Mira que te lo tengo dicho

Sobre el blog

¿Qué podemos esperar de la cultura? ¿Y qué de quienes la hacen? Los hechos y los protagonistas. La intimidad de los creadores y la plaza en la que se encuentran.

Sobre el autor

Juan Cruz

es periodista y escritor. Su blog Mira que te lo tengo dicho ha estado colgado desde 2006 en elpais.com y aparece ahora en la web de cultura de El País. En cultura ha desarrollado gran parte de su trabajo en El País. Sobre esa experiencia escribió un libro, Una memoria de El País y sobre su trabajo como editor publicó Egos revueltos, una memoria personal de la vida literaria, que fue Premio Comillas de Memorias de la editorial Tusquets. Otros libros suyos son Ojalá octubre y La foto de los suecos. Sobre periodismo escribió Periodismo. ¿vale la pena vivir para este oficio?. Sus últimos libros son Viaje al corazón del fútbol, sobre el Barça de Pep Guardiola, y Contra el insulto, sobre la costumbre de insultar que domina hoy en el periodismo y en muchos sectores de la vida pública española. Nació en Tenerife en 1948.

Eskup

Periodistas

Por: | 10 de enero de 2009

No suelo hablar aquí de algunas cosas; por ejemplo, no hablo de lo que se habla mucho, o quizá tanto como para no necesitar (a mi juicio) más subrayados; de lo que hago por esos mundos (hablo de donde voy, pero no digo qué hago, y no lo digo porque generalmente es algo que luego saldrá en el periódico...) De algunas cosas no hablo tampoco, o porque no sé o porque no lo he visto, o porque ya lo hacen otros, y sin duda mucho mejor. De algo de lo que no les hablé fue de mis conversaciones para la serie que comienza a publicarse mañana en EL PAÍS, con periodistas reputados de Europa y de América. Estuve en Washington con Ben Bradlee, el mítico director del Washington Post cuando ocurrió el caso Watergate, que cambió el modo de relacionar a la prensa con el poder, y que puso a Nixon contra las cuerdas. Este domingo, en Domingo, el periódico publica esa conversación. Espero que ustedes la lean y me la comenten; este es un momento crucial para el periodismo, desde el punto de vista industrial y desde el punto de vista de los contenidos; generaciones nuevas de periodistas están abordando un oficio que hasta hace nada se hacía con los mismos instrumentos que había en el siglo XIX, y ahora estamos en una situación nueva, inédita, asombrosamente distinta. ¿Cómo se juntan, en nuestro oficio, el pasado y el presente, que ya se llama futuro? Esos son algunos de los asuntos que hay que abordar para entender qué nos pasa a los periodistas de ayer y de hoy, y de mañana, y nada mejor que acudir a la experiencia para saber de qué se trata. En fin, ustedes verán. MIentras tanto, y ya que hablamos de periodismo, no olviden leer a Ibargüengoitia, si no lo han leído ya, y háganse con Diario de Berlín, de William Shirer, escrito entre 1934 (empieza en Lloret de Mar), en medio de una situación difícil, caótica, a la que él se enfrentó como un periodista clarividente. Les dejo una frase: "Pero dejad el poder en manos de hombrecillos y pueden convertirse en peligrosos". Vale también para los periodistas, sin duda.

Por cierto. María Luisa Capella, la esposa del poeta Tomás Segovia, me ha enviado la foto de las nietas del escritor en el Retiro. Nunca habían visto nevar; nacieron en México, viven acá; y ayer se encontraron ese espectáculo maravilloso que veían por primera vez. Mientras la clase política (y periodística) buscaba culpas, ellas se solazaban ante el mejor espectáculo que hemos visto en Madrid desde los tres goles de Messi al menos.

