escribiendo precisamente de la perra de Onetti. Coincidencias aparte, lo cierto es que Rita, que pasó por un periodo de violenta inadaptación, y que una vez me enseñó los dientes mientras yo trataba de quitarle un trozo de carne que había robado de un poyo (los peninsulares dicen encimera), ha terminado siendo un ser fundamental en nuestras vidas, y hablamos de ella con alegría cuando toca y de preocupación cuando Eva no sabe cómo compaginar su cuidado con su trabajo. Y le tenemos un afecto sin fondo, real, da alegría, es alegre y generosa, y está siempre feliz de vernos, y en mi caso esa alegría me reconforta mucho cuando regreso de la calle, del trabajo y de las tribulaciones melancólicas a las que conducen los esfuerzos inútiles. Por eso, por ese afecto, el otro día se me encogió el corazón en Buenos Aires, en la avenida del Libertador, cuando vimos una perra idéntica a Rita que caminaba, asustada y cansada, ya envejecida, huidiza; la llamé, quise acariciarla, y sólo pude fotografiarla huyendo, como si estuviera abandonada desde hace años en estas calles en las que los coches son despiadados con los peatones, imagínense qué no serán con los perros. Ahí, en mi cámara, quedó esta otra Rita, o Rita misma de mayor en Buenos Aires. Da escalofríos pensar en la soledad, también, de los perros.

Libros. Fui a mediodía a San Isidro, a la Villa Ocampo, suntuoso lugar de más de medio siglo de cultura en Argentina. Allí vivió Victoria Ocampo, desde allí irradió su influencia, a partir de una revista y de una editorial, Sur, que concitó en torno a ella a escritores extraordinarios cuya voz hizo el siglo veinte, desde Borges y Bioy a Ortega y Gassett, desde Octavio Paz a Lorca. Drieu de la Rochelle dijo de ella que era la vaca más bella de la Pampa. Por aquí, por esta villa espléndida que se conserva como un museo (y también como un restaurante, aunque mediocre, seguro que Victoria comía mejor que en este restaurante), pasó también Albert Camus, y Neruda, e incluso Saint Exupery, que en un tiempo muy feliz de su vida fue aviador en Argentina. Ahora hay abierta en la Villa Ocampo una impresionante exposición de ese trozo de la existencia del aviador de El principito, que amaba los desiertos y que consideraba que Buenos Aires tenía también el aire de un desierto. Es curioso: estaba leyendo estos días unas conversaciones de Oswaldo Ferrara con Borges y hay un episodio de esa charla en la que hablan precisamente de eso, de que Buenos Aires es un desierto horizontal, y uno de los dos le atribuye a Drieu esa frase. Y de pronto me tropiezo con la frase de Exupery, que es a quien debió escuchársela Borges. En fin, cosas de la casualidad.

Después de la Villa Ocampo fui a la librería Cúspide, a asistir a la realización de una espléndida idea: el periodista y escritor Jorge Fernández, el autor de Mamá, dirigía un diálogo con diecisiete escritores argentinos, uno tras otro, desde las cinco de la tarde, una maratón insólita que incluía poetas, ensayistas, novelistas, filósofos, e historiadores, y a todos los iba entrevistando Jorge durante quince minutos con la soltura de un juvenil que tuviera toda la energía (y toda la información), y todos los escritores, a su manera, fueron dando una idea cabal no sólo de su obra sino de lo que es hoy Argentina desde el punto de vista creativo e intelectual. Estuve escuchando con muchísima atención a Claudia Piñeiro, no sólo porque es autora de la editorial que contribuí a hacer, Alfaguara, sino porque es un nuevo fenómeno literario, que aúna la capacidad de contar con la indagación en su sociedad. A mi alrededor mucha gente está leyendo Tuya o Elena sabe o Las viudas de los jueves, y cuando mucha gente está leyendo a una autora algo pasa. Pues allí estaba Claudia hablando con Jorge, y yo escuchándola con mi amigo y colega Juan Martini y con el dibujante Rep, que es también mi amigo, y con Malena, una niña de seis meses en su cochecito, y con Julia Salzman y con Augusto di Marco y con Mariana, que prepara acá un gran festival literario en el Malba, y se muerde las uñas de entusiasmo y de nerviosismo, y con más de trescientas personas que sacrificaban el sol y la siesta para escuchar hablar de literatura en medio de una librería grande y abigarrada en la que los libros son el sonido. Y si alguien me preguntara qué es Argentina diría que es eso también, un gentío leyendo, leyendo sin descanso, y escribiendo.

