A la Maestra Liendre le han regalado un blog, y ha vuelto a sentir lo que sintió cuando de chica la sorprendía la vida escribiendo, o contando, lo que le daba la gana. Eso dijo ayer Ángeles Mastretta cuando le preguntaron lo que se pregunta a los escritores cuando ya no hay más preguntas: por qué escribe. Escribe para contar. La manía de escribir le viene de la manera de contar, y el blog, que hace aquí al lado, muy temprano en México, ha venido a colmar la ansiedad que de niña la convirtió en la Maestra Liendre. Liendre es la cría del piojo, y está en todas partes, saltando de un lado a otro. Se ganó la denominación de chica (de monifata, que diría mi madre, y la suya) porque estaba siempre escuchando en la casa lo que no tenía que escuchar. Le decía su abuela: "Es la Maestra Liendre, que quiere saberse las lecciones antes de escucharlas". Con esa actitud, primero se hizo curiosa y después se hizo escritora. Ahora tiene las mismas inseguridades que cuando empezó, y la misma pasión por contar. Por contar, y por cantar. Anoche, cuando ya se había vencido el día y nos adentrábamos en la madrugada, agarró su voz rota y empezó a cantar el bolero que le sirve de tono a su novela Arráncame la vida, que acaba de convertirse, también, en una película en la que ella no tiene que ver aunque le gusta. Cuando ya los últimos de la noche, entre los cuales estaba un servidor, celebrábamos el verano, la Mastretta, Liendre hasta el amanecer todavía, se lanzó a cantar Arráncame la vida, con el gesto de la chica que no se acostumbra a que se acaben las fiestas. Y por ella hubiera seguido. Por la mañana había leído páginas muy emocionantes de su relación con el padre y con la madre, y había contado esa historia de la Maestra Liendre. Aquí, a Santillana del Mar, la Fundación Santillana la trajo para ser protagonista de la serie Lecciones y Maestras. Ninguno de los participantes es maestro desde chico como ella, que se ganó el título ocultándose detrás de los sillones de la casa para escuchar, como una liendre, lo que le decían que no se podía oír. Y aquí está, con esas historias que oyó contándolas todavía en el blog que es para ella como un regalo de un cumpleaños que la vida le ha hecho cumplir todos los días, sobre todo por la noche. Y ahora me voy a escuchar a Antonio Muñoz Molina, excelso contador de historias, que tiene por dentro, en su melancolía literaria, una de las voces más originales y profundas de este universo en el que lo que se cuenta es al final lo que termina sucediendo.
P.D. Me olvidé de nombrar las fotos. En la segunda, cuatro críticos literarios: Joaquín Marcos y Fernando Valls, en primer término, y en segudno Pozuelo Yvancos y Santos Sanz Villanueva. En la otra foto, hay un grupo de asistentes a este curso de 'Lecciones y maestros'. Identificarlos uno a uno sería una labor de entomología que dejo a los lectores.