Bancnieve

La existencia de Dios

Por: | 09 de enero de 2009

"Yo no sé si existe Dios, tal vez sí, tal vez no; pero es seguro que almuerza en la mesa del patrón". Eso cantaba Atahualpa Yupanqui en los años sesenta del pasado siglo. ¿Existe Dios? ¿No existe? ¿Dónde almuerza? Hace años que dejó de interesarme la discusión, que se convirtió en algún momento en una sorda lucha íntima, animada por las lecturas de Unamuno, de Kierkegaard, de Camus... Además, por la lejana lectura de un libro de juventud, El diario de Daniel, de Michel Quoist. En una época de nuestras vidas, la adolescencia va unida a la búsqueda de una verdad extraña, separada de la realidad pero tangible, que personificamos en Dios, o en su búsqueda. En mi caso, esa búsqueda se diluyó, y ahora es más una preocupación intermitente, pero dolorosa, sobre el sentido que tiene la vida en la tierra, de dónde viene el gen de la maldad, de la mezquindad o del miedo, qué hace el mal, qué lo constituye. Pero Dios ha dejado de ser el protagonista de esas preocupaciones. En un tiempo hice información religiosa en El País, y tomé contacto con muchos sacerdotes, y he sido amigo incluso de obispos inolvidables, como Iniesta. Y aprendí mucho de los que saben de Dios porque han estudiado a fondo esa figura diluida y decisiva en el mundo, y porque creen en su existencia. También he conocido ateos, como no, los conozco, convivo con muchos, son mis amigos. Como es natural, respeto todas las creencias (las de que lo admiten o lo adoran, y las de aquellos que no creen en Dios). No se puede herir a quienes creen, jamás, no se puede herir. Pero se puede descreer, respetuosamente. Estos días una guerra de autobuses (guaguas decimos en Canarias) desatada por una uniciativa que marcha en Londres opone en los anuncios de este medio de transporte a los que estiman que Dios existe y los que opinan que no existe Dios, y que por tanto muchos de los placeres de la vida que la religión cohibe deben estarnos permitidos. Hagamos de este escenario bloguero un autobús y que cada cual exponga su criterio. Respetuosamente, eso no hace falta ni decirlo.

Iglesiaytormenta

Post data: Después de escribir el blog me asomé a la venta y encontré esta imagen que envié a Rosa en la que la Iglesia y la nieve se juntan. Luego vino la tormenta. A lo mejor la nieve, la Iglesias y la tormentan constituyen juntas una metáfora concentrada del tiempo que vivimos.

Nos duermen con cuentos

Por: | 08 de enero de 2009

Nos duermen con cuentos.

El año no va a ser tan malos.

Nos están vendiendo una patraña.

No lo crean.

Pasarán cosas mejores. Algunas pequeñas, otras grandes.

Pero no todo va a ser malo. Ya lo verán.

Hay algunas cosas perversas que se están diciendo sobre el año que empieza. ¿Qué nos estarán tratando de vender?

Concentrémonos en lo que no cuesta nada: el aire (incluso el frío), el viento, el té verde, el sol (incluso el sol frío), el agua, el mar, la orilla, la risa de los niños.

No hagan caso. No es el fin del mundo. Si fuera el fin del mundo se notaría. Por ejemplo, tardaría más en amanecer, o no amanecería.

Estoy harto de que me duerman con cuentos. Que no nos duerman con cuentos. Joder.

Un sentimiento del pasado

Por: | 07 de enero de 2009

Maruja Torres ha ganado el Nadal con una novela sobre la amistad, cuyos protagonistas son Manuel Vázquez Montalbán, Terenci Moix y ella misma. Miembros de una generación que todavía profesó la amistad y la literatura al mismo tiempo. La amistad forma parte de toda una teoría pendiente de la relación literaria en España, Maruja la aborda; en un momento determinado ese viejo sentimiento empezó a cuartearse, porque la vida fue más rápido, porque los intereses se mezclaron con las pasiones, y porque la vida es así, convierte el presente inmediato en el pasado remoto, y así sucesivamente. En Terenci y en Manolo --y en Maruja-- se daba (se da) ese sentimiento de ternura y al mismo tiempo de espera en el otro que era capaz de aparcar la urgencia para desatar la charla, es decir, la cercanía, el afecto. Uno de los mejores libros de Maruja se titula Un calor tan cercano; pues eso, un calor tan cercano el amor, y la amistad. Apasionante asunto el de la novela de Maruja, y extraordinaria noticia la de su felicidad recogiendo ese premio que es tan de Barcelona (y del mundo literario), una ciudad tan suya, tan cercana aunque ella esté a miles de kilómetros. Barcelona, el aliento de una ciudad que parece, todavía, una ciudad literaria en cuyo cielo habitan, como en la novela de Maruja Torres, dos amigos a los que ella visita desde esta tierra extraña convulsa y despegada en la que hoy Manolo por lo menos estaría tan feliz viendo jugar a Messi y viendo ganar a Maruja. Terenci también estaría feliz, pero en lugar de ver jugar a Messi le pediría un cigarrito.