Foto: Emilio Lasalvia

Luego fui a entrevistar a Tomás Eloy Martínez, sobre periodismo; él es uno de los grandes periodistas de lengua española, y un novelista extraordinario, que acá acaba de publicar ahora Purgatorio. Pero de esa entrevista, que culminó con una cena en La Brigada, les hablaré a su debido tiempo. Ahora me voy al Tigre y es posible que esta noche me vaya a ver Menos dos, la obra teatral que junta a José Sacristán con Héctor Alterio.

Este blog. Me levanto muy temprano, habitualmente. Ahora hay con respecto al horario peninsular español cinco horas de diferencia, así que hoy he entrado más tarde a este blog, que es lo primero que hago al despertar. Supone un esfuerzo: recopilar datos, tratar de incluir alguna fotografía, tratar de ser sincero y, en lo que pueda, profundo, serio pero no circunspecto, profesional. Ayer había incluido algunas reflexiones que me importan y preocupan, sobre Internet, por ejemplo, y de las que luego estuve hablando por la noche con Tomás Eloy Martínez, porque son preocupaciones que él tiene. Y también incluí una bella fotografía de Rafael Azcona con su hijo. Y por la noche vine a ver cómo había ido el blog, qué comentarios había suscitado. Y me produjo mucho desconsuelo ver el lodazal en el que muchos comentarios lo habían convertido. No sé, francamente, si vale mucho la pena que uno se levante temprano para esto. Francamente no sé si seguir, amigos.

De qué hablamos cuando decimos Internet

Por: | 25 de octubre de 2008

Elpreferido

Internet. Es un gran instrumento. Como la imprenta. Si lo utilizan forajidos se convierte en un lodazal. Cuidado que no se hicieron barbaridades con los libros, con los periódicos tal como los hemos conocido. El anonimato al que anima Internet no sólo está en los comentarios a los blogs (ayer había aquí uno lamentable, de los que nunca deberían ser publicados en ningún sitio por una persona que no diera la cara, y ni así) sino en confidenciales, espacios de rumor y de calumnia, etcétera. Evidentemente, hay espacios nobilísimos que le han dado al periodismo actual una nueva dimensión, de inmediatez y de comunicabilidad democrática y abierta. La coexistencia de ambos valores (un contravalor y un valor) obliga a reflexionar en este instante sobre la contaminación que lo malo ejerce sobre lo bueno. Y alertar es una de las dimensiones de nuestro compromiso como periodistas y por tanto como ciudadanos. Que me perdonen si generalizo los nobles ejercientes de este nuevo oficio que sería el buen oficio del periodismo en Internet.

Cortázar esquina Borges. El viejo Palermo de Buenos Aires tiene una coincidencia maravillosa, la plazoleta Julio Cortázar se encuentra con la avenida Jorge Luis Borges. Al viejo maestro le hubiera gustado ese encuentro, y a Cortázar no le hubiera importado cederle la importancia de la avenida a su más veterano colega y paisano. Ahí, en esa calle, y en esa plazoleta, hay un café que parece un pub y un restaurante y una escuela de letras que se llama Malas Artes, y a lo largo de la avenida (Borges) hay comercios y boliches y librerías que están titulados o escritos o diseñados para haber formado parte de los personajes o de los títulos o de los espacios de ambos escritores inolvidables. Entre ellos está El Preferido, una casa de comidas que nació antes que Cortázar o que Borges, en 1885, en el que el autor de El Aleph iba a escribir, a reírse o a comer. Conserva la fisonomía de siempre El Preferido; ahora tiene en la caja una foto de Coppola en un periódico que tituló así: "¿A qué vino Coppola a Buenos Aires? A cenar al Preferido". No cenamos, no era hora, pero allí había un barcelonés de más de ochenta años comiéndose un cocido. Lleva acá desde 1951, ama Buenos Aires, pero sigue sintiéndose español. Y ama al Barça, como yo; no sabe cuánto aguantará la calidad actual del equipo, pero confía en Guardiola. Lo dejé allí, con su cocido, que tenía una pinta espectacular (espectacular: aquí se dice tanto como tango).

Rafael. Ayer hubiera sido el cumpleaños de Rafael Azcona. Es una de las personas más nobles que he conocido, de las más alegres, de las más razonables; era un punto de referencia, la medida de las cosas que uno debe hacer y de las que debe arrepentirse; su sentido de la justicia era equivalente a su sentido del perdón. Era como una esquina del mundo, en la que confluían las dudas ajenas para convertirse en decisiones, en certezas o en alivios. A los que tuvimos el privilegio de conocerle su ausencia es un hueco sin fondo, pero su memoria alivia. Su mujer, Susi, me envió antes de este cumpleaños una foto en la que se ve a Rafael en 1966 con su hijo Nani (Bárbara, su otra hija, llamaba así a Daniel), jugando, las gafas a un lado, con esa leve seriedad con la que se tomaba Azcona también el juego. Los sábados le llamaba siempre para saber cómo iba, pero secretamente le llamaba también para saber cómo debía irme a mi mismo. No sólo le debe gratitud el cine, sino la legión de amigos que rieron aliviados de sus incertidumbres gracias a una conversación larga con él.

