Íbamos mi amigo Carlos A. Schwartz, arquitecto, fotógrafo, por Amsterdam, al atardecer, cuando Carlos se encontró con Julio Cortázar. Carlos es tan grande como lo fue Cortázar, así que lo advirtió en medio del gentío, cerca de la Bolsa de Amsterdam. Entonces me avisó --"Juan, ¡Julio Cortázar!"-- y nos acercamos a él; ya habíamos leído Rayuela y otras novelas suyas, y muchos de sus cuentos, y además yo llevaba su dirección en París, para llamarle cuando estuviera allí. Carlos hacía fotos siempre, pero en ese momento la emoción de encontrarnos con el maestro le inhibió la compulsiva manía de retratar, así que de ese encuentro tan especial para nosotros no hay ningún documento gráfico. Pero estuvimos hablando con Cortázar, nos pareció un tipo cercano y cordial, muy interesado por nuestro origen canario y muy divertido cuando supo que uno de nosotros se llamaba como el compañero de Martín Fierro. Algunas semanas después le llamé en París; tenía su dirección, no tenía su teléfono; yo me estaba quedando en la casa de mi amigo Emilio Sánchez-Ortiz, y desde su teléfono negro, de baquelita, de la place Clichy hice esa llamada, poco después de habernos comido un cordero que había preparado Emilio magistralmente; primero busqué el número de la calle, el 3 de la rue l´Eperon, y después me puse a buscar su nombre, que no estaba en la guía. Así que decidí llamar a todos los abonados, comenzando por la mitad, el número de un señor Dupont, médico interno de hospital, eso es lo que decía. Marqué el número correspondiente, pregunté en francés por Cortázar, y en francés me contestó Cortázar: "Moi meme". Es una de las grandes coincidencias que me pasaron con él en mi vida. La última, hace unos años: comía en un restaurante de la place de Saint Andre des Arts, y salí a hablar por teléfono, después de haber hablado de Neruda, de Cortázar, de García Márquez, de Vargas Llosa, habituales de aquel restaurante donde habíamos cenado; cuando levanté la vista y me fijé en la calle donde estábamos vi que era la rue L´Eperon, que confluye en la citada plaza.
¿Y esto a qué venía? A lo que decíamos el otro día: encontrarse con la gente y hablar con ella no debe ser tan complicado. Yo lo he hecho toda mi vida, y eso me ha deparado hermosos encuentros y bellísimos recuerdos.