Mira que te lo tengo dicho

Sobre el blog

¿Qué podemos esperar de la cultura? ¿Y qué de quienes la hacen? Los hechos y los protagonistas. La intimidad de los creadores y la plaza en la que se encuentran.

Sobre el autor

Juan Cruz

es periodista y escritor. Su blog Mira que te lo tengo dicho ha estado colgado desde 2006 en elpais.com y aparece ahora en la web de cultura de El País. En cultura ha desarrollado gran parte de su trabajo en El País. Sobre esa experiencia escribió un libro, Una memoria de El País y sobre su trabajo como editor publicó Egos revueltos, una memoria personal de la vida literaria, que fue Premio Comillas de Memorias de la editorial Tusquets. Otros libros suyos son Ojalá octubre y La foto de los suecos. Sobre periodismo escribió Periodismo. ¿vale la pena vivir para este oficio?. Sus últimos libros son Viaje al corazón del fútbol, sobre el Barça de Pep Guardiola, y Contra el insulto, sobre la costumbre de insultar que domina hoy en el periodismo y en muchos sectores de la vida pública española. Nació en Tenerife en 1948.

Eskup

Septiembre

Por: | 31 de julio de 2009

Me han regalado un cuarto en casa, para escribir, para los libros. Estanterías blancas, una mesa nueva. La vida se va haciendo con esas pequeñas ilusiones. Nada es tan grande en la vida como la ilusión de tener razones para seguir viviendo; mi amigo el poeta José Luis Pernas tiene ese verso que he transcrito aquí tantas veces. "Es necesario buscarse una esperanza para seguir viviendo". A veces las esperanzas se hacen de cosas tangibles, y no sólo de los espíritus que se esfuman. Anoche estuve cenando con Elvira Lindo y con Antonio Muñoz Molina, escritores, pareja; me estuvieron contando sus planes, Antonio tendrá en otoño un nuevo libro, Elvira trabaja en un guión de cine, y preparan una obra de teatro basada en una de sus novelas. Los planes son la esperanza tangible de las personas: se diluyen, son ilusiones que se van a cumplir, pero ahí están, son las sombras que hay delante de nuestros pasos. Aún no me he sentado ante la nueva mesa de escribir, pero ya imagino las manos, los codos, los libros, los papeles. Ayer me regaló mi librera favorita, Lola Larumbe, de la librería Rafael Alberti, un pequeño libro de poemas del venezolano Eugenio Montejo, que murió hace un año. Tiene un bello poema, que titula Setiembre (sin p, yo prefieron la p), uno de cuyos versos me asaltó ayer al tiempo que reflexionaba sobre el terrible atentado de Mallorca (el terror no nos va a quitar la ilusión, no podrá hacerlo, lo que hacen es para quitarle la ilusión a este país); el verso dice: "La vida vale más que la vida, sólo eso cuenta". Y termina: "Abre tus manos, llénalas con estas lentas hojas,/ no dejes que una sola se te pierda". Esta mañana, muy temprano, Rita, la perra, que se quedó en casa anoche, se despertó conmigo, vino a mi lado, lamió mis brazos, se echó un rato. Pensé cómo serían las humildes ilusiones de los perros. ¿Humildes? Ninguna ilusión es humilde. La alegría de los perros es la ilusión de sus amos. Felicidades a los que se llamen Ignacio.