Azconablog

El autor de Mamá

Por: | 24 de octubre de 2008

En la calle Corrientes 222 hay un restaurante desde el que se ve todo Buenos Aires. A mi no me importan mucho las pantallas panorámicas; en realidad, sólo me gusta ver el mar, y de las ciudades me gustan los tejados, incluso los tejados feos. En eso soy bastante como los gatos.

Pues anoche nos llevó a ese restaurante panorámico Jorge Fernández, periodista, subdirector de La Nación, autor de un libro extraordinario, Mamá, sobre la experiencia de su madre, una asturiana que hizo llorar a su psiquiatra contándole su historia. Vino Sol Gallego, que estos días se acaba de estrenar como corresponsal aquí, y está utilizando su bisturí bien entrenado para contar qué pasa en este país.

Hablaron Jorge y Sol no sólo de la realidad argentina, de cuyos cíclicos nubarrones todo el mundo sabe algo ya; es escalofriante imaginar cómo este país rico y culto y bien educado (en ciencias, en literatura, en artes) pasa por estos sunamis que le ponen siempre al borde de la bancarrota. Hablaron también de sus padres los dos periodistas; la historia de Mamá da para muchas preguntas y da también para sugerir nuestras propias historias. El padre de Sol fue un ingeniero y matemático que eligió el exilio venezolano en el franquismo, harto de que la policía le importunara cada vez que le venía en gana; creó una escuela de grandes matemáticos en Caracas y murió en un accidente de circulación cuando tenía cincuenta años. Un lector de este blog, José María, que me escribe a diario cartas suculentas, me envió ayer una sobre el padre de Sol; se la leí a ella, y sé que le emocionó mucho ese recuerdo a esta periodista que ahora nos va a explicar Argentina. Pocos podrán hacerlo con tanta solvencia.

De la conversación que tuvieron anoté esta frase de Jorge Fernández: "El futuro aquí es el fin de semana". Le dejé a Jorge un libro que quiero mucho, Entrada y salida de viajeros, de Domingo Pérez Minik. Don Domingo vivió durante muchos años de su exilio interior, en Tenerife, gracias a los artículos que publicaba en La Nación. Ese libro, una sucesión de retratos que revelan la autonomía de vuelo intelectual y literario de mi maestro, va, por tanto, a manos que don Domingo hubiera apreciado.

Jcruzba

Ah, desde aquella altura de Corrientes 222 pude ver el Luna Park, que forma parte de tantos episodios de la cultura boxística bonaerense y de muchos textos de Julio Cortázar. Abajo estaba, con sus luces melancólicas, cerrado pero iluminado. Yo tenía fiebre. Se me ha ido pasando. Venir a este hermoso pueblo y tener fiebre, qué desastre.

"No me gusta ni el recreo"

Por: | 23 de octubre de 2008

Anoche estuve en la redacción de Clarín, el periódico argentino que me ha invitado a ser jurado de su premio de novela, que se fallará el próximo martes en una fiesta que tiene diez años y que ya es tradicional en el mundo literario de este país y de Iberoamérica.

Siempre creí, y mis amigos de Alfaguara lo saben mejor que nadie, porque lo dije siempre que pude mientras trabajé con ellos, y lo sigo diciendo, que la literatura en nuestra lengua tiene su capital en este continente, y eso se refleja en la calidad de lo que aquí se publica, y se nota en los originales que he leído para este premio, de los que les hablé someramente hace unos días.

Así que estar aquí y formar parte de un equipo de lectura --Alberto Manguel, Rosa Montero, José Saramago-- que decide quién ha de ganar me da una perspectiva de privilegio para seguir diciendo lo mismo: la escritura en español en este continente, y en Argentina, es de una gran calidad, indiscutida pero poco difundida, si uno tiene en cuenta sus merecimientos. Detrás de esa calidad está la lectura, que es una saludable manía argentina, colombiana, uruguaya, etcétera.