Que la vida va en serio

Por: | 06 de enero de 2009

Ritareyes

Cuando acaba este largo, soñoliento paréntesis que la vida llama navidad empieza lo que Gil de Biedma definió con un verso memorable y escalofriante: que la vida iba en serio. La vida va en serio; esta atmósfera acolchada de los días familiares no ha podido eliminar el ruido rasgado de la guerra y de las guerras, ni ha sido posible ocultar el estallido de la crisis económica que ya no sólo afecta a las estadísticas sino a los semblantes. Va en serio la vida, disfrazada a veces de estadística, pero habitada por un corazón que se prepara para subir esta y otras cuestas. Ayer paseé por Madrid, en medio del frío, vi tiendas, escaparates y semblantes, y por todas partes quise ver parte de la vida que vi en esta ciudad en la que llevo más de treinta años, el doble de mi propia edad. Era, cuando llegué, una ciudad vibrante y entusiasmada, se desperezaba de una época gris como el ala de una mosca, como decía Francisco Ayala; y empezaba a ser una ciudad multicolor, abierta, alegre. Lo sigue siendo, lo era anoche, lo será. Pero ahora se halla ante sí, y no sólo Madrid, España, el mundo entero, con un panorama que la obliga a ensimismarse un poco para tomar un impulso que la aleje de los nubarrones con las que ahora ha amanecido este año nuevo. La vida va en serio, pero vamos a tratar de pasarlo lo mejor posible. De momento, tomando un té verde que se me está enfriando esta mañana en que todavía no sé si los Reyes Magos me dejaron algo o nada, que es seguramente lo que uno se merece a ciertas edades.

Pd.: A los amigos de Rita, les regalo una foto de la perra husmeando entre los paquetes de Reyes.

Estos días del año

Por: | 05 de enero de 2009

Estos días del año siempre me vienen a la memoria de modo insistente dos personas a las que quise mucho, Juan Benet y Juan Carlos Onetti. Benet murió a principios de enero de 1993, y después de su entierro fui con Dulce Chacón a ver a Juan Carlos Onetti, a entrevistarle, porque por entonces se iba a publicar en Alfaguara su última novela, Cuando ya no importe. Fue un día soleado y gélido en Madrid; ahora es gélido, no sé si saldrá el sol, pero me he despertado pensando en aquellos dos grandes tipos de nuestra literatura. Benet era adusto, a veces seco, distante, pero podía ser extremadamente afectivo, cordial y generoso; utilizaba la ironía para divertirse en la vida, y muchas veces la utilizaba para burlarse de la actualidad de los pomposos. Onetti se le parecía, o viceversa. Era bastante menos distante de lo que cuenta su leyenda; su estancia en la cama fue un capricho que desfiguró su imagen, pues él no era en realidad un tipo recluido, elusivo; intervenía en la vida, estaba interesado por ella, le divertía mucho vivir, pero se divertía como le daba la gana, burlándose también de su sombra. La memoria de ambos alimenta mi creencia en que la literatura tiene de todo, desde el punto de vista personal, y tiene también a estos dos grandes escritores que además se reían de sí mismos para poder reírse también de los que están ufanos de conocerse.