Los libros arden mal y el serrucho suena bien

Por: | 30 de julio de 2009

Manuel Rivas ha conseguido acompasar la poesía con la narración de la memoria, y consiguió que esa convivencia incluyera la música. La poesía es música, y cuando se encuentra con la música, si el encuentro es noble, interior, sentimental e íntimo, entonces la poesía y la música pueden alcanzar cotas sublimes de palabra y silencio. Su novela Los libros arden mal, un grueso volumen de memoria narrativa de los años de la guerra en A Coruña, su pueblo, consigue esos efectos para el lector, pero él los ha atraído también al mundo de la música de la poesía. Acompañado de sus amigos músicos Marcos Meléndez (cantor de tangos), Gastón Rodríguez (guitarrista) y Pulpiño Viascón (acordeón, serrucho y voz), ha convertido la esencia de Los libros arden mal, un canto a la libertad, en una canción coral que apela a lo más hermoso de la nobleza sentimental que nos queda, aquella que aprecia la memoria como el filamento imperecedero de la dignidad de los hombres. Con ellos vino Manuel anoche a Caixaforum, en Madrid, y allí los estuve oyendo, feliz de hallar en el sosiego de la noche una voz múltiple que me transportó a una danza armónica cuyo trasfondo fue una tragedia. Aquella tragedia, la quema de libros, la metáfora más abyecta de la guerra civil en la que se quemaron las vidas y las palabras, resonó en el auditorio como un recuento insistente de lo que jamás debería pasar de nuevo. Había emoción en la sala, y hubo emoción en los intérpretes. Rivas leyó recitando, Meléndez reprodujo los tangos que en aquellos tiempos escucharía en A Coruña un argentino inolvidable, Roberto Arlt, la guitarra fue pespunteando la narración y los tangos, y Pulpiño Viascón hizo del sonido del serrucho la expresión musical de una obra de arte. Su interpretación de Negra sombra (esa letra de Rosalía de Castro que bordó Luz Casal) sonó en medio de la narración de Los libros arden mal como la luz inversa del tiempo. Una maravilla. Lo harán más veces; cuando ustedes lo vean convocado, vayan; merece la pena.

La pasión según Luz Casal

Por: | 29 de julio de 2009

Estuve ayer tarde en la casa-estudio de Luz Casal; rodeados de discos y de cuadros --entre ellos, uno celebratorio de Cristino de Vera--, de retratos y de recuerdos de Luz, Paco Pérez Briand, su compañero, me puso parte del último disco de la poeta del rock, La Pasión. Es un conjunto de canciones hermosísimas, históricas, de la voz latinoamericana. Las borda. Esa voz telúrica, indecisa al comienzo y redonda siempre, convierte el disco en una afirmación del amor y de la vida, de las pasiones puras que residen en lo que no se ve de las palabras. Ellos tenían prisa, un viaje que les esperaba, pero esos minutos en que me hicieron el regalo del disco me conmovió y me llenó de euforia la tarde que siguió. De madrugada se interrumpió el sueño y escuché la noticia de esa barbaridad en Burgos. Pensé esta mañana: dejaré de hablar de Luz hoy, lo haré mañana. Pero cuando puse la mano en el teclado me dije a mi mismo que no les iba a hacer ese regalo a los asesinos. Así que hablemos de música, y de esa gran mujer. El disco, por cierto, sale el 29 de septiembre, dos días después de que un servidor sea aún más viejo.