De eso hablaba con el director de Clarín, Ricardo Kirchbaum, que tuvo la gentileza de llevarme a su Redacción, primero me regaló unos libros de Vargas Llosa que forman parte de la biblioteca que el diario ha empezado a hacer con las novelas de Mario, y después me paseó por la Redacción. Ahí sentí lo que siento siempre en las redacciones de los periódicos, a pesar de los años, y a pesar de haberlas visto tanto: me siguen dando ganas de sentarme en una de esas sillas, sentir el pálpito del cierre, la alegría de una noticia, la satisfacción de leer un texto que haya encargado y haya llegado con condiciones de excelencia. Discutían sobre el titular de primera; mientras viajábamos hacia el centro Kirchbaum hizo aún algunas indicaciones o correcciones, y cuando ya nos habíamos sentado, esperando a Sol Gallego, que se unió a nosotros, se le ocurrió una posibilidad última, que no sé si finalmente llegó a presidir la tapa (la primera página acá se llama tapa).

Y hablando de periodismo saltó, cómo no, el recuerdo de Pepe Comas, que fue corresponsal acá, y que tantos buenos recuerdos y ejemplos le ha dejado a este profesión. Recordé con Ricardo, que fue su amigo, aquel momento en que Pepe me señaló en Berlín la foto del puente de su pueblo asturiano desde el que quería que cayeran sus cenizas. Una memoria emocionante de un periodista cabal, uno de esos periodistas de los que uno aprende a amar el oficio. En el curso de la conversación, luego, Kirchbaum recordó una frase de un hijo suyo el primer día que fue a la escuela: "De esta escuela no me gusta ni el recreo". Me quedé pensando que para la situación actual del mundo (y la de Argentina vuelve a ser sinómino de "situación en el mundo") esa frase del chiquillo sería la más apropiada, de lo que pasa no me gusta ni el recreo.

Josecomas

Comas la hubiera puesto en una crónica, o en un blog, y ahí se queda.

Sol de Buenos Aires

Por: | 22 de octubre de 2008

Solgallego

Ayer llovió casi todo el día en Buenos Aires. La ciudad parecía cubierta de plomo y de agua. En el barrio donde vivo están en obras, que fueron paralizadas por esta lluvia terca de primavera. Hasta que escampó y ya Buenos Aires fue el cielo limpio a que alude el nombre propio de la ciudad, Buenos Aires. No hubo jet lag, hubo readaptación, y por la noche hubo una cena muy grata con Soledad Gallego-Díaz, con quien celebramos una ocasión muy emocionante: ayer mismo había enviado su primera crónica como recién estrenada corresponsal de El País en Argentina. Recientemente, el periódico ha nutrido su espléndida red de corresponsales, que le dan prestigio a una de las grandes secciones de internacional de la prensa mundial, con dos nuevos periodistas, Pablo Ordaz en México, y Sol en Argentina. Pablo ha hecho hasta ahora una excelente carrera profesional que encontró en la cobertura del juicio del 11M uno de sus mejores momentos, y ahora tiene en México una tarea muy emocionante por delante como periodista: explicar la sociedad mexicana, nutrirnos otra vez, como hizo tan brillantemente Jorge de Ibargüengoitia hace treinta años, de unas instrucciones para vivir en ese país maravilloso, alegre y dolorido. Y ayer Sol se estrenó en Buenos Aires, con una crónica sobre la sorprendente decisión de Cristina Kichner de estatizar las pensiones que hasta ahora instrumentaban empresas privadas. Eso ha desatado aquí un rumor de escándalo, y fue la sustancia del primer trabajo periodístico de Sol en Buenos Aires. Asistir al estreno de un periodista es siempre una ocasión emocionante, en cualquier momento. Sol estaba radiante y feliz contando los pormenores de este primer trabajo, presa de los nervios que siempre adornan por fuera y por dentro cualquier reto cuando un periodista es consciente de su deber de contar. Y Sol es muy consciente de ese deber; ha hecho una extraordinaria labor allí donde ha estado, y ahora se pondrá como objetivo contar Argentina. Espero que un día el resultado de ese conocimiento sea también un libro. Seguro que Pablo, que ya se ha estrenado como autor de libros, lo tiene en la cabeza en el caso de México. Cada vez que le digo a Sol que tiene que escribir un libro me dice: "¡Es que yo soy periodista!" Por eso, le digo.

En fin, ayer se me escapó el centenario de Jorge Oteiza, el escultor, aquel hombre de una fortaleza implacable y de un apetito entusiasta. Les regalo una frase que me dijo una vez en una entrevista, y que creo que ya reproduje aquí alguna vez: "No pienso ensuciar mi curriculum de fracasos con una victoria de mierda".

Jorgeoteiza

No ha salido el sol aún, pero está despejado en Buenos Aires. Ah, le hice una foto a Sol en el restaurante donde cenamos. Espero que le haya llegado a Rosa.

El País

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