Ayer percibí algunos reproches por haberme ocupado de la muerte de una librería cuando estaba ocurriendo lo de Gaza. Lo siento. He escrio mucho de Gaza estos días, y de hecho el día anterior había abierto el blog por la tarde para anunciar el drama que se empezaba a producir --de nuevo--. Creo que un blog es también una diversidad de asuntos, y además están ahí Lluis Bassets y muchos que analizan más (y mejor) lo que le pasa al mundo. Pero pueden hablar ustedes de Gaza, cómo no, ese es un asunto que representa una metáfora durísima de nuestro tiempo, y desde hace tanto tiempo.

La muerte de una librería

Por: | 04 de enero de 2009

Leopold Sedar Senghor decía que cuando moría un anciano se quemaba una biblioteca. Cuando se cierra una librería algo sucede en una sociedad; una librería es un centro cultural, un medio de comunicación, un lugar de reunión o de debate, un foco de luz intermitente que se acciona en función de la capacidad que tienen los ciudadanos para hacer buen uso de los libros que allí se venden, se consultan o se almacenan para que la causalidad los escoja. Y ha muerto una librería en La Orotava, Tenerife, la Librería Miranda. Lo avisó el último día del año nuestro amigo Lorenzo Cáceres, que entra en este blog con menos frecuencia que la que yo desearía; ese día dejó de existir la Librería Miranda, 104 años después de su nacimiento. Sirvió a numerosos estudiantes, escritores, políticos, ciudadanos del valle y de la isla; en ella se podían encontrar, en épocas de intensa penuria política, libros censurados por la Iglesia y por el franquismo, los dos juntos, y allí pudieron abrevar ideas y conflictos intelectuales gente admirable del valle. Hubo para mi, entonces, otra librería, por llamarla así, la biblioteca de Domingo Eulogio Hernández, que luego fue, además, bibliotecario; en esa biblioteca personal suya descubrí a Sartre y a Camus, y en esa librería Miranda compré mis primeros libros de Miguel de Unamuno que, con aquellos, fue el filósofo (y poeta) que modeló mi gusto por la literatura y por la controversia escrita. Todavía el último día de agosto, o por ahí, compré en la Librería Miranda, como recuerda Lorenzo, un buen número de libros canarios, o de temas canarios. Ahora esa librería es un recuerdo y un vacío, y también un interrogante: cómo pueden desaparecer centros esenciales para el desarrollo de un pueblo, qué pasa para que se cierre una librería. No es sólo una cuestión comercial; la desaparición de una librería es un desgarro, y este lo es en grado superlativo. El futuro se escribe así, rompiendo con el pasado, haciéndolo jiornes, hiriéndole, y ese futuro a mi no me interesa.

El Ejército israel empieza la invasión de Gaza

Por: | 03 de enero de 2009

El Ejército israelí empieza la invasión de Gaza, me acaban de decir en el periódico.

Esta mañana escuché en la radio a Barenboim y a Shlomo Ben Ami.

Eran muy terminantes: Israel está alimentando un odio que no lo construye, que lo destruye.

Bush culpa a Hamás.

Los que están de acuerdo con Israel deciden que los que están en desacuerdo con lo que hacen son estúpidos.

Los que mueren no sabrán jamás de la disyuntiva. Pero mientras tanto miles de inocentes siguen muriendo en Palestina.

Y ahora parece que comienza la matanza, otra vez, incesante.

Cómo escribir en los tiempos sombríos.