Cubana

Por: | 28 de julio de 2009

Mi amigo Diego Talavera, uno de los grandes periodistas que ha dado Canarias, se empeñó en 1990 que fuéramos a Cuba, y fui con él. Era un tiempo complicado, como lo ha sido siempre, de la isla, pero nosotros aún disfrutábamos de ciertos arrestos juveniles y al menos yo quise reconstruir en mi mi memoria, viéndola, la fascinación que a muchos niños canarios nos había causado la Cuba que nos contaban durante nuestra infancia. Paseamos por la isla, conocimos a mucha gente, vivimos algunos incidentes, muchos parecidos a los que nos hubieran pasado en Canarias, cuya idiosincrasia tanto se parece a la cubana, y nos marchamos. Diego ha vuelto muchas veces, y ya había ido antes, pero yo decidí no volver más, hasta que no se acabara una lacra que a mi me pareció apestosa: que los cubanos no pudieran entrar a los sitios donde entrábamos los turistas. Había muchos más problemas, como todo el mundo sabe, pero ese me pareció simbólico de una discriminación que mucha gente explica pero que yo sigo sintiendo como inexplicable. Pero se quedó en mi memoria, sobre todo, un incidente que ahora nos da risa pero que entonces fue escalofriante, y que me ha venido a la memoria esta mañana cuando he leído en EL PAÍS el artículo de Vicente Botín (ex corresponsal de TVE en Cuba, y autor de un estupendo libro sobre Castro y su sucesión) acerca del veinte aniversario de la ejecución de Ochoa, en un cuartel cerca de La Habana. La historia es muy conocida, y además Botín la cuenta muy bien, así que déjenme contarles por qué me ha venido a la memoria ahora este otro incidente. Estábamos Diego y yo admirando algunos paisajes cubanos, y concreto quisimos pararnos en un pequeño muelle con pueblo, cerca de la playa del Salado. Nos bajamos del coche, y uno de nosotros tomó fotografías; en seguida nos metimos de nuevo en el coche y uno de los dos comentó que no se percibía tanta seguridad en los sitios como algunos de nuestros amigos nos habían predicho. En ese mismo instante, por la ventanilla del conductor se metió un mosquetón, y la voz de un soldado muy joven nos mandó a salir otra vez del vehículo. Salimos. No se podían tomar fotografías en ese lugar, era un sitio militar, o militarizado. ¿Y dónde dice que está prohibido? La respuesta del soldado fue rápida, y en ese momento movía a risa, aunque luego se nos congeló la mueca. El soldado dijo: "Ahí hay un cartel, pero lo tapó la hierba". De inmediato, el soldado nos condujo, detenidos, a un cuartel, donde hubo todo tipo de escenas: yo traté de rebuscar en mi memoria números de teléfonos de amigos cubanos, Diego quiso que le prendieran si estábamos presos, cosa que no estaba muy clara, y el soldado se paseaba tan nervioso como nosotros, hasta que pasó alguien de una graduación mayor, hizo un gesto con la cabeza y facilitó nuestra marcha. Dos horas duró el cautiverio, pero en la memoria ha vivido mucho más el escalofrío que nos dio cuando supimos que aquel era el cuartel donde habían ajusticiado a Ochoa. Y hoy Botín me ha llevado a ese momento, casi veinte años después.

Clint Eastwood corriendo

Por: | 27 de julio de 2009

La casualidad me ha puesto ante Clint Eastwoo dos días seguidos. El sábado vi en La Palma, a través de Televisión Española, Poder absoluto, una ficción muy instructiva sobre lo que corrompe el poder también en las sociedades democráticas. Y ayer, al volver de mi viaje palmero, estuve viendo el final de aquella memorable película, Dirty Harry. Luego pusieron, en TCM, Un mundo perfecto, dirigida por él mismo e interpretada por el propio Clint y por Kevin Costner. Me reconcilió con Costner, que hace un papel difícil y entero. Siempre me había parecido un actor impostado, y ahí lo veías dentro de un personaje dificilísimo, bordándolo. Cómo no, Eastwood sobresale, actuando y dirigiendo, marcando con mano maestra un ritmo que te atenaza y que convierte la pantalla en un imán. La emisión de Televisión España fue interrumpida machaconamente por una publicidad que rompía el tempo: volvemos en cinco minutos. Es como si te cortaran la respiración o te ofrecieran la mitad de un libro. Pero Poder absoluto merecía la pena, como las dos películas en las que actúa o dirige el gran actor norteamericano. Y me fijé en algo: en las tres películas hay una persecución o corre, para salvar, para detener, para hacer justicia. Aún en sus años de mayor veteranía, Clint Eastwood sigue corriendo, como si eso formara de su naturaleza de actor, y a lo mejor también tiene que ver  con su naturaleza como persona. Como seguro que en este foro hay mucho cinéfilo, confío en que el asunto Clint les sugerirá reflexiones interesantes. Otra coincidencia: en Poder absoluto, el personaje que encarna salva a su hija; en Dirty Harry salva a un grupo de niños que han sido secuestrados por un francotirador, y en Un mundo perfecto de nuevo corre para salvar a un niño que ha sido sacado a punta de pistola por un presidiario asesino. Coincidencias en la filmografía de un gran actor que sigue corriendo.

La Palma mágica

Por: | 26 de julio de 2009

Si ustedes paran el tiempo sobre un lugar y lo dejan allí donde todavía era posible la belleza natural, quieta, incomensurable, mágica, les salen sitios como Montevideo o La Palma. Hay muchos más, pero a mi se me ocurren ahora esos espacios de los hombres, la naturaleza y el alma. Ayer, después de un intento infructuoso de colgar el blog --no me funcíonó el modem, el hotel me ayudó a enviar artículos pero me pareció muy fuerte agarrarles el ordenador también para enviar el blog; hoy lo estoy haciendo en una máquina tragaperras--, fui hasta la zona de Garafía, vi el Roque de los muchachos, donde unos aventureros corrían entre volcanes desafiando un calor inhumano y bellísimo, bajé hasta Tazacorte y me bañé en su playa negra, vi maravillado el valle del Time (léase Time, nada que ver con tiempo en inglés) y dejé en la retina los extraordinarios bosques de pinos, la flora omnipresente y feliz. Una isla extraordinaria que por uno de esos milagros que a veces se asocian con la fortuna estética de las islas no ha sido (no lo ha sido aún) rota (o no mucho) por la mano del hombre, que es el peor enemigo de sí mismo y de su mirada. Les aconsejo venir y caminar; hay grandes caminantes en La Palma. Cené el viernes en casa de uno de ellos, Mauro, un funcionario jubilado de 71 años; en su comedor cuidaba a un pato chico, en el jardín donde cultiva hermosas y sabrosas ciruelas, cuida también un conejo de tres semanas que le regalaron a su nieto Javier. Él estaba feliz con una perspectiva que le aguarda todos los fines de semana: caminar. Este sábado iba a descubrir un nuevo sendero. Verle contar cómo iba a hacer era el reflejo de un entusiasmo que no es común y que es envidiable: era la una de la madrugada, se levantaría a las cinco y a las siete y dos minutos iniciaría su caminata. Como siempre, y como siempre para descurbrir al menos que queda naturaleza por descubrir.

Ah, amigo Revés: he hecho muchas entrevistas a Cristino de Vera. Están en El País, seguramente las puedes hallar en elpais.com.

Ayer no pude entrar en el blog. Escribí un artículo sobre Sol Alameda, la querida compañera que murió el viernes por la noche. Hoy sale en la edición digital. Era una maestra en el arte de preguntar, que es mi oficio. Nos enseñó mucho: nos enseñó paciencia, nobleza y dedicación. Como dice Trueba hoy en el periódico, la echábamos mucho de menos. Ojalá que su ejemplo fructifique y su escuela enseñe a preguntar, y a mirar, como ella preguntaba y miraba.

Cristino pletórico

Por: | 24 de julio de 2009

Cristino De Vera y su mujer, Aurora Ciriza 




















Es verdaderamente estimulante en nuestra sociedad, como me decía anoche Álvaro Marcos, alma de la cultura en Cajacanarias, que el Rey reconozca a los invisibles; su reflexión nacía cuando Don Juan Carlos estaba a punto de inaugurar la Fundación Cristino de Vera, en La Laguna, y allí estaban, paseando por las galerías donde se exponen los cuadros de Cristino, el pintor del silencio y del alma, y el rey; los que conocemos a Cristino, los que sabemos de su existencialismo anárquico, de su esencia insobornable de bohemio del silencio y de la palabra poética, interior, rasgada y a veces irónica, podíamos imaginar la desnidad de esa conversación-monólogo, y la estuefacción seguramente divertida del Monarca.

La voz de Cristino es insobornable; él no va a adaptar su discurso a los protocolos, le habrá dicho, todo el rato, lo que se le hubiera ocurrido, porque su lenguaje es fértil y no tiene otras barreras que las barreras que tiene el arte de hablar. Allá abajo, mientras ellos recorrían las galerías, yo reflexionaba con algunos amigos sobre lo que significaba el acto. Soy más de personas que de paisajes o de patrias, así que soy chovinista de la gente; y entre esa gente están algunos de los que nombré ayer, además de César Manrique y Pedro Lezcano, entre muchos otros personajes que ya no están con nosotros pero que constituyen el alma eficaz, interior, volcánica o no, melancólica o desgarrada, de mi tierra.

Esta iniciativa de Caja Canarias de abrir en vida del pintor un homenaje activo a su figura constituye una eficaz contribución al desarrollo de la conversación cultural en las islas. Que se haga, además, con un artista como Cristino de Vera, que es en sí mismo la expresión vital de la humildad rasgada, velada por el ego natural de los artistas pero no más, es un acontecimiento que hay que celebrar, y yo lo celebro como chovinista de las personas.

Ahora estamos en La Palma, para hablar de periodismo mientras el rey se enfrenta a lo verdaderamente desconocido pero visible, el cosmos. Inaugura el Gran telescopio de Canarias, el Grantecan, pero nosotros estaremos tomándole el pulso a este oficio que tantas amenazas tiene que domeñar ahora para ser lo que una vez se dijo que era: la expresión escrita u oral de lo que sucede para que la gente sepa lo que pasa a otra gente. Suena el viento a mi alrededor, suena el mar, se oyen los pájaros, amanece, que no es poco, que diría mi amigo José Luis Cuerda, a quien pueden ustedes leer, rabioso, hoy en la última página de EL PAÍS.

Ah, y lo de los comentarios de ayer debió ser un incidente técnico; yo también lo percibí.

Procuraré enviarle a Rosa fotos de lo de anoche, tomadas por Miguel García Morales, cineasta, autor de una película, El silencio, sobre Cristino de Vera.

No corrijo porque me he de ir en seguida; si ven muchas faltas, mea culpa.  

Cristino de Vera

Por: | 23 de julio de 2009

Durante años, Cristino de Vera, pintor de la soledad, preguntaba a los transeúntes en Madrid:

    --¿Está usted solo? ¿Es usted feliz?

    A las taquilleras del cine les preguntaba qué recordaban al final del día, y ellas le decían: "Bocas, bocas, fila doce, fila trece".

    A algunos amigos nos llamaba a medianoche, cada día, para preguntarnos qué creíamos que iba a ser el futuro de una persona como él, débil, condenado a la enfermedad y a la desaparición. Algunos años más tarde le pregunté por qué hacía esas llamadas perentorias y nocturnas. Me dijo: "Porque imaginaba que en ese momento estarías viendo una película, y estaría aproximándose al final. Así te la chafaba".

    Él no tenía televisor, pero compraba el periódico, verificaba la hora del final de la película programada en la única televisión entonces existente, marcaba tu número y, si estabas viendo el filme, te perdías el final de la sesión.

    Mientras tanto, este asceta inteligente y austero, esta especie de monje de la amistad y de la pintura, creaba cuadros sobre el silencio que habita en el alma de los paisajes y de la mirada de los hombres. Lentamente, pero sin descanso, ha hecho una obra increíble, de perfección y de duda, y ahora esa obra se junta, en parte, en la Fundación Cristino de Vera, que se abre en La Laguna, Tenerife, con sus asistencia y la de la mujer que lo salvó del desorden en el que en un momento determinado anduvo su vida, Aurora Ciriza. La fundación ha sido creada, con ellos, por la Caja General de Ahorros de Canarias, con la que yo asocio siempre a Cristino, porque en uno de sus locales, en La Laguna,. precisamente, vi los primeros cuadros suyos en una memorable exposición que entonces lo reintrodujo en la isla hace cuarenta años, cuando él llevaba ya al menos quince años de vida en Madrid.

Él nació en Santa Cruz hace 77 años. Con César Manrique, Manuel Millares, Domingo Pérez Minik y Manuel Padorno, que ya nos dejaron, forma parte de la proteína cultural canaria, sin la cual sería imposible escribir una histria de la sensibilidad tal como la sienten los insulares. Estaremos allí. Y mañana, a La Palma. Ya les contaré.

Al fin calló el ejecutivo que hablaba por el móvil

Por: | 22 de julio de 2009

Ayer volví de Huelva releyendo Rayuela; mucha gente dice que leer Rayuela ahora no es lo mismo. Claro, no es lo mismo porque somos más viejos y porque ya la leímos, hace quizá cuarenta años. Pero se lee bien, y a veces muy bien; te dan ganas, otra vez, de vivir en el libro, de escucharlo como se escucha la música. El libro es una música, contada por Cortázar con una agilidad extraordinaria. Cuando la leí por primera vez yo estaba en el Colegio Mayor San Fernando, al lado de la Universidad de La Laguna, y le pedí a la señora que arreglaba la habitación, doña Antonia, que no hiciera mi cuarto mientras yo estuviera leyendo ese libro. Quería que todo fuera igual a la noche en que lo había dejado de leer. No vivía en un cuarto, vivía en Rayuela. Y así venía en el tren desde Sevilla, habitando en Rayuela. Dos asientos detrás un ejecutivo de alguna empresa que había ido a resolver asuntos a Sevilla sintió la imperiosa necesidad de explicar su gestión a alguien que le escuchaba en algún otro lugar de la Península. No sólo interrumpía mi lectura; su voz redonda dominaba el vagón, y me fui llenando de esa indignación del compañero de viaje en el Ave. Hasta que estallé, ya el hombre llevaba 45 minutos de charla telefónica, sentado en su asiento, y me atreví a decirle que si así iba a seguir el resto del viaje. Entonces le vi la cara. Debía tener unos 35 años, tenía la voz más vieja que su apariencia, él se levantó y se fue a una plataforma. El silencio que hubo luego me permitió volver a Rayuela, y permitió a los otros, eso era evidente, a respirar en un sosiego que yo particularmente agradecí tanto que al llegar a Madrid me hice una prueba de la tensión y me dijeron que tenía 10/7, un éxito con respecto al resto de los días en que me hago la prueba, que empezó dando un alarmante 16/9. No sé si la lectura de Rayuela también contribuyó a esta sosegada cifra 10/7; lo cierto es que consideré como un atrevimiento y un éxito que aquel ejecutivo se callara. Y si es un atrevimiento y un éxito es que las cosas van muy mal, porque lo lógico es que a tipos que irrumpen así en el sosiego ajeno sean callados por los funcionarios del Ave. Debía crearsew un comité de asalto contra los que usan el móvil para conversar en los vagones. Estas serían las siglos. CEQUMET. Contra el que usa móvil en tre. Cequmet. Recuerden este nombre. Vas con el distintivo del Cequmet y el ejecutivo (o la ejecutiva, o el paraanchín, o la parlanchina) se van a hablar a la plataforma que hay junto a los baños.

José Luis y su guitarra

Por: | 21 de julio de 2009

En los años más tupidos del franquismo Gibraltar fue la piedra de la concordia nacional. En aquella época el cantante José Luis --José Luis y su guitarra--  hicieron el primer himno histórico que yo recuerdo; se trataba de popularizar, a través de la música y de la letra, la historia del despojo que España había sufrido a partir del tratado de Utrecht. Era insólito, pero ahí estaba, un éxito de ventas. Ahora ha ido Moratinos, el ministro de Exteriores, a Gibraltar, y aquí no ha sonado la canción de José Luis con su guitarra, pero casi. Creo que la diplomacia es la guerra por otros medios, y si no hay guerra por qué no va a haber diplomacia. Y les dejo, me tengo que ir a Huelva, y el tren sale en seguida. Nos vemos. Ah, voy a La Rábida, a hablar de libros, por si alguien está por allí.

El País

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