El viaje al norte

Por: | 03 de enero de 2009

Esta isla es como la vida, tiene el sur, donde estoy en este momento; un paisaje desértico que ha ido arañándole complicidad a la tierra; aquí el cielo y el mar se juntan en la misma luz, y la tierra conserva la vieja apariencia humilde del gofio, del que hablaba Miguel de Unamuno como metáfora de la tierra; este esqueleto de isla que significa el sur contrasta absolutamente con la imagen del norte, ubérrima y tranquila, casi una caricia sobre la tierra. Ayer estuve en el norte, viajé por el valle, vi el Teide nevado desde el mejor lugar para mirarlo, el Sauzal, y me adentré en Los Realejos y en su costa, y luego estuve en el lugar donde nací, con mis hermanos y con sus nietos, que ya son numerosos, vivaces, alegres. Comimos tollos, que es una comida que mi madre hacía muy bien, y que mis hermanas siguen haciendo según sus recetas. Antes estuvimos tomando un aperitivo en un viejo guachinche (algunos dirán aquí qué es un guachinche, seguramente sabrán, además, su etimología) que hay cerca de La Orotava, El Engaso. Nació en 1962, y sigue siendo como fue. Nos pusieron aceitunas, queso y vino, pero yo tomé cerveza, que es lo que suelo tomar en Tenerife cuando bebo: el vino me da insomnio. Pero en mi casa tomé vino, cómo puedo tomar tollos sin beber vino. Después nos fuimos a La Laguna, y en la espléndida casa de Pedro González, el pintor, le hicimos al artista una entrevista sobre Domingo Pérez Minik, mi maestro, el maestro de muchos. Terminamos en el bar La Carrera, acaso el bar más tradicional de esta ciudad tan amada por mi. Estuvimos en la esquina del bar con los hermanos Fajardo, el pintor, y Julio, el escritor y músico, y muchas cosas más, y algunos amigos. La ciudad estaba llena de gente, y esta vez no de universitarios, sino de compradores, de gente que atiborraba librerías (en esta calle de La Carrera hay cuatro librerías) y bazares y se preparaba para desmentir la grave crisis de consumo de la que hablan los diarios. Fue, pues, un viaje tranquilo y largo a lo que yo llamaría el interior de la isla, como si este, el sur, fuera el exterior de la isla. Pues quizá es así, el norte es el interior, un alma que debemos descubrir. Otra vez.

Respirar por encima del olor

Por: | 02 de enero de 2009

Llevo 47 años ejerciendo el periodismo; cuando era aun un adolescente me hice suscriptor del diario Pueblo, que el cartero me traía a casa cuando ya en el mundo pasaban otras cosas; pero entonces la actualidad era como más persistente, las cosas que pasaban seguían pasando un tiempo. Ahora todo se evapora antes, de modo que si aquel cartero, Manolo El Cartero, me trajera hoy un periódico de hace dos días, por ejemplo Pueblo, me traería un diario viejísimo. Después de esa experiencia como suscriptor, siempre he tenido periódicos diarios en casa; aprendí inglés leyendo (y subrayando) el Guardian inglés; todos los días subrayaba veinte palabras. Aprendí periodismo en una vieja redacción (la de La Tarde, en Tenerife), y luego perfeccioné lo que pude en El Día, también de Tenerife, que era un diario más moderno. Fui allí corresponsal de Triunfo, una gloria para mi, un privilegio que los de Triunfo entonces no sabían que me estaban dando. Y después me fui a El País, donde sigo y donde imagino que acabaré esta larga égida de periodista vocacional que jamás ha podido estar sin un periódico en la mano. Acaso por eso hago un blog, para hacer cada día un trozo de periódico. Cuando era adolescente, en la escuela, mareaba a los profesores o al maestro escribiendo mis redacciones como si fueran columnas del periódico; esta redacción a cinco columnas, esta otra a cuatro columnas. Por eso llevo muy mal estos días sonámbulos de la navidad y año nuevo cuando no salen periódicos, igual que en semana santa. La prensa es una costumbre de papel; muchos de ustedes dirán, y lo dicen las estadísticas, que la prensa de internet les da el mismo servicio, y más rápido; a mi no me importa tanto la rapidez, pero esa es otra cuestión. Lo que a mi me importa es el papel, esa constancia física de que he recibido un periódico, que lo puedo respirar; su olor forma parte de mis olores, y hasta que no lo huelo, hasta que no lo respiro, el día no ha comenzado aún; ahora que no me dejan tomar café por las mañanas, ese es el olor que me queda, y 47 años más tarde es muy difícil que yo respire por encima de ese olor. Ese es el olor de mi vida, junto con el olor del patio de mi casa. Pero este (como decía una peluquera enloquecida que había en mi barrio) es otro cantar.

Photo1

El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal